Eugenio Ibarzabal quiere que el lector se meta en un ejercicio de escucha y observación. El escritor donostiarra tiene tres objetivos en su vida: escuchar, hablar y escribir. Pero la primera es saber escuchar. Ha tenido una vida rica en experiencias, ha sido periodista, ha trabajado en el mundo de la política, ha sido un consultor muy reconocido y se metió en el universo de la escritura para entender y entenderse. Le gusta analizar y no cree que la política haya cambiado tanto desde que él la abandonara. Reconoce que la situación está muy tensa, pero así era también cuando estaba dentro de esta órbita. Ve ciertas razones de peso en las críticas que desde la sociedad se hacen a los políticos, pero también las sombras de esta desafección hacia la clase política, y dice que es más fácil mirar los defectos ajenos que los propios. Ve el periodismo actual con cierta distancia, en el sentido de que a él no le interesa lo que se escribe para lo que se considera la mayoría de la gente. Es selectivo, aunque piensa que aún hay muy buen periodismo, y comenta que hay momentos en los que se ha sentido raro al no estar interesado por lo que atrae a un buen número de personas.

El marido de la inglesa que vivía en casa del danés. ¿Qué nos cuenta en este libro?

Es una historia personal, la historia de un escuchador. Cuando digo esto no digo que uno sea ni mejor ni peor que otros, ni que me guste escuchar especialmente.

¿Entonces?

Tan solo puedo decir que me ha tocado escuchar. Primero como periodista, luego toda la vida como consultor y después como escritor. Lo que me apetecía era volcarlo. Esto es El marido de la mujer inglesa y es una especie de historia personal.

¿Es difícil aprender a escuchar?

Siempre se está aprendiendo. Yo diría que aprendes aquello que necesitas; aprendes algo porque lo necesitas. Si repites, repites y repites la escucha, termina siendo como una segunda piel. Es un hábito y te vas convirtiendo en otra persona. Es como si te replegaras y te acostumbraras a ello.

¿Es quedarse detrás de los que se ponen enfrente?

Replegarse, que los otros tomen el protagonismo. En la última etapa cada vez lo hago más. Me doy cuenta de que hablo menos y de que escucho más. La escritura también es consecuencia de eso. A veces piensas: Para qué hablar. Prefiero escribir a hablar, lo dejo todo ya contado y si a alguien le interesa, ahí está.

Vivimos en una sociedad que escucha poco y que es muy ruidosa en cuestión de voces.

Es así. Pero la pregunta es: ¿cómo habrán sido otras? No podemos comparar, no sabemos de lo que estamos hablando. Quizá lo de escuchar poco sea algo que está en nuestra propia naturaleza, por lo tanto no me atrevo a comparar. Tenemos conciencia de que escuchamos poco, lo sabemos y, por otra parte, tenemos un montón de excusas para seguir de la misma manera. En el libro, como reflexión final, planteó: A mí me ha tocado escuchar, pero me ha venido muy bien. ¿Por qué no lo pruebas? Es una manera de aprender. La vida pasa, no te da más que oportunidades. Escuchar es una forma de atrapar vidas. Es como decir: Pruébalo y dime a ver qué pasa.

En 1987 dejó usted la órbita de la política. ¿La disfrutó?

No. Sinceramente no. Fue una etapa desagradable. Me vi metido en la mitad de una situación extraña a mí. Disfruté muy poco de la política. Lo que no es obstáculo para decir que aprendí un montón. A partir de la naturaleza humana y del conocimiento de las personas, aquello para mí fue un doctorado muy completo. Me alegro de una cosa, de haber estado cuatro años y de haberme marchado.

Eugenio Ibarzabal acaba de presentar 'El marido de la inglesa que vivía en casa del danés'.

La mayoría suele quedarse más tiempo.

Fue tiempo suficiente. Aprendí lo necesario y no había motivos para quedarme más.

Han pasado 35 años de la cancelación de su relación con el mundo de la política. ¿Ha cambiado mucho el escenario político en estas tres décadas y media? ¿Puede hacer un análisis desde el exterior?

Tengo la impresión de que no ha cambiado. Pero también diré una cosa, somos muy duros con los políticos y con la actuación de la política, con razón.

¿Pero?

A los políticos, como a los artistas, los periodistas, o los jueces, les vemos de abajo a arriba. Desde abajo, el culo en la inmensa mayoría de los casos no es muy hermoso. El caso es que es posible que nuestro culo no sea tan hermoso, pero no nos lo vemos. Solo vemos lo feo de los demás. Hay una cierta forma de desproporción. Quien ha sido presidente de la comunidad de vecinos alguna vez sabe perfectamente cómo somos y sabe si ha disfrutado o no.

¿Dice que somos injustos cuando juzgamos a los políticos?

No sé, la palabra injustos… En el fondo, sabemos cómo son las cosas. Lo que ocurre es que quedamos maravillosamente bien y nos realzamos a nosotros mismos criticando a los demás, a los políticos y a quien pase por la calle. Un ejercicio estupendo puede ser pararme a pensar en qué estoy pensando y observar que en la mayoría de los casos estamos criticando a otros. Estoy parado en la parada de un autobús y el comentario general es: cómo es la gente. Tercera persona del singular, y lo decimos como si nosotros no fuéramos parte de esa gente.

Estamos en una sociedad políticamente polarizada, quizá en exceso.

Sí, pero también ha sido extraordinariamente polarizada en otros momentos. La historia de este país, me refiero al País Vasco, también de España, es de una polarización continua. Guerras constantes, radicalización en un sentido o en otro... vuelvo otra vez a la perspectiva de más es menos; vale, no me atrevería a decirlo. Lo que sí diría es otra cosa, vemos lo que vemos aquí…

Pero en otros países también, ¿no?

Claro. Vemos la polarización que se está produciendo en Francia, en Gran Bretaña y la extraordinaria polarización, hasta quedarnos asombrados, de lo que ha ocurrido y está ocurriendo en los Estados Unidos. ¿Lo nuestro es especial? Pues no me atrevo a afirmarlo con rotundidad.

Políticos que se han criado en el mundo de la política, que no se han bregado fuera de las siglas de un partido.

Eso es así. Pero también tiene su explicación. Una persona que entra en el mundo privado y que trabaje en la empresa va a tener un montón de problemas. Pero habiendo llegado a determinada posición en lo privado y en su vida profesional, no resulta muy atractivo meterte en política y ser el saco de todas las tortas. Que tu nombre de ser desconocido pase a ser conocido. Piensas: ¿Qué saco yo de todo esto? Lo que sí parece peligroso es que el mundo político se nutra tanto, extraordinariamente del mundo funcionarial.

¿Es malo?

Lo que quiero decir es que el mundo funcionarial tiene unas pautas de comportamiento, una manera de ver las cosas absolutamente patriarcales. No corresponde con lo que es el mundo de la mayoría de la gente. Y pienso que sí que condiciona. Además, en muchos casos esos funcionarios suben a la política sin riesgo alguno. Saben que si salen de la política, su puesto está absolutamente garantizado. Esto me parece más peligroso que que no sean políticos que vengan del mundo privado.

Hay países que sí tienen políticos del mundo privado.

Sí, es verdad. Pero siempre es minoritaria esa procedencia. La carrera de político está funcionando en Europa y en los Estados Unidos. Por lo tanto, cuidado.

¿Cuándo decidió que lo suyo era escribir?

Lo mío es escribir, sí, pero también hacer otras cosas. Cuando era joven me hice un plan estratégico y llegué a la conclusión que lo mío era escribir y dar la cara. Con esto quiero decir que me ha gustado estar en proyectos y en cosas nuevas. Mi madre siempre solía decirme que cambiaba con demasiada frecuencia. Escribir siempre me ha parecido fundamental para mí. Lo digo en el sentido de que si me preguntan por qué lo hago, contestaría: para entender. Es como pararme para estar tratando de entender a mis personajes, a lo que he visto, a la historia que me interesa. Hay algo de instrumental en la escritura. En esto mundo siempre se habla de comunicación como si fuera un tema capital.

¿No lo es?

Lo es. Pero muchas veces se habla de técnicas y de técnicas, pero para mí lo fundamental en la comunicación son tres cosas: escuchar, hablar y escribir. Saber escuchar, saber hablar y saber escribir. Es como una especie de proceso y es como una pescadilla que se muerde la cola. En el comienzo de la jugada, para mí está la escucha.

Ha sido un consultor muy reputado. ¿Sigue en esa tarea?

Hago algunas cosas, fundamentalmente con algunos amigos. Lo que sí doy es talleres y conferencias, principalmente vinculados con gente para la que yo he trabajado en otros tiempos. Pero ya es muy poco porque la escritura me ha ocupado la inmensa parte del tiempo. Este libro me ha costado menos, pero el libro Los Sota fueron dos años con una media diaria de diez horas. Es cierto que la pandemia me vino muy bien para escribir, pero quiero decirlo con mucho cuidado. Se puede entender muy mal, hay gente que ha muerto por el Covid. Y también me sirvió para planificar lo que quiero ser de mayor.

¿Cree que volveremos a ser los mismos?

Seguiremos siendo los mismos que éramos antes, pero después de la pandemia. Decíamos que no seríamos los mismos que antes de la crisis económica y lo volvimos a ser. La historia básicamente se repite. Para entender la historia, el elemento longitudinal, de izquierda a derecha, del presente al futuro, no funciona así.

¿Qué es lo que funciona para usted?

Una especie de círculo. Tú eres joven, vas a morir y vas a volver otra vez. De alguna manera, son las estaciones del año: primavera, verano, otoño e invierno. Es el día y la noche. Todo es constantemente así. Pienso en mis nietos, en los más pequeños, que son muy dependientes, y por otro lado tengo una persona mayor muy querida que está llegando al final y se ha vuelto totalmente dependiente. A mí me parece que esa historia del bucle o del círculo explica mejor las cosas. Respondiendo a tu pregunta: Volveremos a ser los mismos que antes.

¿Ni mejores ni peores?

Los de antes. Lo único que para mí la vida es como una especie de oportunidad y digo: Ahí la tienes, te ofrezco esto. A ver qué haces con ello. En lo que yo creo y en lo que más empeñado estoy es en sacar el máximo partido y provecho de mi vida.

Fue redactor jefe de DEIA y director de la revista DEIA Muga

Diré que a veces no me siento muy representado en los medios de comunicación que andan por ahí. Tengo mis elecciones, leo cuatro o cinco cosas muy concretas. Hay muchas cosas que al parecer son mayoritarias pero no me interesan absolutamente nada. La pregunta que siempre me hago es si no seré un raro. Pero hablando con un montón de gente, me doy cuenta que hay un montón de raros y un montón de gente que es minoritaria. Hay veces que siento que para mí no escriben muchos. Pero también creo que sigue habiendo periodismo bueno. Sigue habiendo gente a la que yo le sigo. El hecho es que sigo leyendo prensa y sigo leyendo a determinados medios de comunicación. En definitiva, sigo a determinadas personas. Te voy a decir por qué he escrito este libro.

Por favor.

Porque estoy harto de que me interrumpan constantemente. Estoy harto de no poder hablar. De no poder conversar y de que cualquier conversación se convierta inmediatamente en una discusión. Yo no estoy para discutir, estoy para atender. Estoy para jugar con lo que otra persona diga y ofrecerle otra cosa. Entender los porqués. Así que dicho esto, ¿por qué hay que discutir?

PERSONAL

Edad: 71 años (6 de marzo 1951).

Lugar de nacimiento: Donostia.

Formación: Estudió Ciencias Económicas en la facultad de Sarriko en Bilbao.

Trayectoria: Su relación con los medios de comunicación comenzó en 1975 en Radio Popular. Un año después dirigió la revista Garaia. Fue redactor jefe en DEIA y en 1979 comenzó a dirigir Muga. Abandonó el mundo de la prensa y tuvo contacto directo con el de la política. Ocupó diferentes puestos en la Administración, donde desempeño los cargos de Jefe del Gabinete Técnico del Diputado General de Guipúzcoa, de 1983 a 1985, y Secretario General de la Presidencia y Portavoz del Gobierno Vasco, de 1985 a 1987, siendo lehendakari José Antonio Ardanza. Abandonó la política en 1987, momento en el que escribió la novela La trampa, y comenzó a trabajar en televisión durante dos años. Fue director del programa de debate El Otro punto de vista, en ETB-2, y posteriormente editor-jefe de Punto y aparte en TVE, programa que recibió el Premio Ondas en el año 1989. Posteriormente, creó una consultora de reconocido prestigio. La escritura ha sido vital en su vida ha escrito novela y ensayo. La última El marido de la inglesa que vivía en casa del danés (Gestión 2000).