El proceso electoral a la presidencia de la Federación Vasca de Fútbol (FVF) entra en su recta final a falta de nueve días para la cita con las urnas en Durango. Los tres candidatos a sustituir en el cargo a Javier Landeta, que ha decidido cerrar su ciclo de cuatro años al frente de la FVF, se mueven entre bambalinas para intentar convencer a los 84 clubes que forman la Asamblea y que tienen derecho a voto, aunque de puertas hacia fuera apenas se prodigan.
El que sí lo ha hecho este martes es Carlos Gómez Vicandi, tesorero en funciones de la FVF y presidente del Mugarrazpi de Durango, que descubrió las líneas maestras de su programa electoral, argumentado en el objetivo de “avanzar hacia una FVF cercana, transparente, moderna, eficaz y al servicio de quienes sostienen el fútbol día a día”. “Queremos una institución que escuche, que acompañe y que aporte soluciones reales, apostando por proyectos singulares en busca de un propósito superior, con el compromiso de construir un legado único” subraya Gómez Vicandi, que también pone el foco en la pelea por la oficialidad de la selección nacional vasca, “una reivindicación histórica, que se plantea desde la colaboración, el consenso y el arraigo social”.

La candidatura Aurrera Batera que lidera propone un documento que se compone de diez puntos clave y que pone en el centro a los clubes como corazón del fútbol vasco, y articula un modelo de gestión basado en la cercanía, la transparencia, la eficacia y el trabajo en equipo. Además, la propuesta incluye la actualización de las estructuras interterritoriales para fomentar la coordinación y la escucha activa, así como la creación de comités específicos por categorías (fútbol femenino, masculino y fútbol sala). Otro de los ejes estratégicos de la candidatura es el impulso decidido al fútbol femenino, con más recursos para la tecnificación y la visibilidad desde la base. También se refuerza el papel del fútbol sala, integrándolo plenamente en la estructura de la Federación.
El programa aborda “áreas clave” que van desde la formación y el acompañamiento para entrenadoras, entrenadores y cuerpo técnico, hasta el impulso decidido a la profesionalización y visibilización del colectivo arbitral, fomentando una cultura de respeto dentro y fuera del terreno de juego. Se refuerza una política de tolerancia cero frente a la violencia, tanto en las gradas como en los campos, con especial atención a la protección de la infancia y se apuesta por el fortalecimiento de la tecnificación y el desarrollo del talento, así como la retención de este, desde edades tempranas, con un enfoque inclusivo que garantice igualdad de oportunidades en todas las modalidades.