Luto riguroso el día de Sant Jordi
El Bayern destroza a un Barça desconocido, donde Messi ejerció de espectro La hecatombe deja muy tocado a Tito Vilanova, que solo reaccionó con el 4-0
BAYERN DE MÚNICH: Neuer; Lahm, Boateng, Dante, Alaba; Javi Martínez, Schweinsteiger; Robben, Müller (Min. 83: Pizarro), Ribery (Min. 88: Shaqiri); y Gómez (Min. 71: Luiz Gustavo).
BARCELONA: Valdés; Alves, Piqué, Bartra, Alba; Xavi, Busquets, Iniesta; Alexis, Messi y Pedro (Min. 83: Villa).
Goles: 1-0: Min. 25; Müller remacha de cabeza una cesión de Dante, de cabeza, desde el segundo palo. 2-0: Min. 49; Müller remata en el segundo palo otro saque de esquina y Mario Gómez remacha a gol en fuera de juego. 3-0: Min. 73; Robben culmina un contragolpe. 4-0: Min. 81: Müller a pase de Alaba.
Árbitro: Viktor Kassai (Hungría) amonestó a Gómez, Bartra, Javi Martínez, Alexis y Alba.
Incidencias: Estadio Allianz Arena de Múnich, unos 70.000 espectadores.
bilbao. No es una derrota cualquiera. Le ha pasado a quien no hace tanto señalaban como el mejor equipo del mundo y, para muchos, el más grande de la historia. Un equipo que embelesaba con un fútbol seductor y efectivo, con una estirpe de jugadores fantásticos orbitando alrededor de Leo Messi, el rey sol.
La zurra, además, ha sido tan contundente que no admite duda alguna. El Barça fue un espectro en el suntuoso Alianz Arena. El Bayern se quedó corto. Un 6-0 hubiera sido un resultado más acorde con lo acontecido en Múnich. En esta transposición se destaca la cantidad de llegadas a gol del equipo bávaro, pero sobre todo llama poderosamente la atención la nula capacidad ofensiva del conjunto azulgrana, hasta el punto de convertir al portero Neuer en un privilegiado espectador. Para más inri, las dos ocasiones más claras que disfrutó el Barça para batir al meta alemán se las encontró el defensa central Bartra, un neófito a quien la trascendencia del partido le pasó por encima, como al resto de sus compañeros, y las mandó al limbo.
¿Y Messi? Estar, estuvo. O por lo menos quien estuvo se le parecía bastante. Del genio, del prodigio de los cuatro Balones de Oro consecutivos, ni asomo. El Bayern no necesitó realizar un esfuerzo especial para reducirle a la nada. Messi no tenía el alta médica. Messi no estaba físicamente para un encuentro tan exigente, al menos desde el inicio y menos los noventa minutos, pero Tito Vilanova optó por mantenerle hasta el final, quizá porque optó por encomendarse a un relámpago de su inspiración como único argumento justificable.
El entrenador del Barça sale muy mal parado de la debacle azulgrana. Vilanova se quedó inerme. Solo reaccionó con el 4-0, consumada la derrota total. Entonces cambió a Pedro por Villa. Fue su única decisión. Actuó como si no pasara nada. Como si sobre el encharcado césped todo transcurriera armoniosamente, en consonancia con el plan establecido.
Mucho se habló en las vísperas sobre si Jupp Heynckes debía o no pedir consejo a Pep Guardiola, quien le sucederá en el Bayern a partir del próximo mes de junio y, obviamente, conoce como nadie las entretelas del equipo culé. El extécnico del Athletic replicó con indignación ante semejante argumentario. No le faltaba razón. Su planteamiento fue magistral. El Bayern le quitó el balón al Barça, y el Barça sin la pelota es otra cosa. Y cuando la tuvo tampoco supo la forma de traspasar la tupida red tejida para convertir en un imposible las rutas hacia la portería de Neuer, estrategia en la que tuvo un papel sobresaliente Javi Martínez.
El Bayern, además, fue muy superior físicamente. No hubo color.
Al descanso se llegó con un significativo 2-0, y con la reanudación hubo un cuarto de hora en el que el Barça, por fin, acechó el área del conjunto germano. Ejercicio estéril. Lento y falto de precisión y escasa inspiración. El tercer gol, consumado por Robben tras un contragolpe bien llevado por Ribery, se clavó como un puñal en el orgullo blaugrana. Vilanova tampoco alteró el gesto. El cuarto lo anotó Müller un minuto después de pedir el cambio. Fue el gol del cojo, una alegoría cruel sobre un imperio que se estaba desmoronando sin remedio. Entonces Tito se levantó y mandó a calentar, y a falta de ocho minutos para la conclusión del encuentro realizó el primer cambio, Villa por Pedro.
A la espera de un milagro en la vuelta, la derrota traerá consecuencias en Can Barça, que festejó al patrón Sant Jordi con las campanas tañendo a funeral.