Bilbao
Los graves incidentes protagonizados por hinchas radicales serbios en Génova antes, durante y después del partido de clasificación para la Eurocopa 2012 que deberían haber disputado las selecciones de Italia y Serbia constatan hasta qué punto esta república de la antigua Yugoslavia es todavía incapaz de exorcizar sus demonios internos, un paso previo e ineludible para integrarse en la Comunidad Europea.
No parece casual que en poco tiempo Serbia haya protagonizado dos actos vandálicos que han consternado a la comunidad internacional. El pasado diez de octubre, unos 6.000 extremistas reventaron la primera marcha del Orgullo Gay organizada en Belgrado después de más de una década al grito de muerte a los maricones, protagonizando después una auténtica batalla campal con las fuerzas policiales que dejó un saldo de 150 agentes y 17 manifestantes heridos. Unas 250 personas fueron detenidas. Los extremistas atacaron además la sede del partido democrático (DS) del presidente Boris Tadic.
El pasado martes, unos 1.800 hinchas viajaron hasta Génova con el ánimo, organización y la fuerza suficientes para reventar el Italia-Serbia. No eligieron un partido cualquiera. Sus promotores eran muy conscientes de la repercusión mediática que podía tener el plan urdido.
Las autoridades de Serbia denunciaron que existe una campaña entre los grupos ultras nacionalistas, perfectamente organizados y financiados, para sabotear el acercamiento del país a la Unión Europea.
Dichos grupos han encontrado, al parecer, un refugio ideal en el Estrella Roja, el club referencia de un ultranacionalismo serbio con acento fascista y bendecido por el sector retrógrado de la iglesia ortodoxa.
Serbia vive una polarización futbolística muy evidente entre los dos grandes clubes de Belgrado, el Estrella Roja y el Partizán, que protagonizan el denominado derbi del fuego eterno, sin duda uno de los más pasionales de la Vieja Europa.
Las diferencias entre ambos clubes van más allá de las meramente deportivas, sobre todo desde la disgregación yugoslava. Entonces, la rivalidad futbolística dejó paso a un encono de ámbito político.
En el origen, el Partizán aglutinó a los partisanos o guerrilleros que lucharon contra la ocupación nazi, con el mariscal Tito al frente, y siempre estuvo cercano al Ejército y al régimen comunista, es decir, más tolerante hacia la amalgama de aquella Yugoslavia de serbios, croatas, kosovares, montenegrinos o eslovenos. El nacionalismo puramente serbio, en cambio, se refugió en el Estrella Roja, y bajo ese amparo ejerció una oposición silenciosa a Tito.
Tras la disgregación yugoslava y la creación del Estado serbio, han sido múltiples los altercados protagonizados entre los hinchas Delije (machos) o Cigani (gitanos) del Estrella Roja y los Grobari (sepultureros) del Partizán.
Con Slobodan Milosevic en el poder, el Estrella Roja acrecentó su sesgo ultranacionalista, de tal forma que Zeljko Raznatovic Arkán, jefe mafioso de la época, se convirtió en el líder de los Delije del Estrella Roja para, desde esta plataforma, organizar la siniestra unidad paramilitar de los Tigres de Arkán, famosa por sus campañas de limpieza étnica en la guerra en Croacia y después en la de Bosnia Herzegovina.
Ivan Bogdanov, el líder de los ultras que protagonizó los actos vandálicos de Génova, tenía tatuado en el pecho el escudo del Estrella Roja.
En vivo contraste con la violencia desatada, resulta bastante chocante los aparentemente ingenuos argumentos utilizados por los principales protagonistas para justificar estos desmanes. Bogdanov declaró tras su detención que las protestas iban dirigidas contra la Federación Serbia de Fútbol, ya que su presidente, Tomislav Karadzic, lo fue también del Partizán; y la ira hacia el portero Vladimir Stojkovic, que cometió la alta traición de pasarse al enemigo, es decir, al equipo de los partisanos, después de criarse futbolísticamente en el Estrella Roja. Por eso apedrearon el autobús de la selección serbia.
Pero, ¿de verdad que una horda de 1.800 ultras se toma la molestia de viajar hasta Génova para visualizar su protesta? ¿No les tenían mucho más cerca y a mano en Belgrado?
La Federación Serbia echó ayer la culpa a Italia de los disturbios de Génova. Alega que sus autoridades estaban avisadas de antemano. Una forma de autodefensa para lo que se barrunta. No en vano dicha Federación está amenazada por la UEFA, cuyo comité disciplinario se reunirá el 28 de octubre, con recibir duras sanciones a causa de los incidentes protagonizados con demasiada frecuencia por los hinchas de sus principales equipos.