BILBAO

YO antes, en el Benfica, salía dos o tres veces a la semana. Y en Valencia sólo los jueves. Nunca he ocultado nada. Tampoco mi vicio: el tabaco. Fumo desde los 13 años". La aseveración corresponde al jugador del Valencia Luis Miguel Brito (Lisboa, 4-I-1980), experto en recolectar polémicas antes y después de que recalara en territorio ché. Su último episodio sucedió ayer, cuando el futbolista atropelló en L"Eliana a dos mujeres, una de 68 años y otra de 74, que resultaron heridas leves con distintas contusiones. El suceso se registró sobre las 10.00 horas en una rotonda de la Avenida de las Cortes Valencianas, a la entrada del municipio, en un paso de cebra, cuando el portugués circulaba detrás de otro vehículo, que frenó, mientras que él pasó al carril interior para esquivarle, instante en que ocurrió el atropello. Eso sí, la prueba de la alcoholemia dio resultado negativo.

Hace medio año, el día de Navidad, Brito protagonizó un sonoro incidente en una discoteca del distrito lisboeta de Setúbal. Ante la insistencia de sus amigos y la suya propia de entrar en el local para continuar su larga noche de fiesta, los miembros de la seguridad privada se vieron en la necesidad de actuar, produciéndose un altercado donde hubo hasta disparos, uno de los cuales alcanzó a un coche estacionado. Anteriormente, el 4 de enero de 2008, celebraba su fiesta de cumpleaños junto a su compañero Manuel Fernandes cuando se originó una trifulca en la que se acusó a ambos de haber robado un reloj. Y es que su leyenda en la capital del Turia arranca desde que fue fichado en el verano de 2005. El Benfica, su club de procedencia, exigió una indemnización de dos millones de euros por haber rescindido el contrato que unía a ambas partes, y el asunto acabó en los tribunales. Brito ni se inmutó, hizo las maletas y, fiel a su peculiar estilo de vida, cruzó el charco rumbo a Mestalla.

Sin embargo, de él cuentan que es un tipo tremendamente humano, cercano, buena gente, pese a su particular modo de entender la vida, en lo personal y en lo profesional. Discreto en sus primeros meses a orillas del Mediterráneo, quiso encarnar al rey Baltasar para socializarse y familiarizarse con los pequeños aficionados. Pero desde entonces aparcó las entrañables tradiciones y apostó por darle vidilla a su cuerpo, primando las escapadas nocturnas trago en mano. Tal desfase le obliga a dormir más horas, de ahí que haya llegado con tardanza reiterada a los entrenamientos. Al más puro estilo Romario, se ha especializado en perder aviones o saltarse sesiones de fisioterapia aunque sean para mejorar de una lesión, sin que las multas del club le hayan hecho recapacitar.

Hace un par de meses fue cazado por las cámaras de televisión en el banquillo del antiguo Luis Casanova imitando a Unai Emery durante el partido que enfrentó al Valencia con el Valladolid. Miguel, que no jugó ni un solo minuto, se lo pasó en grande parodiando los gestos del entrenador vasco mientras seguía el compromiso sentado entre Zigic y el Chori Domínguez. "Intentando no chocar contra la furgoneta, me tope de cara con las señoras. Espero que se recompongan", dijo ayer. Lo suyo tiene menos remedio.