Síguenos en redes sociales:

El Camp Nou invoca al Barça sideral

El Inter, con oficio y un buen plan, deja sin luces al equipo culé, le supera y logra una importante renta

El Camp Nou invoca al Barça sideralEFE

INTER: Julio César; Maicon (Chivu, Min. 73), Lucio, Samuel, Zanetti; Cambiasso, Motta; Pandev (Stankovic, Min. 56), Sneijder, Eto"o; y Milito (Balotelli, Min. 75).

BARCELONA: Valdés; Alves, Puyol, Piqué, Maxwell; Xavi, Busquets, Keita; Messi, Ibrahimovic (Abidal, Min. 62) y Pedro

Goles: 0-1, Min. 19: Pedro tras jugada y pase de Maxwell por la izquierda. 1-1, Min. 30: Sneijder a pase de Milito, que se revuelve bien en el área. 2-1, min. 48: Maicon a pase de Milito. 3-1, Min. 61: Milito de cabeza.

Árbitro: Olegario Benquerença, de Portugal. Mostró cartulina amarilla a Eto"o (Min. 12), Busquets (min.46+), Puyol (min.51), Piqué (Min. 60), Keita (min.68), Stankovic (Min. 82) y Alves (Min. 84).

Incidencias: Estadio Giuseppe Meazza de Milán. Lleno, con 83.000 aficionados.

bilbao. El Camp Nou ya invoca para el partido de vuelta al espíritu del Barça sideral, a ese equipo maravilloso que lo ganó todo deleitando con un fútbol preciso y precioso en el pasado curso y de cuya magnitud apenas se tuvo noticias anoche en el Guseppe Meazza de Milán. El Barça fue una mala copia de sí mismo, sólo tiró una sola vez a puerta en toda la primera parte, dato inédito y sorprendente, y encima tuvo la suerte de anotar un gol.

Lo hizo Pedro, ese chico a quienes los dioses le han otorgado el don de la oportunidad, pero ni la buena suerte del canario fue suficiente para enderezar el mal rumbo azulgrana.

Pedro fue el mejor del Barça, junto a otro actor secundario, el lateral izquierdo brasileño Maxwell, y probablemente su gol tenga un peso de oro para el segundo acto de esta apasionante semifinal, allá en el Camp Nou, dentro de siete días, cuando el mejor equipo del mundo está llamado a demostrar que realmente es el mejor equipo del mundo.

Semejante alcurnia la ha puesto en solfa el Inter, un histórico del fútbol continental que no gana la Copa de Europa desde mediados de los sesenta, cuando el legendario Luis Suárez ejercía de mariscal y en el banquillo mandaba Helenio Herrera, aquel genio que luego entrenó al Barça y famoso por sus lapidarias frases. HH, por ejemplo, dejó esculpido que con diez se juega mejor que con once.

El Barça jugó con diez, pero no lo hizo mejor. Le faltó Ibrahimovic, que estaba pero no apareció, salvo para lucir en el partido palmito como si fuera un enorme jarrón florero. Guardiola acabó prescindiendo de él mediada la segunda parte. Lo cambió por Abidal para reforzar la banda izquierda y con la intención de dar libertad a Messi. Fue él único cambio que hizo. Y ni por esas.

Podía haber sido aún peor. Por ejemplo, que Samuel Eto"o, el delantero a quien Guardiola echo del Barça por una cuestión de feeling, y cuyo cromo lo intercambió con el Inter por el de Ibra, más 49 millones de euros, hubiera anotado para el equipo lombardo un gol que pudiera haber sido decisivo.

Lo hizo en cambio Sneijder, quizá el mejor hombre del partido, en su día expulsado por Florentino Pérez de su galáctico Madrid. Y Diego Milito, ex delantero del Zaragoza, quien finalmente no coincidió con su hermano Gabi para haber plasmado un duelo fratricida, y el forzudo lateral brasileño Maicon, que tuvo que abandonar el partido tras un golpe fortuito con Messi en la cara.

En la media hora final la veteranía pasó factura al Inter, un conjunto de hombres de aluvión, veterano, de rompe y rasca, y muy bien configurado por Pepe Mourinho con descartes de los grandes de Europa. Cuando el Barça acorraló a su rival en el área y le atacó con nueve hombres, dejando tan solo a Puyol en la retaguardia. El Inter se limitó a defenderse como gato panza arriba. Pero para entonces, cuando se le acabó la gasolina, ya tenía los deberes hechos: tres goles en el zurrón, lo que nadie había hecho antes al Barça en lo que va de temporada. Un margen razonable para poder administrar en el coliseo azulgrana los tempos, con calma y oficio, muy a la italiana.

El Barça se vació en un ejercicio baldío de fe inquebrantable y de generosa entrega, virtudes que adornan a un campeón. Sin embargo al número uno mundial le faltó todo lo demás. Es decir, la magnitud de Messi o la sinfónica dirección de Xavi, ambos muy bien vigilados en la implacable trama urdida por Mourinho, a quien el propio Pep Guardiola había piropeado la víspera señalándole como "quizá el mejor entrenador del mundo". No le faltó razón. Al Barça en cambio le sobró la desatención defensiva de Alves, que le costaron dos goles o un árbitro desquiciante. Pero aún le queda el Camp Nou, y promete una gesta.