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Los aprendices del "sakka"

Un equipo juvenil nipón visita estos días Bizkaia para disputar varios partidos

Los aprendices del "sakka"

plentzia

El profesor Shimizu se revolvía en el asiento del avión. Inquieto. Tenía muchas cosas que explicar a sus compañeros nada más llegar al Instituto Shonan de Fuzisawa, un centro considerado de alto nivel académico. Había salido de Japón para ver cómo trabajaban el fútbol base en Europa y ahora tenía la papeleta de explicar algo más que un método deportivo. Había encontrado un club cuya fórmula del éxito no residía en un sistema de trabajo, sino en el extraordinario vínculo existente entre el equipo y la tierra. Todos los niños de Bizkaia querían jugar en el Athletic. "No es un equipo, es un símbolo". Sólo había una manera de transmitir eso: llevar a los jugadores del instituto a Bilbao.

Ése fue, en 2004, el pistoletazo de salida de una serie de expediciones niponas a Bizkaia. Estos días, una nueva generación del Shonan High School se aloja en Gorliz. Desde el lunes han tenido la oportunidad de ver al Athletic entrenando en Lezama y acudir a San Mamés a ver el partido disputado por los leones frente al Racing. "A nuestros jugadores les impresionó la actitud de los espectadores, el ambiente", explica Yuichi Shimanuki, el coordinador del viaje. El fin de esta experiencia es que tengan la oportunidad de salir al extranjero por primera vez y ver cómo se vive este deporte en el primer mundo futbolístico. Las comparaciones son inevitables. Son matices diferentes, detalles, que convierten un mismo deporte en dos propuestas totalmente distintas. A veces, son reflejo de dos culturas diferentes. Pero en otras, las disparidades residen en la degeneración de algunos conceptos de nuestro fútbol, incorruptos en otros países con una tradición futbolística menos viciada por el tiempo. Son un puñado de las mil diferencias entre el fútbol y el sakka, como lo llaman en Japón.

Mientras unos compañeros jugaban el partido, una quincena de japoneses calentaba en el campo anexo. En silencio, mientras el entrenador Kobayashi charla a más de cincuenta metros. Les quita mérito: "La disciplina es una cualidad de los japoneses". Sus pupilos entrenan con balones traídos desde Japón. El clásico esférico de pentágonos y hexágonos negros y blancos. En el banquillo, tres compañeras del instituto, perfectamente uniformadas, cuidan el material de los jugadores: pliegan y apilan las sudaderas, los chándales, llevan las estadísticas del partido... Son un equipo de utilleras por el que pagarían los equipos vizcainos. En el terreno de juego también hay diferencias. Para los jugadores japoneses parece no existir el árbitro. No hay aspavientos, malas caras, ni protestas. Sí mucho orden. Los jugadores del Shonan juegan muy ordenados, con GPS. Ya lo comentaba un jugador del Plentzia: "Estos japoneses son muy rápidos y resistentes". Pese a vencer 1-3, su entrenador les pone inconvenientes: "Los jugadores vascos juegan muy bien bajo presión; a los míos se les pone la mente en blanco".

Un total de 4.500 institutos pugnan cada año por ser el mejor de Japón. El Shonan hace muchos años que no consigue clasificarse para la final estatal, pero ahora cuenta con el aliciente de tener al equipo de su ciudad, el Shonan Bellmare, en Primera División. Eso sí, Kobayashi explica que en su país es imposible que un equipo tenga el arraigo del que presume el Athletic en Bizkaia: "Incluso cuando juega Japón contra Brasil, los japoneses quieren que gane la selección canarinha".