Valverde, destituido
La sombra de Pellegrini y la errática trayectoria del Villarreal provocan el primer cese de su carrera
BILBAO. "Con esta actitud y este juego se puede llegar a poco. El Villarreal está acostumbrado a jugar de otra manera". Con esta ácida crítica de su presidente Fernando Roig nada más concretarse la eliminación copera frente al Celta, el futuro de Ernesto Valverde a orillas del Mediterráneo aparecía ya a modo de esquela en toda la prensa castellonense. El revés sufrido ayer ante Osasuna (0-2) sólo sirvió para justificar el cantado cese (el primero de su carrera) de quien hace un lustro dejara un notable poso en Bilbao. Y qué decir de su excelente trabajo en Grecia el pasado curso. Pero la sombra de Manuel Pellegrini pesó desde el primer día en el proyecto de Txingurri en El Madrigal. El gasteiztarra se convirtió en el sexto técnico destituido esta temporada en Primera División, entre ellos otro viejo conocido en la capital vizcaina, Cuco Ziganda. A buen seguro que tampoco será el último.
Con siete victorias, cinco empates y ocho derrotas en Liga, el submarino amarillo marcha en la décima posición, muy alejado de las expectativas de la dirigencia para el inicio de la segunda vuelta y lastrado por un arranque que evidenció un claro déficit de adaptación del plantel a las fórmulas de su ya ex entrenador. Una de las claves residió en los problemas físicos de uno de sus baluartes, Marcos Senna, mientras el lento juego de ataque conducía al equipo a empecinarse en entrar por el tapón que los rivales situaban en el eje de la zaga. Así, el Villarreal se hizo previsible, sin desborde y con escasa creatividad. Y al no llegar los resultados, la ansiedad creció a borbotones. Pese a la sobrada plantilla de internacionales, sorprendió el bajo rendimiento de gente como Gonzalo Rodríguez o Rossi. O el del fichaje más caro en la historia de la entidad, Nilmar (doce millones de euros pagados al Internacional de Porto Alegre). Para más inri, con Ibagaza en el dique seco; tampoco Marcano, una de las grandes revelaciones como defensa polivalente en el Racing, se hacía con el sitio.
una reacción engañosa Aunque el equipo ofreció un ligero repunte y empezó a parecerse a ése que se paseaba por el terreno como las piezas de un tablero de ajedrez (en fechas navideñas incluso se habló de una próxima renovación), nunca enganchó una racha de resultados de las que otorgan fe prolongada y estuvo siempre maniatado por las dudas. "Al Villarreal le falta llegar a una final. Mis equipos siempre están vivos y transmiten ganas de ganar", había sentenciado Valverde en su presentación tras abandonar el Olympiacos, con quien conquistó la Liga y la Copa pese a caer en primera ronda de la Champions. Es más, tanto le añoran en el conjunto heleno que sus aficionados todavía corean a día de hoy el nombre de Ernesto desde la grada.
En el feudo amarillo se respiran quizás unos aires de grandeza poco acordes a la historia del club pese a unos últimos años espectaculares. Y ya en esas primeras jornadas en las que no salían las cosas empezaron a aflorar desde dentro las opciones de Laudrup o Aragonés como posibles sustitutos pese a que el de Viandar de Vera era ratificado sucesivamente por sus dirigentes. Los números se postulaban en su contra y los recuerdos del ahora míster madridista, un día sí y otro también, no ayudaban un ápice. "Son dos filosofías diferentes y hay que adaptarse al nuevo entrenador, que pretende que presionemos más en campo contrario", razonaba Cazorla por entonces. El cambio era más profundo de lo que los responsables del club imaginaron. Antes había unos automatismos y Valverde quiso generar otros algo distintos. Con Pellegrini todo estaba orientado a tener el balón y a tocar: se entrenaba mediante rondos, jueguecitos y partidos. Con Ernesto se intentaba jugar con más velocidad y más bandas, pero a los jugadores, tras pasarse cinco años acostumbrados a una identidad, les costaba un mundo sintonizar con el novedoso ideario. En el trato personal, su vestuario se ha mostrado del todo encantado con Txingurri, mucho más cercano que su antecesor. Pero a los directivos, sin embargo, les extrañaba la poca distancia que marcaba. "Es demasiado normal", dijo uno de ellos. "Lo explica todo". Como si la normalidad se aceptara ya en el fútbol como una excepción.
De momento, será el entrenador del filial, Juan Carlos Garrido, el que se encargue del equipo y la entidad amarilla no descarta su continuidad dado el excelente desempeño del Villarreal B en su estreno en Segunda División, aupado a la zona donde pugnan los principales candidatos al ascenso. Ahora bien, el nombre de Michael Laudrup volvió a sonar en los mentideros nada más oficializarse el finiquito a la aventura de Valverde, que llevó sobre el césped la rúbrica del osasunista Juanfran. El tiempo dará y quitará razones, aunque haría bien Roig en bajarse de la nube.