Bilbao

Mayo de 2001. El Westfalenstadion de Dortmund asistía a la final de la extinta Copa de la UEFA. El Alavés, procedente de la modesta Tercera División, se convertía en el primer debutante en alcanzar el desenlace del torneo y besaba el cielo después de dejar en tablas un marcador que al descanso proyectaba un 3-1 favorable al Liverpool. 4-4 al pitido final. Atrás quedaban apeados rivales como el Rosenborg, Inter, Rayo Vallecano o Kaiserslautern. Los reds se antojaban nueva presa. Pero la fortuna no fue aliada en aquella ocasión. El alavesista Delfí Geli, a cinco minutos para la conclusión de la prórroga, anotaba en propia meta el gol de oro del triunfo inglés. Sin embargo, el capítulo quedaba para los anales de la historia como uno de los más bonitos de cuantos haya dado el fútbol. No en vano, es considerado el mejor partido que ha deparado dicha competición. La épica se vistió de futbolistas albiazules -en aquella ocasión vestían evocando la equipación de Boca Juniors- a las órdenes del mariscal José Manuel Esnal, Mané. Pero la gloria sonrió a su inquilino más habitual. No entiende de bellos guiones. Los Fowler, Owen o Gerrard se salieron con la suya.

Han transcurrido casi nueve años desde entonces y las cosas han cambiado, y mucho, demasiado, para un Alavés que ahora se debate por su futuro, después de que el consejo administrativo presentara la semana pasada su dimisión, a la espera de la llegada de nuevos inversores que refloten económicamente la entidad. Atraviesa el club uno de los momentos más preocupantes de su historia, o quizás el más. No obstante, los problemas se arrastran desde tiempo atrás, una mochila que ha dejado al Alavés en la cuerda floja y haciendo funambulismo sobre el abismo de la desaparición.

Todo comienza dos temporadas después de acometer la gloriosa final europea, cuando el equipo desciende a Segunda División tras intentar el salto de calidad con incorporaciones como Dutruel, Luis Helguera o Abelardo. Así, tras la destitución de Mané y la llegada de Pepe Mel al banquillo, el equipo babazorro concluye el curso de su regreso a la categoría de plata habiendo llegado con opciones de ascenso a la última jornada, pero no se subió y comenzó a apretar la soga de la economía.

Entonces, Gonzalo Antón, heredero de Juan Arregui, vendió el 51% de las acciones a Dmitry Piterman y se alcanzó el ascenso a la máxima categoría en la primera campaña del ucraniano en la butaca de la presidencia y con Chuchi Cos a la dirección del banquillo. Parecía el Alavés un submarino en busca de aire con una agresiva política de fichajes como los de Bodipo, Bonano, Nené o Carreras, pero su ascensión fue puro espejismo, pues la campaña 2005-06 resultó ser la última de los gasteiztarras en la élite. El fútbol vasco perdía un representante en la cumbre.

Comenzó entonces el baile de entrenadores. Luna, Yagüe, Oliva, Monfort, Fabri González y Bañuelos desfilaron por Mendizorrotza como colmo de la descordinación. Entre tanto, Piterman se fue ganando a la fuerza el rechazo de la afición albiazul, hastiada ésta de su prepotente gestión, ausente de bases y continuidad alguna. Sin eslabones que ligaran pasado, presente y futuro. "Mi filosofía está por encima de resultados"; "Aquí el entrenador no tiene autonomía ni libertad de expresión". Fueron algunas de sus dictatoriales perlas, a modo de régimen militarista. La parroquia se quemó hasta el punto de que el terreno de juego alavesista asistió a un amargo espectáculo cada quince días, durante tres partidos, cuando seguidores invadieron el campo exigiendo la cabeza del máximo accionista, quien después de tres temporadas como mandatario multiplicó por tres la deuda de las arcas del club, dejándola en 23 millones de euros. Un agujero como la fosa de las Marianas y que, irónicamente, se cobró con juicio de por medio 120.000 euros del bolsillo de Piterman, como fruto de sus recargos en la cuenta de gastos del club.

De este modo, en verano de 2007 y después de unas arduas negociaciones y con la presión popular también haciendo palanca a Piterman, Fernando Ortiz de Zárate adquirió ese 51% de las acciones del ucraniano. Una campaña en la que, antes de la salida de Dmitry, el club fue sometido a la Ley Concursal, llegando a deber más de 5 millones de euros a la plantilla. Un parche para las goteras. Aunque, por de pronto, la entidad dribló al descenso y a la suspensión de pagos. Pero la repercusión de la crisis se vio reflejada deportivamente, pues el Alavés salvó la categoría en el minuto 94 de la última jornada, ante la Real Sociedad (3-2). Algo que fue inevitable en la 2008-09, con un ERE de por medio, para caer hasta Segunda B. En barrena hasta la actualidad, cuando se buscan socios que aseguren una ampliación de capital de 3,2 millones para garantizar el futuro del club. Entretanto, queda parafrasear a Alfredo Donnay: "Ánimo pues, valiente Deportivo, ánimo pues, con entusiasmo hay que luchar para lograr de nuevo aquellos triunfos que dieron gloria al equipo y la ciudad". Lejos queda ahora mayo del 2001; cerca, Piterman.