bilbao. El neurocirujano mexicano Ernesto Martínez, el médico que supervisa la recuperación del delantero paraguayo Salvador Cabañas, que desde pasado lunes tiene alojada una bala en la cabeza, calificó ayer de "un milagro" el mero hecho de que no esté muerto, pero más aún por el grado de recuperación que está experimentando.

De repente, Cabañas comenzó a hablar en guaraní y reconocer a las personas de su entorno personal que velaban su angustiosa convalecencia. Milagro o no, el caso es que Cabañas, una de las figuras más ensalzadas del fútbol mexicano, símbolo de las Águilas del América y el mejor extranjero de esa liga en los últimos años, es otro clamoroso ejemplar de futbolista que hace gala de fervor religioso y al mismo tiempo no tiene rubor en provocar el escándalo.

Cabañas, de 29 años, elegido en 2007 el mejor futbolista de América, hombre clave en la clasificación de Paraguay para el Mundial de Sudáfrica, ha protagonizado un agrio debate con la prensa mexicana, a la que ha desafiado después de ser filmado morreándose con pasión con su compañero Germán Villa durante un entrenamiento. En otro vídeo, también colgado en Youtube, se le ve agarrando sin pudor alguno el paquete del mismo jugador.

Acusado de homosexual, Cabañas reaccionó con desdén a las críticas y la polvareda levantada en México.

Por si fuera poco, por internet circulan unas fotos tomadas en una fiesta en las que se puede ver al delantero guaraní en plena refriega sexual con varias mujeres.

Si tenemos en cuenta que está casado, y que cuando recibió el disparo a las cinco de la madrugada en un selecto bar estaba acompañado de su mujer, tan meritorio cuadro completa su penúltima pincelada.

Cada vez que marca un gol, Cabañas besa con fruición el rostro de Jesucristo que tiene tatuado en el antebrazo derecho para pregonar su profunda religiosidad. Al mismo tiempo hace gala de una vida disoluta, según el modelo canónico que impone la iglesia. Y sin embargo va para santón, si sobrevive a ésta.