Cada domingo que transcurre, Red Bull posee más argumentos para creer que conquistar el título es posible. Max Verstappen está otorgando crédito a la escudería energética, que aprovechó su feudo, el Red Bull Ring austríaco, para apoderarse del Gran Premio de Estiria, octava cita del calendario, y dar a su equipo la cuarta victoria consecutiva. En Mercedes asaltan las preocupaciones. A lo largo de la Era Híbrida que nació en 2014, la fábrica alemana jamás había enlazado cuatro carreras de una misma temporada sin ganar. En el caso de Lewis Hamilton, habría que remontarse hasta 2016 para encontrar cuatro carreras seguidas sin conseguir la victoria, justo la única temporada desde la aparición de los propulsores híbridos en la que no se proclamó campeón. Corren malos tiempos para Mercedes, cuya hegemonía tiembla a cada paso del agigantado Verstappen, que venció de la manera más dominante de cuantas victorias posee este curso, que ya son cuatro, dos de ellas encadenadas en las últimas dos pruebas.

En Austria, Verstappen llegó a alcanzar una ventaja máxima de 17 segundos antes de que Hamilton pasara por boxes para reemplazar sus neumáticos y buscar el punto que concede la vuelta rápida. Esto sucedió en la vuelta 70 de las 71 pactadas, cuando el británico, que rodaba segundo y así terminaría, daba por perdida la victoria y buscaba minimizar los daños del impacto del éxito de Verstappen. Nada pudo hacer Hamilton por comprometer la racha del neerlandés.

Verstappen cada día se parece más a ese Hamilton obsesivo con los detalles, siempre en estado de alerta. A medida que Mad Max iba ampliando su margen durante la carrera, iba reportando las dificultades que no debían ser tales a juzgar por su ventaja, que no dejaba de engordar. “El coche es más difícil de conducir”, reportó en la vuelta 19; “el viento lo está haciendo más complicado”, expresó en la 25; en la 30 identificó un problema con el sistema del equilibrado en las frenadas; en la 52 repitió su sufrimiento al pisar el freno; en la 61 advirtió a su equipo: “Considerar los neumáticos y el tiempo -la climatología-”. Sin embargo, nada se veía reflejado en sus tiempos. La renta crecía sin remedio para Hamilton. Verstappen quería tener todo controlado.

Y es que a pesar del idílico momento que atraviesa Red Bull, que el próximo fin de semana vuelve a correr en el circuito austríaco, Verstappen es amante de la cautela. “Por supuesto que es algo positivo volver a correr aquí dentro de siete días”, manifestó. “Pero hay que demostrarlo”, apostilló. La felicidad no desborda al piloto de 23 años, que madura con celeridad, que ofrece un pilotaje cada domingo más consistente, que no muestra fisuras.

Hamilton pide una reacción

Hamilton, en cambio, víctima de la presión a sus 36 años, estuvo cerca de arruinar el segundo puesto al pisar la grava en su intento de cacería. Libró un trompo que hubiera sumado al grosero error cometido en Azerbaiyán. Están aflorando las flaquezas del británico, que clama por mejorar las prestaciones de su monoplaza. “Ha sido una carrera algo solitaria”, describió. “He intentando mantenerme, pero tienen más velocidad; han mejorado mucho en las últimas carreras”, declaró. “Intento no preocuparme, pero son más rápidos. Tengo que intentar hacer el mejor trabajo posible, pero tenemos que encontrar algo de rendimiento”, advirtió.

Red Bull presenta un rendimiento parejo a Mercedes en las zonas reviradas, pero se muestra superior en las rectas. “El coche está on fire”, dijo Verstappen. A su juicio, la virtud está en la eficiencia del alerón trasero del monoplaza. “Tengo que enseñárselo a la prensa”, bromeó. Sea cierto o solo una manera de distraer a la competencia para desviar la atención del motor Honda, la verdad es que su ventaja en el liderato de la clasificación del Mundial ascendió desde los 12 puntos hasta los 18. No es excesivo, pero lo preocupante es la inercia de Red Bull, cuya única mota en Austria fue la cuarta plaza de Sergio Pérez, que llegó a la última vuelta a distancia de DRS del Mercedes de Valtteri Bottas, pero no pudo auparse al podio. Si bien, el mexicano sigue creciendo al volante de su nuevo coche, lo que permite a la fábrica austríaca presentar el liderazgo también en el Mundial de Constructores.

Detrás de Lando Norris, que fue quinto con un arranque estelar que le elevó a la tercera plaza momentáneamente, clasificaron los Ferrari, que completaron una extraña actuación. Cuando sus esperanzas parecían arruinadas en los albores de la carrera, remontaron de forma espectacular. Carlos Sainz partió duodécimo y finalizó sexto; Charles Leclerc, que se vio obligado a visitar el garaje tras completar la primera vuelta debido a un toque con otro coche, se alzó hasta el séptimo lugar. Resultados destacados a nivel de pilotaje, pero no para la fábrica más laureada, que ha regresado a la zona media, incapaz de plantar cara a Red Bull y Mercedes.

En cuanto a Fernando Alonso, llegó a verse en la sexta posición. De nuevo realizó una salida fulgurante desde la octava plaza. Pero acabó relegado al noveno puesto. Si bien, parece estar adaptándose cada día más al Alpine, ya que por tercera carrera consecutiva terminó por delante de su compañero, Esteban Ocon, que fue decimocuarto.