(Nota: Esta reflexión está escrita antes del debate celebrado en ETB entre los candidatos… Nada de lo aportado en dicho debate hubiera cambiado este texto)

Los ciudadanos que no hayan votado por correo, —ya lo han hecho, al menos, tres veces más que en los anteriores comicios—, permanecen en silencio, apenas acuden a los diferentes actos porque son pocos los actos programados. En buena medida este coronavirus ha echado una mano a los líderes de los partidos que, cada vez se muestran más remisos y parcos en sus análisis políticos y en sus proclamas electorales. Hay poco que mostrar, poco nuevo al menos, porque el debate de las ideas se ha desideologizado y el de las propuestas concretas se ha sumido en la ambigüedad. Cuando más necesario es el debate en torno a la solución de los problemas, más empeño ponen algunos en dificultar tales soluciones. Un día, y otro y otro, todos recurren al estribillo del día anterior, eso sí, culpando siempre a los demás del atasco.

Si los eslogans usados por los partidos en la propaganda no aportan casi nada que sea esclarecedor, y se quedan en meras palabras de escaso significado, los debates apenas sirven para airear alguna ocurrencia, que aparece al día siguiente en las páginas de los diarios. Cuando comparecen los cinco (o más) candidatos que, a priori, tienen posibilidades de obtener representación, las propuestas concretas casi brillan por su ausencia, principalmente porque no está el horno para bollos dadas las circunstancias y previsiones laborales y económicas. Pero no solo por eso, sino porque cada cual vive en su parcela. El PNV y el PSE se aman desde hace algún tiempo y su matrimonio (quizás de conveniencia) parece tan fornido como duradero. EH Bildu, que es la antigua HB con sus agregados oportunos y oportunistas, es la alternativa, pero una alternativa basada mucho más en los errores que pudieran cometer los otros que en sus propuestas innovadoras, toda vez que salvo su oferta de nuevo estatus para Euskadi, -que queda inactivada automáticamente cuando usan el término Euskal Herria-, no ofrece ninguna propuesta realmente innovadora. Quien sí ha propuesto algo nuevo ha sido Unidas Podemos, que aboga por romper la baraja e, incluso, cambiar de juego. Su oferta de frente de izquierdas no tiene pies ni cabeza en Euskadi en este momento, porque el PSE (PSOE) es un partido serio, y EH Bildu aún tiene que cruzar la raya que lo legitime realmente. Al PP, con Cs, le queda una franja limitada y poco decisoria.

Cada cual está a su rollo. A falta de consignas eficaces y juicios bien fundados, suelen surgir los ocurrentes. Véase, Pablo Iglesias (Turrión, que no Posse) ha dicho que “no voy a hablar mal del PNV”, pero ha afirmado también que “el PNV necesita unos años en la oposición para ser una fuerza útil para su pueblo”. Su insensatez raya lo grotesco porque a su vez alabó al portavoz del PNV Aitor Esteban como “un tío listo que suelta zascas a la ultraderecha”. Este tipo de líderes (Iglesias), que están al plato y a las tajadas, son los que convierten la democracia en un mercado persa. Les pueden las ambiciones propias, y sus pensamientos e idearios quedan supeditados a sus intereses partidistas y a los caprichos e inclinaciones personales de sus líderes. Con acierto Urkullu ha dejado a un lado algunas quimeras que suele empuñar el nacionalismo cuando celebra sus fiestas propagandísticas. Ha defendido el autogobierno “frente a” la independencia: “No la veo posible y no comparto emprender una vía unilateral hacia la independencia”, completó Urkullu acertadamente.

Dejo para el final a mi compañera Idoia Mendía por lo acertado de sus aportaciones. Con la sencillez que requieren los tiempos actuales y los más próximos afirmó: “No necesitamos alternativas al Estatuto que nos dividan… Es una pena que aún queda pendiente que todos los partidos (o líderes) digan que matar no tuvo sentido”, dijo. Rechazó una reforma del Estatuto ahora y aseveró: “Necesitamos un Gobierno fuerte para afrontar la crisis, no incertidumbres”. Sus propuestas han sido durante toda la campaña tan sencillas como acertadas, que no están los tiempos como para inventar nada… ¡Que rule lo que viene rulando con garantías!