URSULA von der Leyen (Albrecht de soltera) nació en Ixelles (Bélgica) el 8 de octubre de 1958 y pasó allí los primeros 14 años de su vida. Su padre era un alto funcionario de la Unión Europea (UE) que llegó a ser director general de la Comisión de Competencia. La familia se trasladó posteriormente a Hannover. Ursula se fue a Londres a estudiar economía, pero no colmó sus aspiraciones. Abandonó la carrera, regresó a Hannover y se matriculó en medicina. En la nueva universidad conoció a su futuro marido, Heiko von der Leyen. En 2003 se lanzó a la política e hizo una carrera fulminante. En un primer intento fue elegida diputada para el Parlamento del Land de Baja Sajonia y nombrada inmediatamente ministra de Asuntos Sociales y Salud. Pronto, Angela Merkel, la canciller federal, la nombró ministra federal de Familia y luego de Defensa.

Von der Leyen era una desconocida para el gran público en 2019. La presidencia de la Comisión Europea se disputaba entre el conservador Manfred Weber y el socialista Frans Timmermans, pero los resultados de las elecciones y los recelos de los líderes de los Veintisiete sacaron a ambos del sprint final. En medio de duras negociaciones emergió el nombre de quien había sido ministra con Angela Merkel. Von der Leyen parecía que iba a pasar casi sin pena ni gloria por el Berlaymont, pero la legislatura le esperaba llena de vivencias sin precedentes.

Pese a los patinazos de los últimos meses y las críticas a su forma demasiado presidencialista y poco colegiada de dirigir la Comisión, sigue siendo la gran favorita a presidir de nuevo la Comisión Europea si el Partido Popular Europeo es de nuevo la formación más votada. En su mandato se ha tenido que enfrentar a crisis como la pandemia de covid, que paralizó completamente la economía europea y del mundo a los tres meses del inicio de la legislatura actual, a la invasión rusa de Ucrania, la mayor amenaza para la seguridad euroatlántica desde el final de la Guerra fría que le ha llevado a defender con ahínco la ayuda a Kiev y la incorporación de Ucrania a la UE. La firmeza en sus posiciones ha llevado a que más de uno le considere como una segunda “Dama de Hierro”, una digna sucesora de la británica Margaret Thatcher.

Sin embargo, en los últimos meses ha visto cómo se complicaba su camino a la reelección a raíz de polémicas decisiones. Para convencer al ala más dura de su partido de que es la persona adecuada ha endurecido también su discurso en materia de asilo e inmigración y ha suavizado, para contrarrestar las críticas del sector agrícola, su postura en defensa del Pacto Verde Europeo, uno de los legados que deja su mandato y que prometió hacer realidad a cambio de los votos progresistas que la auparon –por un escaso margen de nueve voto– en 2019.

Consciente de que el apoyo de los socialistas en el Parlamento Europeo no está asegurado (y que podría no ser suficiente) y del posible auge de la extrema derecha en el futuro hemiciclo, la alemana ya no descarta pactar con algunos de los grupos más ultraconservadores del panorama político europeo. Así, Von der Leyen, que hasta hace poco había mantenido una mayor distancia con esas fuerzas, ha abierto la puerta a llegar a acuerdos con determinadas fuerzas de ese espectro político y ha tendido directamente la mano a la italiana Giorgia Meloni.

Von der Leyen señala que sus condiciones para llegar a acuerdos son que las fuerzas sean “pro-europeas, anti-Putin y defensoras del estado de derecho” y considera que Meloni cumple estas condiciones.