“Reducir, reutilizar, reparar, reciclar, recuperar y rediseñar”. Estas son las premisas de las que parte la economía circular que rompe con el paradigma lineal para hacer frente a los desafíos medioambientales del siglo XXI. Además de ser un enfoque sostenible, abre la puerta a potentes oportunidades de negocio para emprendedores e inversores, y fomenta la creación de modelos innovadores basados en la producción eficiente y el reaprovechamiento de recursos. Aquí va un repaso de la transformación que ha supuesto para algunas de las actividades más dinámicas como son la moda, la agricultura, la construcción, la gestión de residuos o las plataformas de uso colaborativo.
Salvar el medioambiente prenda a prenda
Cada año, el sector textil consume 93.000 millones de metros cúbicos de agua para su producción, un volumen suficiente para satisfacer las necesidades de cinco millones de personas, según recoge la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. También es el responsable de un 10% de las emisiones globales de carbono, una problemática que se ha acrecentado todavía más por la moda rápida o fast fashion.
En este contexto aparecen firmas que crean sus prendas a partir de materiales reciclados y tejidos sostenibles con el objetivo de proteger los recursos naturales y defender la ética laboral. Dos de las más destacables son Patagonia, un icono estadounidense de la ropa deportiva sostenible, y Ecoalf, la primera marca de moda sostenible española certificada B Corp que elabora sus prendas con el plástico recogido del mar. Paralelamente, son muchos los usuarios que se han unido al movimiento de la compraventa de artículos de segunda mano o el alquiler de prendas para ocasiones especiales.
La industria textil bajo la lupa
Solo para poner las cosas en perspectiva: se calcula que fabricar una camisa de algodón requiere nada menos que unos 4.100 litros de agua. Esta cifra sube hasta 7.500 cuando se trata de unos pantalones vaqueros, mientras que unos calcetines y ropa interior conllevan el gasto de 2.200 litros de agua. Asimismo, durante el proceso de teñido de las prendas, cerca del 30% de las sustancias utilizadas se desperdician y acaban en los ríos y mares como aguas residuales, donde pasan varias décadas hasta degradarse por completo. Esta huella hídrica impacta aún más cuando se recuerda que, a fecha del 2023, un 26% de la población mundial carece de agua potable.
-Datos facilitados por la ONU y la revista Wired.
Agricultura del futuro
Tendrá que ser capaz de responder a retos como el agotamiento de los suelos, la escasez de recursos naturales o la creciente demanda de alimentos, y uno de los agentes del cambio serán las nuevas tecnologías. En este proceso de digitalización cobran protagonismo la inteligencia artificial para la agricultura de precisión, los tractores o sistemas de riego autoguiados, los drones y los sensores que permiten recopilar información sobre los cultivos a tiempo real, por mencionar algunos.
Cuando se trata de mitigar el impacto de las lluvias torrenciales, prevenir la desertificación y combatir el calentamiento global, la agricultura regenerativa se alza como una opción sostenible para restablecer el equilibrio del suelo. Esta modalidad se basa en restaurar la fertilidad y la calidad de los suelos degradados. Se rige por los principios de la agricultura convencional con métodos menos agresivos, como minimizar el uso de la maquinaria pesada, optar por abonos ecológicos, mantener cubiertas vegetales y diversificar los cultivos. “La agricultura regenerativa ayuda a aumentar la disponibilidad de agua y a reducir el efecto de las plagas, puesto que aparecen especies que las controlan, evitándose el uso de plaguicidas”, señalan desde el portal Reforesta.
También se habla de agricultura vertical y urbana centrada en el cultivo en estructuras verticales, en sistemas hidropónicos que prescinden de la tierra y en invernaderos situados en ciudades. Esta práctica favorece la producción de los alimentos de kilómetro cero, es decir, libres de la huella de carbono derivada del transporte de productos. Por otra parte, las energías renovables estarán más presentes que nunca, y una prueba de ello es la novedosa energía agrovoltaica, que consiste en aprovechar el mismo terreno tanto para la explotación agraria como para la obtención de electricidad de origen solar.
Edificios de impacto positivo
La edificación sostenible supone un cambio de mentalidad importante en la industria, y abre nuevas líneas de trabajo para emprendedores interesados en nuevos materiales y consultorías ambientales. Surge de la necesidad de preservar la armonía entre los espacios naturales y los construidos y apostar por edificios eficientes, rentables, duraderos y de bajo impacto medioambiental. Uno de los ejes principales que marcará el urbanismo del futuro será la utilización de materiales locales o materias primas ecológicas, como el vinilo, la piedra, el corcho o el bambú.
De igual modo, la eficiencia energética estará en el punto de mira desde las primeras fases del proyecto hasta el fin de su vida útil, por lo que la demanda se suplirá gracias a fuentes de energías renovables como la térmica o la fotovoltaica. Este enfoque se complementa con una selección de medidas que favorecen la gestión de los residuos y la reducción de la contaminación, a la vez que ponen en valor la salud y el bienestar de quienes habitan estos espacios.
Se pretende impulsar la rehabilitación de edificios preexistentes frente a las nuevas obras, puesto que supone una reducción importante en las emisiones. Cabe mencionar que la sostenibilidad urbana engloba también los alrededores de los edificios y la planificación de las ciudades, de ahí que se promueva la apertura de más zonas verdes y carriles para bicicletas.
Gestión de residuos inteligente
Se refiere a los sistemas que utilizan la tecnología para gestionar los desechos de una manera más eficiente y respetuosa con el medioambiente. Muchas de ellas utilizan el internet de las cosas o IOT para clasificar los residuos de un modo automatizado y preciso. Rutas de recolección programadas gracias al monitoreo del nivel de llenado de los contenedores en cada ubicación, reducción de costes operativos, mejoras en el proceso de reciclaje o recopilación de información a tiempo real: estas son algunas de las ventajas que brinda esta tecnología inteligente.
Afloran startups como la estadounidense LanzaTech que reconvierte las emisiones de carbono en combustibles y productos químicos de carácter sostenible, o Rubicon Global, que digitaliza el reciclaje mediante plataformas inteligentes
Otros avances interesantes son la incorporación de robots en centros de reciclaje, ya que ayudan a distinguir con rapidez y acierto los materiales reciclables. Le siguen otros casos de interés como los tubos de desagüe neumáticos que sirven para enviar los residuos directamente a los centros de tratamiento sin necesidad de que los recojan los camiones de basura, o los compactadores solares que comprimen los desechos a medida que estos se acumulan dentro del contenedor para aumentar su capacidad. Y en la misma línea, afloran startups como la estadounidense LanzaTech que reconvierte las emisiones de carbono en combustibles y productos químicos de carácter sostenible, o Rubicon Global, que digitaliza el reciclaje mediante plataformas inteligentes.
Auge del carsharing
El uso compartido de vehículos se ha consolidado como una alternativa sostenible para aquellos usuarios que no desean comprarse su propio coche o solo lo necesitan en momentos puntuales. Esta tendencia conocida como carsharing se ha hecho especialmente popular en grandes ciudades que presentan problemas de tráfico y escasez de aparcamientos.
No faltan los argumentos a favor de esta iniciativa, y es que compartir vehículo permite un mayor ahorro económico (el usuario solo paga por el tiempo de uso, evitando así los gastos de mantenimiento o de seguro) y fomenta que haya menos coches en circulación, lo que se traduce en más fluidez en las carreteras y menos contaminación. Este concepto también está facilitando el desarrollo de vehículos eléctricos y energías renovables en las infraestructuras de transporte.
Hay que señalar que existen diferentes tipos de carsharing. Por un lado está el free floating, que consiste en tener una flota de coches repartida en una zona de servicio determinada dentro de la ciudad. A través de una aplicación móvil, los clientes localizan el coche, lo alquilan y lo dejan aparcado donde prefieran al terminar. El modelo station based es similar al anterior pero cuenta con estación base, o lo que es lo mismo, puntos concretos que funcionan como puntos de recogida y de entrega de los vehículos. Otra de las opciones es el peer to peer, o vehículo compartido entre particulares. Aquí son los propietarios de los coches quienes los ponen a disposición de otros usuarios cuando no lo están utilizando. Aparte de ser una solución de movilidad sostenible muy atractiva, el carsharing abre un nuevo nicho de mercado para los fabricantes de coches y las startups tecnológicas.
Alargar la vida útil de los productos
Ropa, libros, tecnología, muebles, artículos de coleccionista, material de deporte… La lista de artículos de segunda mano que se pueden conseguir en las plataformas de compra, venta, alquiler y donación es casi infinita. Estos portales contribuyen a reducir la demanda de nuevos productos y contrarrestar los efectos del consumismo extremo, ya que permiten que los usuarios se conecten y efectúen transacciones de forma rápida y segura.
Además del mercado de segunda mano, algunos consumidores prefieren invertir en unos pocos artículos de alta calidad, reparándolos cuando se estropean, en lugar de reemplazarlos y promover la cultura del 'usar y tirar'. En este punto es interesante hacer referencia a propuestas como los envases activos diseñados por el centro tecnológico ITENE que permiten incrementar la vida útil de los bienes. “Los envases interactúan con el producto que contienen, ya sea liberando sustancias de acción positiva o absorbiendo sustancias que aceleren su deterioro. Esto es aplicable a varios sectores como la alimentación, la cosmética o la higiene”, exponen los especialistas.