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Editorial

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La lógica geopolítica de Vladímir Putin

La actividad exterior de Rusia obedece a la recuperación de las viejas formas de hacer de un gigante capaz de presentarse ante propios y extraños con un solo discurso, que no necesariamente coincide con la realidad

La incidencia de la política exterior de Rusia sobre sus vecinos es evidente. En el presente milenio, el desmoronamiento progresivo de la concepción imperial del gigante euroasiático -extensible a la época soviética-, situación que derivó de una conjunción de situaciones críticas que contribuyeron a desintegrar las cadenas que unían la vieja URSS, ha dado paso a la recuperación del brío expansionista de aquel país de la mano de un líder, Vladímir Putin, tan histórico como los zares que le precedieron y que no ha dudado en virar su forma de entender el mundo para recuperar las viejas formas de hacer. Lejos de las desconsideraciones hacia sus capacidades físicas y mentales, explicación socorrida y alejada de la realidad utilizada en Occidente, el jerarca eslavo se ha abrazado al orgullo nacional y a un relato único -que no tiene por qué amoldarse a la realidad, y, de hecho, no lo hace- para justificar internamente y lograr la bendición de su pueblo ante las decisiones adoptadas en países que otrora integraban la órbita soviética y, previamente, el Imperio ruso, a los que no duda en agredir en busca de la recuperación de un hipotético espacio histórico de seguridad para la supervivencia de su país. El presidente ruso es dueño de una escenificación y de una narrativa determinadas, construidas desde el antagonismo hacia el enemigo de siempre, con el que hay que contrastar en el tablero europeo, tras reconstruir la fortaleza económica, militar y social de una Rusia que llegó a tocar suelo tras la caída soviética, la independencia de las repúblicas, la desaparición del Pacto de Varsovia y la incorporación progresiva de sus componentes en la OTAN y en el conglomerado de la UE, o la retirada de Afganistán, donde su ejército fue vapuleado. Aquello ya quedó atrás, y Rusia necesita recuperar su ámbito de influencia. Ya lo hace en un sinfín de exrepúblicas soviéticas, muchas, dictaduras, y lo pretende en otras realidades geográficas que en su día compartían límites en los mapas políticos. Lo que ocurre en Ucrania es el ejemplo más notorio, aunque no el único. De hecho, y no necesariamente con la fuerza de las armas, las agresiones rusas, por ejemplo, con manipulaciones cibernéticas o apoyo a opciones políticas, ya se ha notado en países del arco occidental, como Hungría o Rumanía. Es la geopolítica histórica.