El Gobierno de Pedro Sánchez recibió ayer un espaldarazo en forma de informe del Fondo Monetario Internacional (FMI), que augura a la economía española un crecimiento del 2,9% este año. La revisión periódica de su informe sobre Perspectivas Económicas Mundiales lleva al organismo internacional a ponderar la evolución de la economía global y a identificar en ella factores de riesgo de los que no escaparía el desempeño más local. Se han convertido en constantes algunos elementos de inseguridad derivada de las implicaciones de la conflictividad regional en las materias primas energéticas. Igualmente, el pulso arancelario puede lastrar el crecimiento del PIB europeo, estadounidense y asiático en economías muy dependientes de la libre circulación de productos y capitales. En la virtud de su desempeño previo cabe también la penitencia de un cambio de paradigma que podría ser muy negativo para todos.
Centrados en Europa, el atasco de la economía alemana se augura temporal, lo que sería un alivio para las economías que venden a este motor industrial. Pero la advertencia está lanzada: es preciso diversificar sectores industriales y clientes para garantizar el mantenimiento de la actividad porque precisamente en el caso del Estado español han sido las exportaciones una de las principales palancas de crecimiento. Merced al rendimiento de la actividad creciente en materia de empleo, la perspectiva para el próximo año habla de un incremento de la demanda interna como elemento tractor. Pero esta es muy sensible a la disponibilidad de mercado para los productos y servicios, que traccionan el empleo y propician que el consumo de estos siga generando actividad, con ella riqueza y, mediante ella, la posibilidad de su distribución en forma de bienestar. La ecuación debe asegurarse en todas sus variables para eludir el riesgo de que un crecimiento nominal hoy no garantice una mayor creación de riqueza mañana. No es el mismo estándar el de una economía que acumula años de tendencia positiva y cuyo crecimiento, por escaso que resulte nominalmente, parta de una base de riqueza distribuida y equilibrada, que un alza coyuntural sobre bases endebles. No bastará gestionar fiscalmente el resultado del comportamiento de la economía sino propiciar que este siga siendo positivo.