Grupo Noticias reunió ayer en una jornada sobre desarrollo sostenible a responsables del ramo de las tres diputaciones forales, cuya visión poliédrica de los retos del horizonte 2027 convergieron en diagnósticos y recetas coincidentes. Amaia Barredo, Imanol Pradales y María Ubarretxena proyectaron un retrato de situación y expectativas pegado al suelo, sin ocultar las dificultades ni desmerecer lo conseguido y los principios que lo han propiciado. El desarrollo, en el momento histórico vigente, solo puede ser sostenible en todas sus variables -económica, ambiental y social- o no será desarrollo auténtico. Para encararlo con ambición solo cabe hacerlo con realismo. La sensación de que las soluciones más sencillas de verbalizar son las que más éxito tienen en la opinión pública solo sirve para inflar el impacto del populismo, que resulta igualmente dañino si se atrinchera en promesas sin coste aparente, como si lo hace desde el negacionismo de la necesidad de afrontar el reto de la sostenibilidad. La actividad económica es el carril que ha permitido avanzar a la sociedad vasca a los niveles de bienestar vigentes. Estos niveles de bienestar se han logrado mediante la cooperación público-privada, la cohesión interna ahondando en las políticas de igualdad de oportunidades que propician la sostenibilidad social y hoy demandan una transformación de la actividad para que esa creación de riqueza y actividad que permiten el desarrollo conjunto de la sociedad sea respetuoso con el entorno natural. No se escucharon en el encuentro de ayer soluciones mágicas ni promesas de éxito desde la comodidad que no requiere esfuerzos individuales y colectivos. No se dibujó un Edén gratuito, propio de los discursos preelectorales, sino una estrategia articulada que pasa por el trabajo, la apuesta por la transformación industrial hacia un paradigma respetuoso social y ambientalmente que permita continuar la dinámica de crecimiento equilibrado con la que se obtienen los recursos para sostener niveles de bienestar, propiciar la cohesión social y distribuir la riqueza en términos de igualdad. Alinear a las instituciones, el tejido productivo y la ciudadanía en una suerte de socialización de las políticas de desarrollo que exige la convivencia simultánea de iniciativas públicas y privadas en busca de garantizar un desarrollo sostenible realista, sin soluciones mágicas.