EL último pleno de política general de la legislatura se abrió ayer con un discurso del lehendakari caracterizado por la solidez argumental en el diagnóstico y las propuestas, con iniciativas y objetivos medibles en materia de salud, economía, educación, medio ambiente, energía, empleo y autogobierno. Iñigo Urkullu acudía a la Cámara de Gasteiz en el marco político de la confrontación en el Estado y la promesa de la oposición política y sindical de un clima irrespirable en el final de la legislatura. El lehendakari navegó esas olas con un discurso propio y diferenciado de ambas tendencias. Con la descripción de una agenda propia soportada por propuestas de solución a problemas sobrevenidos y muchas veces magnificados interesadamente. Encarándolos con mensajes concretos, nada idílicos pero sí acreditando una mirada más amplia del momento y el futuro del país y sus exigencias. Y merece la credibilidad que le concede el balance de cumplimiento de la palabra dada. A esa credibilidad contrapuso la oposición una sucesión de discursos muy legítimamente contrarios a su visión de los retos de país y ciudadanía pero sin hoja de ruta con la que responder a su propio diagnóstico. El fondo apelativo coincidente de sus mensajes comparte la lógica voluntad de desgaste en un escenario inevitablemente preelectoral para una legislatura que encara un horizonte máximo de nueve meses. Pero, hablando de autocríticas, en la estrategia de construir malestar desde los extremos faltó un mínimo contraste del dogma con la eficacia de sus recetas: de la inflamación del sector público y el endeudamiento estructural a su desmantelamiento y la reducción de recursos públicos; de la reivindicación de la soberanía sin mecanismos de materialización a la negación de su legitimidad. No obstante, la oportunidad de aprovechar el marco descrito en materia de políticas sociales, económicas o consolidación y desarrollo del autogobierno desde el reconocimiento de la nación vasca está sobre la mesa. Urkullu ofreció un terreno de juego que el resto, incluyendo su socio de gobierno, eludieron formalmente pero que, por ser los ejes del desarrollo del país para la próxima década, se hará demasiado presente para que se les de la espalda. Es una esperanza cierta que, aún con la perspectiva electoral del próximo año, apela a los partidos a construir consensos.