Hace más de un mes, el Gobierno de Pedro Sánchez decretó -el pasado 4 de julio- el final de la crisis sanitaria por el covid-19 en el Estado español. La ciudadanía lo había asumido desde varios meses antes y, prácticamente, amortizó el asunto con el final del pasado año. No obstante, es oportuno atender a los activos del balance de la gestión realizada en Euskadi por la institución competente, el Gobierno vasco, porque de lo contrario se perdería la perspectiva del esfuerzo que ha supuesto y el grado de éxito de la protección del bienestar de la ciudadanía vasca. En primer lugar, constatar el esfuerzo en materia de inversión y gasto destinados a paliar y combatir los efectos de la enfermedad. En el período 2020-2022, Lakua destinó más de 1.725 millones extraordinarios, además del gasto corriente necesario para el resto de servicios. Un importe concentrado en más de un 90% en reforzar Osakidetza y las áreas de educación y ayudas a la conservación del empleo y la actividad económica. Esta apuesta, unida al compromiso ciudadano, permitió reducir la incidencia sanitaria y económica -en términos de empleo y crecimiento- de la pandemia sobre nuestro entorno. Menos hospitalizaciones por 100.000 habitantes -998, la mitad que Madrid-, menos incremento de defunciones en el período -10,80% frente al 15,20% del Estado y hasta un 27,40% en Madrid- y siendo Euskadi el segundo país europeo con mayor porcentaje de vacunación. El éxito de la estrategia de protección del sistema público de prestaciones y servicios se puede medir en el informe internacional sobre percepción del bienestar ciudadano realizado en lo más crudo de la pandemia, tras su primer año y medio. La nota de bienestar que la ciudadanía vasca otorgó fue de un 7,1 sobre 10, lo que le situó en el nivel notable que sólo alcanzan los 15 países más desarrollados del mundo. Como referencia, la mayor nota de bienestar correspondió a Finlandia, con un 7,9 y la media del Estado español se fijó en un 6,5. Este es el marco en el que compete debatir sobre bienestar y calidad sanitaria en Euskadi. Sin renunciar al espíritu crítico que permite la mejora continua, la intención de crear un estado de ánimo apocalíptico de ciertos enfoques interesados que no se sustentan en la realidad objetiva ni en su comparación con el mejor entorno al que cabe aspirar.