SI la amenaza de un futuro catastrófico por culpa del cambio climático no era suficiente, ha tenido que venir una guerra como la de Ucrania para tomar conciencia de que la transformación del modelo de producción y consumo energético tiene que ocurrir aquí y ahora. El conflicto bélico no solo ha desnudado las debilidades de la Unión Europea. Sus consecuencias están apretando donde más duele, en el bolsillo de los hogares y las empresas, que se preparan para un invierno que se anuncia muy duro, sin que nadie adivine a otear en el horizonte un panorama despejado a medio plazo. Por supuesto, Euskadi no es una excepción y sufre especialmente esta situación, tanto por su escasa capacidad de producir energía como por el fuerte componente industrial de su economía. Ante esta tesitura, la administración vasca ha pisado el acelerador para desarrollar un modelo basado en la producción de energías limpias, al tiempo que disminuye la dependencia exterior. En este esquema se encuadran los planes para levantar nuevos parques eólicos, un sistema que conoció un primer desarrollo hacia el año 2000 con instalaciones como la de la sierra de Elgea, en la muga entre Gipuzkoa y Araba, pero que ahora va a conocer un renovado empuje con otras doce plantas en diferentes entornos y cumbres de la CAV. Entre ellas, la que va a desarrollar la compañía noruega Statkraft, líder a nivel mundial, en la zona de Azpeitia, que llega con el aval del Gobierno vasco y que ha despertado el interés de empresas vascas como Fagor para participar en su desarrollo. Pese a su carácter limpio y renovable, estos proyectos tampoco están libres de oposición social, lo que explica la asamblea informativa que convocó el Ayuntamiento de Azpeitia, en manos de EH Bildu, esta semana para que directivos de la compañía noruega expusieran sus planes a los vecinos. Para la izquierda aber- tzale llega ahora el momento más delicado de su reciente apoyo a este modelo energético, cuando toca acompañar desde la administración y la política la ejecución de estas instalaciones, sin caer en el maximalismo de grupos conservacionistas para los que no parece existir ninguna alternativa buena. En este contexto, el de la energía ha dejado de ser un asunto de desgaste u oposición en clave electoral. Se hace imprescindible una respuesta de país que tenga en cuenta la contribución para frenar el cambio climático y para garantizar el bienestar de la ciudadanía.