LA comparecencia del lehendakari, Iñigo Urkullu, en el pleno de política general del Parlamento Vasco estuvo a la altura de las zozobras del momento. Acudió a rendir cuentas sobre lo realizado y se acompañó de un programa de acciones para encarar el presente y el futuro cuyo grado de concreción no estaba previsto en las bancadas de la oposición. Urkullu desplegó una amplia estrategia que tocó todos los aspectos de los retos sociales, económicos y políticos inmediatos. La impresión que transmitió la posterior evolución del debate parlamentario fue que ningún otro había preparado con el mismo grado de profundidad, análisis y proposición la rendición de cuentas, lo que se tradujo en que no afloraran alternativas tangibles a las propuestas y sí una acción discursiva que pecó de superficialidad a la hora de aplicar la debida labor de control que le compete a la oposición. Más allá de un cuestionamiento genérico de sus 40 medidas de acción o de la mera reflexión ideológica, el escenario descrito por Urkullu y sus propuestas de acción no hallaron réplica factible. Las posiciones alternativas se movieron entre descripciones y prioridades contradictorias a uno y otro extremos del abanico ideológico de izquierda y derecha: desde la propuesta de publificación sistemática como medio de equilibrar la sociedad sin contemplar la fórmula para asegurar la generación de recursos; hasta su opuesto, con la práctica privatización de los recursos y servicios, individualizando las respuestas a la crisis por la vía de la rebaja fiscal sistemática, que cierra el círculo de la carencia de recursos por el otro extremo. En este escenario, el centro del debate político volvió a dejarse en manos del lehendakari y el programa de gobierno que propone y sustentan los partidos que le respaldan. No es un mal escenario en tanto sean sinceras las apelaciones al diálogo y el consenso a las que todos afirmaron estar dispuestos a sumarse. El refuerzo anunciado de las Ayudas de Emergencia Social, las dirigidas a la financiación del tejido productivo ante el coste de la energía, la deflactación adicional del IRPF –que minore el impacto de la inflación en los bolsillos de los ciudadanos– y la agenda de cohesión social, juventud y reto demográfico, empleo, desarrollo económico o cambio climátrico es suficientemente sólida como para trabajar sobre ella con agendas compartidas y estar a la altura del momento y no ceder a la perspectiva electoral inmediata.