La inflación alimentaria, sin vuelta atrás
Los precios de carne, pescado o frutas, entre otros productos, han crecido en cinco años por encima del resto de componentes de la cesta de la compra
La inflación está rebajando su presión sobre las economías europeas pero, tal y como aseguran los expertos, es bastante improbable que los precios regresen a los baremos anteriores a 2022 en dos materias: los alimentos y la electricidad. En el caso de los primeros, su incremento es muy superior al del resto de componentes de la cesta de la compra, como ha puesto de relieve un reciente análisis del Banco de España.
El artículo ‘Evolución y perspectivas de los precios de los alimentos’, publicado en el Boletín Económico del segundo trimestre del regulador recoge que, efectivamente, “entre el último trimestre de 2019 y el último de 2024, los precios de los alimentos en España han aumentado más que los del resto de los componentes de la cesta de la compra”. Como razones, el análisis se detiene en dos factores. Por un lado, los costes energéticos que requieren las actividades agrícola, ganadera y pesquera se dispararon a raíz de la crisis provocada por el estallido de la guerra de Ucrania, al tiempo que, a nivel global, los fenómenos meteorológicos de carácter extremo, como sequías e inundaciones, están dañando los suelos de forma severa.
Y las consecuencias las notan los consumidores. Según la última estadística del IPC, los precios de los alimentos han subido un 1,5% en lo que va de año, mientras que en la comparativa interanual, respecto a mayo de 2024, el crecimiento ha sido del 2%. Al detalle, por ejemplo, se aprecian subidas más notorias en apartados como el de alimentos sin elaboración, en el que el aumento en los cuatro primeros meses del año ha sido del 3,9%, mientras que en tasa interanual es incluso más elevado: 6%.
El exministro de Trabajo Manuel Pimentel publicó el pasado año el ensayo ‘La venganza del campo’, un libro en el que analizaba la subida de los precios en la alimentación y denunciaba que “la sociedad europea, eminentemente urbana, se ha ido olvidando del campo”, dando por hecho que los precios de los alimentos iban a seguir siendo asequibles. Pero, subrayaba entonces, con el crecomiento de la importancia social de conceptos como la sostenibilidad y el Medio Ambiente, cada vez hay menos tierras de cultivo, “se abandonan los campos” y, por tanto, la producción baja y “eso irremediablemente implica una subida de los precios”.
En una entrevista con este diario, recordaba que, en términos económicos, “el sector lleva sufriendo años de precios de derribo”. En una crítica también a los grandes grupos de distribución, explicaba que “un carro de la compra hace dos años estaba a 125 euros en una gran superficie. Hoy está en 250 y a este ritmo acabará en 400 o 500”. Asimismo, trazaba el recorrido histórico de toda esta evolución: “la globalización es clave para entender el proceso vivido en la alimentación. Comienza en los 90, con la apertura de fronteras. Eso supuso que los recursos se asignaran al espacio donde fueran más eficientes. Se producía donde más barato salía. Todos los precios bajaron, lo que unido a una concentración en la distribución, provocó que en la dos primeras décadas de este siglo la alimentación fuera la más barata de la Historia. Pero Estados Unidos vio que China le estaba adelantando y ha querido cambiar las reglas del juego. La globalización, tal y como la conocimos, ha acabado. Han vuelto las aduanas y las fronteras. Eso conlleva un encarecimiento de los alimentos importados. Si a eso le unimos las guerras y y los conflictos, lo que importamos sube de precio. Al mismo tiempo hemos desmantelado nuestra capacidad productiva. Ese período tan prolongado de precios bajos no va a volver”.
Esta situación provoca que, como indica el artículo del Banco de España, se observe una “tendencia estable y creciente” en los precios relativos de los alimentos desde comienzos de siglo y hasta mediados de 2022 y, a partir de entonces, un “aumento significativo” tanto en España como en la Unión Europea, de forma que “a finales de 2024 no parecía haber señales de reversión hacia la tendencia previa”.
“Los precios de las materias primas alimenticias han experimentado un crecimiento intenso debido a diversas perturbaciones que han afectado a la oferta agrícola. Entre ellas se encuentran el incremento de los costes energéticos, los fenómenos meteorológicos extremos relacionados con el cambio climático y la implementación de políticas comerciales restrictivas sobre la exportación de determinados productos en algunos países, lo cual ha presionado al alza los precios a nivel mundial”, exponen los analistas.
Asimismo, remarcan que la energía desempeña un “papel fundamental” en los sistemas alimentarios. “Se consume no solo en la producción primaria, sino también en actividades secundarias, como el secado, la refrigeración, el almacenamiento, el transporte y la distribución de alimentos, y es necesaria en todas las etapas de la cadena agroalimentaria, tanto directamente -para la producción, el procesamiento y el transporte- como indirectamente, para la fabricación de fertilizantes y maquinaria”. Como consecuencia, entre el último trimestre de 2019 y el último de 2024, los precios de consumo se incrementaron en un 33,9% en España, un porcentaje superior a la subida en la UE, que fue del 31,2%. Por último, lanzan una advertencia: “el incremento de los precios genera efectos más negativos en los hogares de ingresos más bajos, cuya proporción del gasto en alimentación es comparativamente superior a la del resto”.
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