Lleva 15 años al frente del CRL. Un tiempo en el que se han encadenado la crisis más larga de la historia, el cierre económico durante la pandemia y la mayor escalada de precios, avivada por la invasión de Ucrania, de los últimos 30 años.

¿Avanza la negociación colectiva?

—La negociación colectiva está ligada a dos parámetros fundamentales: cómo evoluciona la economía y cómo evoluciona el empleo. Son aspectos importantes, porque la negociación colectiva tiene relevancia cualitativa en las condiciones laborales. Una buena negociación colectiva está bien, pero si se desarrolla en un contexto positivo, es mejor.

Algo que no ocurre ahora.

—Ahora estamos en un contexto económico complejo, con importantes incertidumbres, pero que, en lo sustancial, está resistiendo. Cerramos 2022 con un crecimiento del PIB de casi el 4,5% y las previsiones para este año, que se han rebajado, están en torno al 1,5%. ¿Es suficiente para generar empleo? Parece que sí, porque los datos de empleo son positivos en el capítulo cuantitativo. La afiliación a la Seguridad Social roza el millón de personas en Euskadi y es el máximo histórico. En el paro registrado estamos también por debajo de los 110.000 desempleados, que es buen dato. Entre los parámetros cualitativos está la estabilidad del empleo. Y los datos, de nuevo, son claramente buenos. El número de contratos indefinidos ha crecido por encima del 120% con respecto a la situación prepandemia. Pero hay que estar atentos a la figura de los fijos discontinuos.

¿Cumple la reforma laboral el cometido de incentivar el contrato indefinido o quedan asignaturas pendientes como la de los discontinuos?

—Antes de la reforma, a finales de 2021, se observaba una cierta tendencia a firmar más contratos indefinidos, pero el salto cualitativo se ha producido después de la reforma. Siempre quedan asignaturas pendientes, hay que estar atentos a la evolución de otros parámetros. Y el más complicado es el de los fijos discontinuos. Son indefinidos, con un vínculo estable, pero que trabajan de forma intermitente. Han crecido, no se puede negar, pero de momento han crecido mucho menos que los contratos fijos ordinarios y a jornada completa. El incremento de la contratación indefinida es bastante sólido en términos generales. Para completar este cuadro, el otro tema cualitativo fundamental son las condiciones laborales y la tasa de cobertura de la negociación colectiva.

¿Cuál es la situación?

—En nuestro último informe un 30% de los trabajadoras y trabajadores vascos sujetos a negociación colectiva ya tienen renovado su convenio, pero ese dato, que es de febrero, se va a incrementar notablemente con los datos de marzo, con los nuevos convenios que se están registrando. Podemos hablar de un incremento de unos diez puntos y nos situaremos en un entorno del 44%.

¿Es un nivel aceptable?

—Pone de manifiesto que todavía queda por actualizar una parte importante de la negociación colectiva. Pero si lo comparamos con la serie, por ejemplo con los últimos seis años, es el segundo mejor dato. La valoración es moderadamente positiva, sin caer en la autocomplacencia. Hay que seguir negociando y elevar el porcentaje de condiciones laborales actualizadas. Insisto, la impresión general es que la negociación colectiva ha arrancado este año bastante bien. Lo siguiente son los convenios que no se han renovado, pero siguen vigentes, pero el problema es que las condiciones están congeladas. Eso en un contexto de inflación baja no es muy preocupante, pero en un contexto de inflación alta como ahora es más problemático. Es más urgente llegar a acuerdos cuando los trabajadores pierden poder adquisitivo. Y luego están los convenios decaídos, los que se perdieron con la reforma de 2012. Ahí tenemos todavía un porcentaje cercano al 8% de personas sin convenio, pero también ha mejorado. Casi se ha reducido a la mitad. Es una buena noticia aunque queda trabajo por hacer.

¿Cuáles son las previsiones?

—Es fácil confundir los deseos con la realidad. Aparte, hacer previsiones siempre es arriesgado. Pero, viendo la evolución de los parámetros generales y si el crecimiento económico se mantiene como parece, podemos esperar que la negociación colectiva también avance y que se finalice el año con un porcentaje significativo de convenios renovados. Soy moderadamente optimista. Estamos viendo una cierta aceleración de la negociación.

¿Alimenta la inflación el conflicto?

—La inflación es una variable compleja. Depende de cómo la mires. Tenemos un dato relativamente bueno en términos de inflación interanual después de lo que hemos visto últimamente. El dato de marzo es el 3,3%, pero es bueno porque estamos comparando con marzo de 2022, cuando los precios ya eran muy altos. La tendencia apunta a que seguirá bajando, aunque sea lentamente. Pero hay datos más preocupantes, la inflación subyacente es alta, por encima del 7%. La inflación de los alimentos sigue siendo muy alta y eso afecta sin duda a las personas de renta más baja. ¿Eso va a enredar la negociación colectiva? En un contexto con la inflación alta como el actual, pensábamos que las negociaciones iban a ser muy complicadas, fueron y están siendo complicadas, pero vemos acuerdos. Acuerdos en los que las partes han sido capaces de extender la vigencia a periodos más altos para repartir el impacto de la inflación. La negociación colectiva en su conjunto ha reaccionado bien y está encontrando salidas en este escenario tan complicado, lo que no quiere decir que no sea difícil. Negociar siempre es difícil y, con la inflación alta y una cierta incertidumbre sobre la situación económica, es más difícil. Hay menos certezas para alcanzar acuerdos y riesgos mayores. Con todo la negociación colectiva está reaccionando bien y está encontrando salidas.

¿Bajará la conflictividad laboral ?

—El número de huelgas, la conflictividad, es tradicionalmente alta aquí. Llevamos mucho tiempo con una conflictividad alta en términos relativos. La conflictividad se puede medir por numero de huelgas, por numero de personas que participan y, sobre todo, por número de jornadas. Puede haber muchas huelgas que tengan poca incidencia o, como ha ocurrido con el metal de Bizkaia, una huelga que afecta a muchas personas. Esa huelga hizo que en 2022 el incremento en términos de personas y en términos de jornadas fuera muy alto. Sin embargo, los primeros datos de 2023 ponen de manifiesto que hay más huelgas, más personas afectadas, pero desciende el número de jornadas perdidas en un 60%.

¿Una de las enseñanzas de las últimas crisis es mantener el empleo?

—Creo que sí. El empleo es el estabilizador social por excelencia, pero más en épocas de crisis, cuando el esfuerzo hay que centrarlo en no perder empleos. No se pierde cualificación, no se pierde la inversión en personas y el escenario de recuperación es más fácil y rápido, como se vio en la pandemia. El empleo es la clave, cuantitativamente, pero también cualitativamente. El empleo debe tener estabilidad porque permite construir un proyecto de vida y dotar a los trabajadores de recursos para que accedan al ciclo de producción y consumo. Empleo con condiciones laborales, sobre todo salariales, justas. Y ahí la negociación colectiva es clave. Es probablemente el instrumento fundamental para llevar a cabo un reparto primario de la riqueza. Distribuir de forma justa, con equilibrio, lo que producimos, la riqueza que generamos como sociedad. Hemos aprendido eso y espero que no se nos olvide. Y que mantengamos el consenso de que es un elemento clave y que hagamos los esfuerzos necesarios y correlativos para que no sea solo un deseo, un objetivo, sino una realidad.