Natural de Urretxu, Arocena habla con entusiasmo del sector biotecnológico y no oculta su satisfacción “porque la ciudadanía, con la pandemia, ha volcado su interés y descubierto el sector”, subraya sonriente el director general de la Asociación Española de Bioempresas (ASEBIO).

El BEC de Bilbao en 2016 y ahora en Iruñea. ¿Biospain tiene tendencia vasca o la realidad biotecnológica aquí es de alto nivel atractivo?

—Esto refleja el compromiso de las Instituciones vascas con nuestro sector. En 2016, cuando se celebró en Bilbao tuvimos el apoyo del Gobierno vasco a través de SPRI. En esta reciente edición de Pamplona/Iruñea hemos contado con Sodena, que es el brazo inversor de la consejería de Desarrollo y Economía empresarial del Ejecutivo de Navarra. Eso demuestra el sentido de responsabilidad de las Instituciones con el evento. En esta edición de Biospain me gustaría poner en valor la decidida apuesta del Gobierno de Navarra en circunstancias complicadas.

Año y medio de semiparada pandémica ¿ha repercutido mucho en el sector biotecnológico?

—La pandemia ha sido una desgracia para el conjunto de la sociedad, también para un sector como el nuestro, pero al mismo tiempo hemos hecho de la dificultad virtud, intentando sacar algo positivo. La crisis sanitaria ha servido al sector para poner de relieve el impacto que tienen nuestras líneas de trabajo. Estamos buscando soluciones para hacer frente a los retos sanitarios, sociales, económicos y medioambientales que tenemos por delante; se ha visto en la pandemia. Me gusta recordar que a finales de 2019 conocimos que había un virus en China, en Wuhan; en enero se secuencia el virus y en marzo ya teníamos empresas en el Estado produciendo test-covid, PCR. Y en abril ya poníamos en valor que estábamos produciendo 750.000 test PCR y 750.000 test de anticuerpos.

¿Eso es el sector biotech?

—Sí. Ahora mismo se están produciendo más de 10 millones de test PCR en España, exportando una parte importante. Pero el más claro ejemplo es la vacuna; las que más se administra en el Estado es la de BioNTech-Pfizer, descubrimiento europeo; desarrollada en Europa y luego escaladacon una gran compañía farmacéutica. Pero sin BioNTech, que es una compañía biotech pequeña, no hubiera sido posible. Y también otras empresas están desarrollando más fórmulas para los tratamientos.

Aún abundan los terraplanistas de la ciencia, pero la capacidad de generar vacunas eficaces en corto intervalo de tiempo, ¿ha relanzado la biotecnología?

—Pienso que sí. La pandemia nos ha proporcionado una oportunidad para poner de relieve el papel que el sector de la biotecnología juega en proporción a soluciones sociales, en este caso contra el reto sanitario que tenemos delante. El público ha descubierto este sector que era un gran desconocido para la mayoría. Han visto que las empresas basadas en I+D hechas aquí son capaces de competir a escala global y aportar soluciones. Y ligado con los escépticos, comunicar ciencia es muy complicado, porque siempre queremos certidumbres, blancos y negros, y la ciencia está basada en la falsa fiabilidad, en el tiempo y en que tu demuestres hipótesis. El principio básico es que pueden ser falsas en el futuro.

¿Faltó comunicación a la sociedad?

—El que viviéramos, en tiempo real, cómo progresaba la ciencia con las vacunas, produjo en ocasiones cierta inquietud en la población. Ante esto, nuestro sector también tiene que hacer una reflexión, no desde la soberbia, sino desde la comprensión. Porque hay quien no entiende el impacto del progreso científico e industrial que se ha hecho en la lucha contra la pandemia. Todo esto habría que haberlo transmitido de forma más clara para que comprendieran que las soluciones que tenemos son eficaces, seguras y, desde luego, sin precedentes en la historia.

¿Tras la pandemia la población ve más claro que la solución a los avatares de la salud está en el desarrollo de la biotecnología?

—Es lo que esperamos. Nosotros lo venimos identificando y creo que Biospain-2021 en Pamplona ha puesto en valor un incremento en el interés de la inversión privada. En el informe ASEBIO-2020 pusimos de relieve que la inversión había crecido. Hablamos de ampliación de capital privado, por parte de fondos de capital riesgo y de inversores privados de otro tipo, no solo a través del mercado de capitales. De 100 millones en 2019 hemos pasado a 150, un crecimiento del 50%. Lo mismo ocurría con la inversión de capitales. Está claro que la inversión ha girado los ojos y puesto el foco en nuestro sector; también esperamos que continúe la actuación de los poderes públicos, que han articulado un notable esfuerzo inversor, aunque nos gustaría más ambición.

En este periodo, ¿han aumentado las empresas dedicadas a la biotecnología?

—En el informe 2020 veíamos que las biotech que exclusivamente se dedican a la biotecnología ascendían a 790 compañías, que era un crecimiento con respecto al ejercicio anterior. Tenemos un incremento continuado desde 2013-2014, cuando se produjo el bajón por la covid-19.

¿Es fácil montar una empresa biotech? ¿La burocracia es un lastre?

—Uno de los grandes retos como ecosistema empresarial es precisamente lo que mencionas. Generamos muy buena ciencia; somos muy competitivos. Estamos en novena posición en producción científica biotecnológica en el conjunto del Estado; en áreas de terapias avanzadas estamos en quinta posición, en ensayos clínicos de origen académico en el primer puesto a escala global. Sin embargo, tenemos serias dificultades para generar empresas y valor económico sobre esa ciencia en áreas basadas en tecnologías disruptivas, donde se tienen necesidades de inversión muy voluminosas y plazos de maduración muy largos. Ahí el ecosistema todavía no funciona de forma fluida. Por eso, los poderes públicos deben seguir apostando por este sector.

Se pide un 2% del PIB para la investigación, pero seguimos en el 1,4%. ¿Se implican suficientemente las instituciones públicas?

—Hay un área de mejora sustancial, en volumen y también en instrumentos adecuados. Si los sectores que trabajan en tecnologías disruptivas, como el sector biotecnológico, tienen largos tiempos de desarrollos de modelos e iniciativas de inversión voluminosas, es evidente que los instrumentos tradicionales del ecosistema del fomento de la innovación basados en préstamos no son la herramienta más adecuada. ASEBIO apuesta por darle vuelta a esto y poner herramientas sobre la mesa que cubran o acompañen las necesidades de las empresas durante todo el proceso de producción.

La participación privada. ¿Se está implicando financieramente en iniciativas biotecnológicas?

—Hemos avanzado mucho en la inversión privada, en 2020 con un incremento del 20%. Pero a veces todo esto funciona como compartimentos estancos. Vemos convocatorias en el contexto covid del fomento de la I+D dirigidas al sector público y otras dirigidas al privado; la colaboracion entre estos dos mundos no se ha fomentado. Los retos y, particularmente el de la emergencia sanitaria, era tan excepcional que tendría que haberse hecho un mayor esfuerzo para romper esa pared y tener una visión más integral de la cadena de valor; de esa forma los proyectos en los que invierten en I+D terminarán también generando innovación y llegando al mercado, que es la forma en la que generará impacto y la sociedad ganará y mejorará.

Si nos comparamos con países de nuestro entorno, ¿nuestra inversión es similar, menor, mayor?

—Depende con quién nos comparamos. A nosotros nos gusta hacerlo con Reino Unido, que es referente en Europa, con Alemania y Francia. El Estado está por detrás de ellos en los indicadores de desarrollo empresarial y, sobre todo, de financiación de empresa. En cambio, la ciencia está a alto nivel. Debemos hacer un esfuerzo por impulsar ese desarrollo de compañías y su crecimiento.

¿Qué demanda de las biotech esa medicina que camina hacia ser de precisión y más personalizada?

—Esos han sido los ejes principales de Biospain en Iruñea. Hubo varias mesas redondas donde hablamos de la medicina del futuro, personalizada y de precisión, y también de la estrategia del Gobierno de Navarra. Es una nueva forma de diagnosticar y tratar las enfermedades que ya están ahí. Estamos en la era de la medicina personalizada y de precisión y si queremos aprovechar esa oportunidad tenemos que prepararnos para poder investigar y desarrollar tecnologías en este campo tanto como para que el sistema sanitario pueda incorpararlas en la práctica clínica, porque esto implica obligatoriamente una nueva mentalidad, una nueva filosofía, nuevos esquemas de colaboración público-privada.

¿Cuáles son los campos en mayor expansión y demanda?

—Lo nuestro es una tecnología transversal que contribuye a la competitividad de muchos sectores económicos. Sobre la alimentación estamos viendo un dinamismo muy innovador en ese segmento, con compañías que están desarrollando nuevos ingredientes nutricionales vinculados a la tendencia saludable y sostenible.

¿Por qué se marchan sin retorno tantos y tan buenos posdoct?

—Es una reflexión interesante la de que la movilidad en sí no es mala; otra cosa es que no puedan volver. Hay que perseverar en el incremento de la I+D, en mejorar para atraer investigadores. Porque la materia prima del sistema I+D son ellos.

¿Corremos el riesgo de que China, Singapur, Indonesia, Corea del Sur, Japón... desequilibren la balanza tecnológica hacia el Este?

—Una de las cosas que ha puesto de relieve la covid 19 es lo peligroso que es eso. Cuando tu externalizas, descapitalizas las capacidades tecnológicas de un país, y si se da una situación de emergencia, como la que se ha dado con la covid, ves que eres dependiente de terceros países y cuando los países están tensionados no puedes comprar mascarillas, ni test PCR, de nada que no haya en el mercado. Europa debe reflexionar en profundidad sobre su autonomía en sectores estratégicos como este.