¿Cuáles son los grandes cambios respecto al primer laboratorio marino instalado en 2018?

—Es un único proyecto en dos fases. De hecho las líneas de fondeo del primer laboratorio, que tenemos que retirar, estaban preparadas para amarrar este segundo proyecto, que estará a unos 60 o 65 metros de profundidad. Hay un incremento de tamaño y del número de muestras, y podemos ensayar componentes mucho más grandes. Además, va a estar conectado a la red eléctrica, esa es una de las razones para haberlo puesto en Bimep, en Armintza. Quien quiera ensayar allí, por ejemplo un aerogenerador marino o un generador de energía de las olas, puede tener suministro eléctrico.

Entiendo que se probarán materiales muy diversos, siempre enfocados a mejorar el producto antes de salir al mercado.

—Estamos probando por ejemplo tornillos sensorizados. Una de las claves que explica el alto coste de la energía eólica marina es la inspección y mantenimiento de los parques, que suelen estar a 10 o 15 kilómetros de la costa. Estos tornillos sensorizados te dicen en remoto cuándo hace falta ir a revisar o tocar algo. Es una apuesta de la empresa Erreka, que se dio cuenta de que haciendo tornillos normales no podía competir con los chinos y ha decidido ir un paso más allá. En el laboratorio comprobamos cómo se comportan esos tornillos. Sabemos que en el taller van bien pero, claro, cuando tienen 3 centímetros de algas encima pueden no ir tan bien.

El laboratorio es la 'pata científica' dentro de la apuesta de Euskadi por fomentar nuevas energías limpias, en este caso la marina.

—Sí. El laboratorio está impulsado por el Clúster de la Energía y apoyado por el Gobierno vasco. Las empresas del mundo offshore detectaron que les hacía falta una plataforma para ensayar soluciones antes de saltar al mercado. Y este fue el origen del proyecto. También hay otras empresas como Vicinay que mostraron mucho interés. Vicinay ha ensayado sistemas de identificación de eslabones o sensores para ver si tiene o no que cambiarse el eslabón. Todo esto lo podemos ensayar en unas condiciones no iguales que las del mar abierto, pero sí más cercanas. El acceso es mucho más sencillo y barato para las empresas que poner directamente los elementos en un parque eólico.

¿Cómo se trabajará en el laboratorio?

—Será igual que hasta ahora. Vamos un día, hacemos las instalaciones de las muestras y nos marchamos. El disponer de una zona confinada nos va a permitir almacenar herramientas y ensayar elementos que requieran estar a cubierto.

¿Cuánto ha costado el proyecto?

—El coste total, incluyendo la primera versión y las maniobras de colocación y conexión del cable, que son muy caras, ronda los 2,6 millones. Está diseñado para tener una vida útil de unos 10 años. Hemos tenido ayudas del Gobierno vasco en torno al 30% y el resto son fondos propios de Tecnalia.

¿A cuántas empresas puede dar servicio?

—Algo más de 20 empresas ya han ensayado soluciones. Luego esto supone un polo de atracción a la hora de participar en proyectos europeos de investigación, ya que es un proyecto único. No es solo la actividad en sí del laboratorio, también haremos otras actividades paralelas en tierra que no serían posibles si no consiguiéramos esos fondos europeos con este gancho.