Imanol Miramón (Iruñea, 1979) es editor de Katakrak. La última obra de la marca que ha pasado por sus manos es La incompleta, verdadera, auténtica y maravillosa historia del 1 de mayo, una recopilación de artículos del historiador Peter Linebaugh. La editorial Katakrak publica el libro dentro de una línea de textos históricos que intentan conectar con realidades del presente. El autor fue el principal reclamo para fijarse en la publicación: primero, pertenece a la escuela de Edward P. Thomson, un reconocido historiador marxista británico; y segundo, también participa en un grupo de investigación junto a la conocida teórica feminista Silvia Federici.

¿Qué encuentra el lector en este libro?

—Es un texto histórico bastante entretenido. Cada 1 de Mayo, Linebaugh escribía un artículo histórico sobre la efeméride. Este libro recopila algunos textos relevantes, y los junta, creando una imagen global del 1 de Mayo y sus historias. Son artículos escritos entre 1986 y 2015. Es un ensayo de historia fácil de leer, porque cada artículo se centra en algo en concreto, e introduce muchas anécdotas para descubrir cosas nuevas.

¿Antes de nada, quién es Peter Linebaugh?

—Es un historiador marxista que en su carrera ha ido buscando la historia de las revueltas y la historia de la política. Nació en Estados Unidos, y él mismo se autodefine como “hijo del imperio”. Pero lo hace de manera irónica, porque es uno de esos hijos que se rebelan contra ese imperio. Durante su vida, ha compaginado el trabajo como profesor de universidad con, por ejemplo, dar clases en las cárceles sobre historia del racismo. Es una persona muy comprometida.

¿Cuál es la clave del libro?

—La idea central es el vínculo que hace entre el mayo obrero, con todas las festividades paganas que se han hecho tradicionalmente ese mes. Aquí, por ejemplo, tenemos los mayos, el palo de mayo. Es un mes de consolidación de la primavera en el hemisferio norte, un mes de muchas festividades. Pero, a la vez, todas esas tradiciones también han estado históricamente prohibidas, como en la Edad Media; la Iglesia ha tenido mucho recelo a esas tradiciones. El poder siempre ha visto en ellos una fuente de desorden, porque eran actos de carácter muy popular. Linebaugh denomina a los dos mundos como “mayo verde y mayo rojo”, e intenta explicar la unión entre la tierra, la primavera, lo popular, con lo tradicional pero rebelde, y con lo obrero.

¿Por qué es importante ese vínculo entre los dos mundos?

—No es un libro que hable de sindicalismo. El hilo conductor es la construcción de lo común, que defiende la reivindicación de derechos, pero también la creación de la comunidad, de lo comunitario y popular. En el libro hay un personaje que representa esa simbiosis: Lucy Parsons. Toma su apellido de Albert Parsons, su marido, y uno de los condenados a muerte por supuestamente lanzar una bomba que mató a un policía en las revueltas de Haymarket de 1886, en Chicago, los hechos cuyo aniversario representa el 1 de Mayo. Lucy Parsons fue una de las mayores referentes del anarquismo y del marxismo de finales del siglo XIX y principios del XX; pero también mantuvo reivindicaciones feministas. Además, siendo descendiente de esclavos y de nativos americanos, fue una defensora de los derechos civiles de las personas negras. En los rasgos faciales de Parsons eran bien notables las raíces familiares, y simboliza mediante su propio cuerpo las dimensiones asociadas al mundo obrero que precisan de centralidad política: las luchas antirracista y feminista.

¿El libro defiende un nuevo 1 de mayo?

—No se trata de algo nuevo, porque no pretende cambiar el mayo obrero, sino que es un intento de resignificación del día añadiendo más matices. A principios del 2000 hubo manifestaciones coordinadas a nivel europeo con un ambiente bastante festivo. Eran marchas con un componente sindical bajo; se hablaba, por ejemplo, del movimiento de los precarios. La imagen del trabajador ya no puede ser el del obrero de la fábrica del metal. La dominación capitalista tiene que ver también con muchas formas desreguladas de trabajo, más precarias, inseguras, diversas, y que no encajan con la idea tradicional del obrero de masas con conciencia de clase. El 1 de mayo actual tiene que llegar a más gente, representar a las figuras aparentemente marginales de la sociedad, pero que ya han cogido una centralidad en la sociedad. Hablamos, por ejemplo, de los trabajadores de Glovo y de las personas sin papeles.

¿Cómo encajan las generaciones jóvenes en esa nueva idea del trabajador?

—Entran de lleno. La juventud se encuentra con un mercado laboral en el que no hay una oferta de trabajo fijo. Se encadenan trabajos precarios de seis meses, doce meses, en proyectos. Y hay que encontrar algún tipo de herramienta organizativa y movilizadora que llame a los jóvenes, porque el mundo laboral con el que conviven también ha cambiado.

“El 1 de mayo actual debería representar a las figuras aparentemente marginales de la sociedad, pero que ya han cogido cierta centralidad”