EL hermoso documental de Julio Medem, Iberdrola en tiempo de vals, dio la bienvenida a los accionistas de Iberdrola que ayer asistieron a la junta general de la compañía celebrada en el Palacio Euskalduna, engalanado en verde esperanza (el despliegue de Jon Ortuzar, su equipo y todos aquellos que trabajaron en las entrecajas fue fabuloso...), el color que transmitió el mensaje del presidente Ignacio Galán a quienes ayer acudieron a escucharle en su buena nueva. Fue, en efecto, un vals a media mañana, el anuncio de que las negras nubes de la economía en el alambre no se ciernen sobre el horizonte de Iberdrola, iluminado por aquel rayo verde tan singular que buscaba otro gran Julio, Julio Verne, en su novela.

Welcome, Ongi Etorri, Bienvenida. Los saludos de recibo a los casi 500 directivos de la firma y los más de 1.500 accionistas que sintonizaron Radio Actualidad para conocer, de primera mano, el estado de la compañía, brillaban rutilantes. En los albores de la mañana había sorprendido la decisión de Iberdrola de liberar de pago al tranvía, un guiño a quienes usaban esa fuente de energía para acercarse a la cita. Lo sostuvo hasta las tres de la tarde en un gesto de buena voluntad y cercanía a los suyos, a su gente. Cercanía e innovación, esas fueron las dos leyendas de la jornada. Cuando José Luis San Pedro anunció la intención de unir Escocia con Gales con más de 400 kilómetros de cable submarino, dos accionistas se cruzaron sendos codazos: eso sí que es atreverse, parecían decirse con la mirada.

Hubo muchos gestos en la jornada. Terminada la hora de los discursos, las exposiciones propias de un catedrático, las gráficas y las palabras de aliento, Ignacio Galán salió al vestíbulo del palacio. Aún retumbaban entre los presentes que aguardaban para saludarle las últimas palabras "...mi agradecimiento por su apuesta por este proyecto industrial de más de un siglo de historia que, desde Euskadi, se ha extendido por el mundo...". Esperaban a Ignacio una legión de accionistas que deseaban el trato cercano, a ras de presidente, sí. Pero también lo hacía, por ejemplo, Kamal Maamria, director ejecutivo de Qatar Holding.

Fue todo un baile de saludos, insisto. Así, Mario Fernández, presidente de Kutxabank; José Luis Markaida, Arantza Estefanía, José Ignacio Berroeta, Ana Armesto, José Luis Arrizabalaga, Begoña Bilbao, el cónsul británico, Dereck Doyle; el presidente de la ABAO, Juan Carlos Matellanes, Montse Chirapozu, Roberto Otxandio, Alberto Uribe-Echevarría, Leopoldo Sánchez Gil, Fernando Oráa, Joseba Intxaurraga, Javier Aresti, Luis Ramón Arrieta, Rufino de Andrés Riego, quien estrechó la mano de Ignacio con fuerza; se paró a charlar con Fernando José de Soto y Fernando de Soto Iglesias; y dio su parecer a José Luis García, Javier Telleria, y las hermanas Pilar y Carmen Pérez Telleria, quienes también le saludaron; se inmortalizó junto a Javier Landeta y un sinfín de accionistas. Saludó con paciencia a Aysker Sánchez, Susana y Lidia Rojas y así recorrió todo el vestíbulo, estrechando manos y dando explicaciones de tú a tú. Lo vieron, entre otros, Manuel Marín, presidente de la Fundación Iberdrola; Javier Díaz Polanco; el presidente de la Fundación Sabino Arana, Juan María Atutxa, Carlos Sallé, Francisco Silva, Eloy Álvarez y Carmelo Navarro, entre otros. Era un mar de nombres propios. Entre ellos se encontraban Antonio Barrenechea, Asís Canales, Ricardo Celada, Alex Artetxe, Aitor Moso, Regina Reyes, José Ángel Marra, Iván Burguera, Juan María Román, Eduardo Capelastegui, José Miguel Fernández, Martín Saitúa y una legión de nombres propios.