Bilbao. Lisboa ha hecho una maniobra desesperada para no entrar en el agujero negro de la suspensión de pagos. El rescate del país luso aún está por definir. A la espera de la opinión de los técnicos, empiezan a publicarse diferentes cifras del paquete de ayuda que necesitará. El presidente del Eurogrupo, Jean-Claude Junker, mencionó el pasado 24 de marzo la cifra de 75.000 millones de euros. Ayer, la agencia Efe Dow Jones señaló que podría ascender a 90.000 millones -más de la mitad del PIB de este año-. La agencia de evaluación de riesgos Fitch calcula que Portugal tendrá necesidades de financiación de unos 60.000 millones hasta 2013. En cualquier caso, este monto se repartiría entre el Fondo Europeo de Estabilización Financiera y el Fondo Monetario Internacional.
Los altos intereses exigidos por los inversores para adquirir deuda lusa, los sucesivos recortes en el "rating" del país y la dificultad de la banca para acceder a financiación llevaron al Ejecutivo portugués a pedir un auxilio, que siempre quiso evitar.
Entre los ciudadanos, la resignación y la preocupación por el futuro incierto que se avecina son las reacciones más comunes según diversas fuentes, en un país que vivirá su tercer plan de rescate en 35 años, tras los de 1977 y 1983.
Alto coste. La ministra francesa de Finanzas, Christine Lagarde, y su homólogo alemán, Wolfgang Schäuble, recordaron ayer a Portugal que cualquier ayuda europea deberá ir acompañada de un programa de ajuste y reformas pactado con las instituciones europeas.
Los ministros de Finanzas europeos abordarán la petición en su reunión de Gödöllö (Hungría), y que comenzará hoy. Aunque el titular alemán estimó que la negociación del plan de austeridad durará entre dos y tres semanas. Los detalles del montante así como del tipo de interés al que Lisboa deberá devolver el préstamo, que algunas fuentes cifran en torno al 5,0%, -Grecia e Irlanda pagan en torno al 5,8%- se podrían conocer de esa forma entre hoy y mañana.
El recate irá condicionado así, a la implementación de un estricto programa de reformas y a un agresivo plan de consolidación fiscal. Según fuentes del Gobierno alemán, "necesita un plan de choque que pueda sanear los presupuestos estatales". Su salvamento no se trata de un "crédito blando": costará a los portugueses más esfuerzos y muchos sacrificios de austeridad. Los partidos de izquierdas advierten que el país entrará en una profunda "espiral recesiva".