LA sociedad ha coronado a la ciencia económica como el saber primordial y a sus gurús como los nuevos profetas. Grave asunto, por el error que induce y por la inversión y empobrecimiento de valores humanos que supone.

La ciencia económica es una herramienta necesaria y que nos ha permitido importantes mejoras en la comprensión y gestión de la economía. Pero sus saberes son limitados frente a la inmensa complejidad del sistema económico, hecho de miles de millones de protagonistas actuando con lógica humana, es decir más en función de emociones que de razonamiento, y alimentados de niveles de información asimétricos, insuficientes, incluso erróneos y hasta intencionadamente manipulados. Por eso alcanza solo a explicar el pasado, y muy someramente a imaginar el futuro más probable.

Cuando la Sociedad admira a alguien es difícil que el aludido no crea merecerlo. La reacción habitual lleva a asumir el merecimiento, para incrementarlo a continuación en el sentido de sobrevalorar la importancia de la habilidad por la que se nos admira y nuestro auténtico dominio de ella. En el caso de los economistas, reforzamos la sobrevaloración social de lo económico, creemos en exceso en la magia de nuestra técnica y expandimos nuestra predicación en ámbitos más allá de nuestro campo de conocimiento.

El objetivo social de fondo y largo plazo podría definirse como: una Sociedad respetuosa, justa, dinámica, fomentadora de la máxima libertad individual compatible con la libertad del resto, y rica, como medio para facilitar esas características y permitir alcanzar el mayor bienestar material sostenible y eludir la mayor cantidad de sufrimiento posible. Una organización económica eficaz es un medio para lograr esos fines, pero es solo un medio y no el fin en sí mismo. Muchos economistas olvidan este principio fundamental y confunden la maximización del Producto interior bruto con la optimización de la Sociedad. El economista que solo es economista (la mayoría) tiende a convertir en asunto económico todo lo que toca o estudia, empobreciendo el análisis social que precisa de muchas otras variables.

Si estamos de acuerdo en lo anterior, nos queda aún asumir las limitaciones de la ciencia económica. A título de ejemplo, cabe citar que: adoramos el PIB como medida de la economía pese a ser una herramienta grosera y hasta distorsionante de la economía real; apenas se ha empezado a tener en cuenta que la conducta individual no es "lógica", ni mucho menos la de los grupos de personas; y que el sistema es inabarcable por su descomunal número de variables y la naturaleza cualitativa de muchas de ellas.

Finalmente debemos equilibrar la admiración por la eficacia del sistema de libre competencia con el reconocimiento de sus limitaciones. El ser humano tiene necesidad de seguridad, de sociabilidad y de autorrealización. Son necesidades básicas, pero la de seguridad es sentida de forma más profunda, instintiva y primordial. Por ello, las personas anteponemos generalmente nuestro interés, en especial a niveles de supervivencia, y el sistema de competencia sirve muy bien al cuidado del interés propio.

Pero la mera competencia solo garantiza dinamismo y para progresar personalmente y como Sociedad necesitamos además confianza, colaboración y respeto. ¿Alguien mide nuestra variación anual en esos aspectos?. Empieza a estudiarse el capital social como ha sido el caso de Andalucía y lo está siendo de Vasconia, por parte de Eusko Ikaskuntza. También se extiende el fomento de la responsabilidad social corporativa de las empresas, aunque curiosamente no la de instituciones públicas que yo sepa. Sería de un gran valor social el evaluar periódicamente la calidad y no la mera opinión, de la democracia, del sistema judicial, de la confianza (como se ha hecho en Francia con preocupantes resultados), y de la cuantía, calidad y eficacia de las redes sociales. ¿Si la democracia española de 1982 merecía una calificación X, cual le correspondería hoy?. ¿Si la respuesta es a la baja, donde está el plan de acción prioritaria para recuperar su nivel?. Lo que no se mide no se percibe y por eso y porque el dinero es importante y nos atañe de forma tangible, la economía seguirá dominando el discurso y los economistas podremos seguir siendo los gurús que conduzcamos al rebaño hacia la Sociedad unidimensional que diría Herbert Marcuse.