portugalete. Dieciocho regatas poniendo a prueba cada centímetro cuadrado de su casco. Dos meses y medio deslizándose de punta a punta del Cantábrico. Saltando sobre las olas, abriendo las duras aguas de las rías. Girando sobre sí misma, doblándose, retorciéndose en cada ciaboga. Siempre de viaje en viaje. Del pabellón al remolque, del remolque a la rampa y de nuevo al remolque. Siempre al límite, con prisas. Al 110%. Por mucho que a una la acicalen y le saquen brillo antes de cada prueba, ésa no es vida. Y eso que una es presumida. Es fácil acostumbrarse a salir del agua triunfal, como las grandes estrellas. A hombros de catorce remeros y entre vítores. La Bou Bizkaia tuvo ayer, por fin, su esperado descanso. Se lo merecía. Nada más terminar la última regata del año la amarraron al barco de las autoridades. Sus ocupantes saltaron a otra embarcación y la dejaron vacía. Mientras todos los remeros de Urdaibai se enfundaban los maillots amarillos de campeones y celebraban con cava y cánticos el triunfo en la Liga San Miguel, la Bou Bizkaia se balanceaba a solas, con los remos abandonados en su interior. Resoplaba, palpitaba. No se habían enfriado todavía sus tostas y ya necesitaba el fuego de la competición. Sus brancas pedían abrir camino en otra prueba contra el crono, medirse contra otras traineras, sentir los remos impulsarla como un cohete. Pero para eso tendrá que esperar al próximo año. Ayer se tuvo que conformar con hacer un último paseo para airear la última bandera cosechada por los campeones de 2010, el ultimo éxito del verano más azul.
Desde semanas atrás se venía hablando del peligro que podía resultar decidir la Liga San Miguel en un campo de regatas tan difícil e impredecible como el de Portugalete, pero finalmente Urdaibai llegó ayer a la villa vizcaina con los deberes hechos: su renta de cinco puntos y el plus de llegar con más banderas ganadas que su inmediato perseguidor hacían que perder el primer puesto de la general fuese casi imposible.
Así todo, los caprichos de la Ría quedaron patentes en el transcurso de la regata de ayer. Con la marea subiendo, la calle número uno, la que corre pegada a la orilla portugaluja, era una trampa a evitar. Si no que se lo digan a Igor Makazaga, el entrenador de San Juan, que mandó a sus pupilos invadir la calle dos nada más darse la salida de la tanda de honor. Pero no fue sólo la Erreka la que bailó de calle en calle. Orio salía por la dos y se tiró encima de sus vecinos de estribor. No llevaban ni un tercio del primer largo y los jueces ya tuvieron que plantarse entre la Mirotza y la embarcación de Bermeo. No sirvió de mucho el abordaje: Urdaibai salió dispuesto a no especular e intentar ganar la Bandera del Corte Inglés, una regata que históricamente no se le da demasiado bien.
En la primera ciaboga, la Bou Bizkaia ya giraba con dos segundos de ventaja sobre Castro y tres sobre Orio. San Juan se perdía ya a siete segundos. No ha sido un buen fin de semana para los rosados, ya que ayer terminaron últimos a 21 segundos del vencedor.
En los largos de vuelta, con la corriente a favor, las embarcaciones se amontonaban en las calles uno y dos. Pero Orio y Castro tenían que conformarse con coger el rebufo de la embarcación bermeotarra, ya que ésta iba aumentando su ventaja por momentos. Los de José Manuel Francisco no aflojaron el ritmo hasta cruzar la meta.
Faltaba medio kilómetro y en el barco de autoridades Josu Zabalondo ya se había enfundado el maillot de campeones que instantes después llevarían todos sus remeros. Tras la última palada, los remeros de la Bou Bizkaia lo celebraban con los puños en alto. Luego llegaron los saltos, la Bandera, la Corona de campeones y el reparto de txapelas. Mikel Ojeda, el joven remero que llevaba toda la temporada reclamando una de las txapelas que se llevaba el equipo tras las regatas, tuvo por fin una para él solo. Y con su Bandera, con su Corona y con sus txapelas se fue la Bou Bizkaia poniendo el mejor final a su mejor verano.