TOLOSA - En abril, Iker Irribarria se coronó junto a Beñat Rezusta en el Parejas de Primera ante Oinatz Bengoetxea y Mikel Larunbe en el frontón Bizkaia de Bilbao. El domingo, el guipuzcoano volverá al escenario de Miribilla junto al leitzarra para pugnar por el cetro del Manomanista. El zurdo saldrá favorito para la cátedra, pero es consciente de que su rival es más que peligroso. Aun así, Irribarria quiere repetir.

El domingo disputará su segunda final del Manomanista de modo consecutivo en el frontón Bizkaia de Bilbao. ¿Cómo se encuentra?

-Estoy bien. Es pronto para que vayan llegando los nervios. Por ahora, me siento a gusto.

Sigue sumando.

-Eso es. Para mí, alcanzar la segunda final seguida, y hay que sumar la del Parejas, es algo muy grande. Durante todo el año he estado entrenando para llegar a las finales. El alcanzar otra final y poder pelear por otra txapela hace que te des cuenta de que los frutos al trabajo van llegando.

Está lanzado.

-La verdad es que llevo una racha buena tanto de manos como de lesiones. Al final, eso se nota. De ese modo, coges continuidad y vas poco a poco tomando mayor fuerza y nervio. Todo esto me ha pillado en un buen momento. Lo cierto es que durante el pasado verano lo pasé muy mal y seguí entrenando como hasta entonces. Así hay que continuar.

¿Sus malos instantes fueron por los resultados o por la carga de encuentros?

-Lo importante son los resultados. Si te acompañan, todo es más fácil. Pero había mucha presión y tuve que vivir muchos partidos de sopetón. No estaba preparado para ello. Pasé un mal verano, pero he podido darle la vuelta.

Si bien lo que el año pasado llamó la atención de Iker Irribarria fue el golpe extraordinario y la capacidad de abrir hueco con la pegada, este curso ha mostrado otra cara, pocas fisuras. Irribarria no es solo golpe, ¿no?

-Únicamente con pegada no puedes conseguir nada. Cuando te toca un oponente como Beñat Rezusta, que en el 90% de las ocasiones pega más que tú, hay que hacer las cosas de otra manera: hay que saber defender y acabar el tanto. Creo que él jugó un grandísimo partido, a mucho nivel, y que la cita se decantó de mi lado después de unos fallos clave.

Un adversario así le viene bien.

-Sin duda. Es importante disputar un encuentro así, en el que no solamente no domines tú, sino que estés dominado. Así, aprendes y defiendes. Es un examen para uno mismo. Eso es un punto positivo. A ver si el día de la final del Manomanista contra Bengoetxea VI puedo jugar igual y defender de ese modo.

Entonces, examen aprobado.

-Sí. Está aprobado. Aunque, no es lo mismo con un seis que con un nueve y yo quiero la txapela. Es un título muy valioso. Llevas la camiseta roja todo el año. Es la Champions de la pelota.

Está en franca progresión. ¿Qué ha aprendido esta temporada de colorado?

-Muchas cosas. Y todavía me queda un mundo. Voy defendiendo cada vez mejor y encuentro mejor el cuero. Con la derecha tengo que darle altura y quitar pelota para ayudar al compañero. Respecto al mano a mano de 2016, estaba en un punto que no sé ni yo mismo si lo voy a volver a conseguir. El año pasado todo salió redondo y, en este, aunque estoy bien, no estoy igual.

Aun así, es positivo que sepa manejar situaciones complicadas, como en la semifinal, aunque sea sin ese punto espectacular, ¿no?

-Sí, pero también quiero ser espectacular. De todos modos, me vienen bien los adversarios duros, que me aprieten mucho. Nunca sabes como respondes si no es así.

Siempre ha comentado que una vez que gana el Manomanista, siendo el más joven de la historia en hacerlo, se generó un ‘boom’ a su alrededor. Cuando está solo en casa veía que la gente hablaba de usted sin parar. ¿Cómo lo gestionó?

-Intentas desviarte del tema. Me ha ayudado mucho la universidad. Después de todo el lío, tienes otras labores que cumplir. Eso me ha ayudado mucho para tener cosas que hacer y si en un ámbito no andas bien, dar todo en el otro. Por otro lado, tengo mucho que agradecer a mi familia. Nadie sería nada sin la familia. He tenido un gran apoyo tanto de mis padres como del resto del núcleo familiar. Luego, tienes que ser tú el que gestiona el resto y, cuando estás solo en casa, ves que hablan de ti o que escriben sobre ti. Es algo complicado. Tienes que darte cuenta de la edad que tienes y el tiempo que llevas en profesionales. Si no fallas ahora, ¿cuándo vas a fallar?

¿Es fácil mantener los pies en la tierra?

-No, no es fácil. Para mí, todo es nuevo y cuesta. Hay gente que viene a buenas y gente que viene a malas. Tienes que ser lo más humilde posible. Con algunos no me habré portado como debía y con otros me habré portado bien, pero trato de ser el Iker de siempre. Las personas también tenemos un límite. Al final, puedes cansarte y dar una mala contestación. Son cosas que no quieres que pasen, porque, al final, quiero ser el Iker de siempre. La verdad es que es difícil. Es bueno que la gente te aconseje y te hable, pero hay que entender que somos personas.

Pasó en dos meses de ser un pelotari emergente a ser el campeón del Manomanista.

-Yo tampoco me lo imaginaba. Me vino de golpe y es superpositivo. Era algo que queríamos que pasara. Aun así, llegó todo rápido y no te das cuenta de ese momento. Intentas seguir siendo el mismo, pero no es fácil.

¿Nota que se le puede acercar más gente por ser el campeón con algún tipo de interés?

-No. Si eres conocido, la gente se fija más en ti y te saluda. Por interés, no lo creo. Esa es mi sensación. Hasta ahora, no me ha sucedido. Muchos me han contado que les ha pasado algo similar, pero yo no lo he vivido.

Manistas como Juan Martínez de Irujo vivieron algo muy similar, ser campeones en su primer curso en el mano a mano. ¿Recibiste consejos?

-Lo hablamos. Siempre me dice una cosa: que siga entrenando y que disfrute, porque seguro que llegarán peores momentos. Me dice que sea correcto con todo el mundo y, sobre todo, que disfrute. Me comenta que se ha visto en el otro lado y que son instantes para disfrutar.

Prosiga.

-Cuando eres joven también sabes que hay momentos malos, lesiones y demás. Sobre todo, hay que disfrutar. No toda la gente joven tiene la oportunidad de vivir de lo que le gusta. Me siento un privilegiado, porque estoy viviendo mi vida en algo que me gusta. Así quiero seguir.

¿Ha vivido la presión del campeón? ¿El colorado pesa?

-La presión existe. Siempre está ahí. También me tengo que dar cuenta de que tengo veinte años todavía y de que juego contra pelotaris que han estado más de diez y quince años en la élite, que, además, eran mis ídolos cuando era pequeño. Así que hay que ser conscientes de que si fallo un año, no se acaba el mundo. La presión está ahí, pero esto es un juego.

También ha cambiado su rol en la empresa.

-No te das cuenta hasta que llega el verano y ves que tienes un montón de partidos. En 2016 acabamos un poco saturados, pero eso ayuda a seguir creciendo.

Centrémonos en la final del Manomanista contra Bengoetxea VI que se celebra el domingo en el frontón Bizkaia de Bilbao. Comentaba tras superar a Rezusta que Oinatz le daba un poco de miedo por la semifinal que completó ante Urrutikoetxea. ¿Cómo le ve?

-Se vio que está en un gran momento de forma. Oinatz lleva al contrario a su terreno y, si no sales de ahí, es complicado ganarle. Está haciendo cosas terribles: ganchos y dejadas perfectas. Es muy difícil hacerle frente. Aunque tenga respeto a Bengoetxea VI, tengo que salir a hacer mi juego y así tendré posibilidades de sacar la txapela.

El escenario es el Bizkaia de Miribilla. ¿Favorece a alguno de los dos? ¿Le gusta?

-Mis sensaciones en el frontón no son buenas. Es una cancha muy grande para jugar. Aun así, para mis cualidades es mejor que para las de Oinatz. A él le conviene un frontón con el suelo más rápido, más agresivo, que resbale más la pelota. No creo que sea una excusa para ganar o perder. Cada uno tiene su juego, tengo que hacer el mío y no entrar en el cuerpo a cuerpo con Bengoetxea.

Es decir, que tiene claro su patrón de juego. No va a experimentar.

-Si me ha ido bien un estilo, ¿para qué cambiarlo? Jugaré contra Oinatz, que lo que más le cuesta es mi juego; y a mí, lo que más daño me hace es el suyo.

Duelo de estilos, ¿entonces?

-Sí. Es un pelotari que se maneja muy bien en los cuadros alegres. Es muy listo y enreda. A mí, por contra, me cuesta más moverme. No soy de desplazarme tan fácil como él cerca del frontis. Intento hacerlo, pero somos muy distintos.

¿Qué característica le gustaría poseer de Oinatz?

-¡Buah! ¡Sobre todo, las piernas! Lo que más me cuesta son los desplazamientos, que es lo que más me cuesta ahora y lo que más me costará. Ver cómo se mueven un Oinatz o un Altuna con pocos pasos es increíble.

¿Hacen hincapié en ello en los ensayos?

-Sí, pero no es una cosa que se aprende en dos días. Tratamos de incidir en ello.

¿Donde está su margen de mejora?

-En defensa tengo mucho que mejorar. También en la derecha, que, si bien aprendí con ella desde pequeño, me está costando perfeccionar. Va por buen ritmo, pero queda muchísimo trabajo por hacer. Además, tengo que perder menos pelota. No perder es ganar.

Desde la liguilla de semifinales del Parejas, ese defecto parece casi sellado. Es un pelotari cada vez más seguro.

-En el Parejas hubo días que fallé más de la cuenta, pero he ido mejorando. Si empeoro, mal asunto. Hay días puntuales, en partidos importantes, en los que tengo que evitar perder tanto.