El chico malo de Brooklyn es ahora recaudador para causas benéficas, quizá como contraprestación, para redimir una vida alocada plagada de excesos. Mike Tyson (50-6, 44 KOs) regresó 15 años después a un ring. A sus 54. Para coger el dinero y marchar. 10 millones de dólares que destinará a personas desfavorecidas. "Esto es más grande que pelear y ganar el campeonato", precisó tras el retorno. Y además, menos perjudicial para la salud. El combate contra Roy Jones Junior (69-9, 47 KOs), de 51 años y también de regreso al ensogado tras casi tres inactivo, fue una exhibición. Y como tal, no engañó a nadie. Los contendientes mantuvieron la cordura. Se impuso el pacto y no hubo ganador. La decisión del pleito fue un nulo tras ocho asaltos de dos minutos en el Staples Center de Los Ángeles, que pudo ser un set de rodaje en el que hubo incluso jueces que hicieron el papel de impartir justicia, aunque jamás ganarían un Oscar.

Como en las películas, el caché -es decir, la bolsa económica- repartió los roles. Jones Jr. se llevó 3 millones. O sea, ejerció de actor secundario. El protagonista fue Tyson. No se sabrá si porque así fue acordado o porque tenía opciones reales de haber ganado una pelea. Desde luego, Iron Mike pegó más. 67 golpes por 37 de Iron MikeSuperman Llevó la partitura. Quiso satisfacer. En una ocasión, incluso tuvo un pequeño exceso, pegó tras sonar la campana. Pero las buenas intenciones reinaron sobre el orgullo.

Quien esperaba daño estaba equivocado. Quien anhelaba contemplar destellos de dos leyendas pudo quedar satisfecho. La puesta en escena evocó a aquel Tyson lanzado, de paso al frente desde el instante en el que retumba el gong, soltando sus característicos ganchos de izquierda. Eso sí, no se vieron secuencias de más de dos golpes. La edad es la edad. Jones hizo gala de su movilidad. Realizó esquivas como un esgrimista, con pies, cintura y cuello, y una guardia baja retadora, incluso burlesca. Tyson perseguía, llevaba el compás, y Jones Jr. huía en lo que parecía ser una estrategia de desgaste; si acaso, saludaba con su jab. El más veterano llevó la iniciativa acortando el ring, pero el rival no quería encajar. Con la cara bonita se cobra con mayor agrado. Así terminaron ambos, con los rostros inmaculados.

Jones dejó que Tyson se exhibiese. Pero con mesura, porque recurrió al clinch de forma constante. Predominaron los abrazos. El árbitro consintió la oxigenación. Jones cedió y cedió asaltos, hasta que a partir del quinto dio a probar de los guantes de 12 onzas. Se le vio moderado a Superman, campeón mundial en cuatro categorías, y ayer danzarín. El artífice del pleito era Iron Mike. "Los golpes al cuerpo han sido un duro peaje", bromeó Jones. "Los contaste bien", dijo el escultural Tyson.

De haber habido cartulinas verídicas, Tyson hubiera ganado con holgura. Era su show en esta iniciativa de caridad para la que Mauricio Sulaimán, presidente del Consejo Mundial de Boxeo, había aconsejado usar cascos. El espectáculo, más que para medir capacidades reales, pareció un test para ver el compromiso de Tyson, para saber si ha recuperado el timón de su vida. De cara al duelo bajó 45 kilos, admirable, aunque también aseguró que el veneno de sapo, una droga psicodélica, le ayudó a volver al cuadrilátero. A sus 54 años, preservando potencia y cierta velocidad, podría dar algún susto a alguien, pero ahora es recolector de fondos. El profesionalismo no se contempla. "Hay que hacerlo otra vez", dijo. Es tiempo de show, el show de Tyson, que conserva la mirada del tigre.