bilbao - Bianca Andreescu no tenía miedo, tampoco motivos para ello después de haber ganado este año los siete partidos que había disputado contra jugadoras del Top 10, y saltó a la Arthur Ashe con el convencimiento de quien se sabe elegida para la gloria. Al cabo de una hora y cuarenta minutos lucía una radiante sonrisa, una felicidad incontenible, el asombro de saberse ganadora de Grand Slam, el primero quizás de muchos con solo 19 años y en la primera ocasión en que estaba en el US Open y en la final de un grande.

Jugar para hacer historia, de conseguir algo que nadie de su país había logrado hasta ayer, no le pesó a la canadiense. Sí de nuevo a Serena Williams, que pareció la novata en la final y que lleva ya cuatro finales de Grand Slam seguidas cargando con un lastre cada vez más pesado, el de ser la tenista con más títulos grandes. Le sigue faltando uno y de nuevo ayer jugó nerviosa, agarrotada y, sobre todo, sin respuestas ante lo que le propuso Andreescu que gobernó la final con su servicio, su movilidad y su derecha.

Adelantarse por 2-0 reforzó la propuesta de Andreescu y sacó de punto a Serena, que acabó con 33 errores no forzados y el mismo número de ganadores, pero pareció con prisa durante muchos juegos. La novata avanzó y avanzó sin dudar en ningún momento y dispuso de una bola de partido con 5-1 y saque a su favor. Solo entonces asomó la campeona de 23 grandes para resistirse a otra dura derrota y encadenó cuatro juegos. La canadiense aguantó los últimos coletazos de su rival, recuperó la eficacia con su servicio y cuando tuvo de nuevo la oportunidad de ganar la aprovechó. Cerró con un 6-3 y 7-5 y un abrazo sentido a una jugadora a la que idolatra desde que empezó a empuñar una raqueta.

una excepción De nuevo, Serena Williams tuvo que hacer de tripas corazón en la ceremonia de premiación y asumir con deportividad otra final perdida desde que volvió de la maternidad. Ha jugado cuatro de las últimas siete finales de Grand Slam ante cuatro rivales diferentes siendo una de las jugadoras más veteranas del circuito y, por ello, es una excepción a la gran movilidad que hay en el tenis femenino. Además, el partido de ayer en Flushing Meadows volvió a subrayar a la escasa importancia del ranking mundial en los Grand Slams.

En los cuatro de este año, ninguna de las tres primeras cabezas de serie llegaron a semifinales y solo en una ocasión alcanzaron a cuartos de final. Naomi Osaka, que apareció como cuarta favorita en el Abierto de Australia y lo ganó, ha sido la cabeza de serie más exitosa en los grandes en 2019. Además, solo una jugadora, la australiana Ashleigh Barty, ha sido capaz de llegar a cuarta ronda en los cuatro Grand Slams.

Bianca Andreescu, que solo ha disputado cuatro, es la décima jugadora que estrena su palmarés en los últimos diecisiete grandes y la cuarta en las últimas cinco ediciones del US Open después de Flavia Pennetta, Sloane Stephens y Naomi Osaka. Hace un año estaba casi la 200 del mundo, hoy es nueva campeona de Grand Slam e ingresa en el Top 10 tras un recorrido de ensueño que solo acaba de empezar.