España aspira a redondear su brillante paso por el torneo
El pronóstico de la final le favorece con claridad ante una Inglaterra que ha logrado compensar su mediocre puesta en escena con un acusado instinto de supervivencia
El resultado de una encuesta entre aficionados, profesionales y periodistas sin vinculación con España e Inglaterra para escoger el ganador de la Eurocopa 2024, sin duda alguna arrojaría un veredicto favorable a la primera. Y si la diferencia entre los porcentajes no fuese rotunda, se debería con total seguridad a que un encuentro de esta naturaleza invita a ser analizado desde la prudencia. Al fin y al cabo, la cita de esta noche en Berlín no deja de ser un cara y cruz y, sobre todo, una excelente oportunidad para catar la gloria. La existencia de semejante aliciente aconseja no precipitarse a realizar un descarte, aunque el desarrollo del torneo arroja pistas sólidas en torno a las probabilidades de éxito de ambos combinados.
Ya no se trata de una mera cuestión de imagen, de que resulte mucho más fácil identificarse con el estilo que practican los hombres de Luis De La Fuente. España ha sobresalido gracias a una concepción futbolística que denota una confianza absoluta en las bondades de la creatividad, el atrevimiento y la búsqueda del resultado sin atajos, disimulos o cálculos. Cree en sus armas, persuadida de que siendo fiel a sí misma, al margen de agradar al espectador medio, genera graves problemas a los rivales, irresolubles hasta la fecha. No es casual que luzca un pleno de victorias y que por el camino haya dado cuenta de adversarios que desde antes de la competición figuraban en el selecto grupo de opositores a levantar la copa.
Aparte de pasar por encima de la vigente poseedora del título, una Italia penosa, y de una Croacia decadente, el hecho de batir a la anfitriona Alemania y posteriormente a Francia, acredita la existencia de un enorme potencial. Lógicamente, a España le ha tocado vivir algún episodio complejo, especialmente ante los germanos, pero nunca ha dejado de lado sus señas de identidad. De la Fuente ha encontrado una alineación tipo donde apenas se adivinan los puntos flacos. Y cuando ha recurrido al banquillo, ya sea de inicio o sobre la marcha, el plan ha mantenido sus esencias y fiabilidad, sin que se apreciasen diferencias sustanciales en el rendimiento. Incluso, la entrada de suplentes como Olmo o Nacho, ha servido para elevar el nivel de la propuesta.
Otra clave a considerar sería la sobresaliente aportación de Rodri y Fabián, los centrocampistas más completos del torneo, encargados de garantizar el equilibrio del colectivo, establecer el ritmo y corregir cualquier desajuste en la contención y en ataque. Así como la amenaza permanente que supone actuar con dos extremos que, por su facilidad para el desborde, condicionan a los rivales tanto a hora de defender como de avanzar líneas. Pero por encima de individualidades, prevalece la puesta en escena de un grupo que ejecuta la idea del técnico con una naturalidad y una constancia más propias del desempeño de un club que de una selección.
Se hace difícil imaginar que hoy no vaya a aparecer una versión de España muy similar a la ofrecida en los seis cruces previos. En todo caso, si se tuviese que mencionar cuál sería el mayor impedimento para ello, antes de nombrar a Inglaterra, quizás habría que reparar en la dimensión de la cita. El exceso de responsabilidad, cargar con el peso del favoritismo o el ansia por reivindicarse definitivamente ante Europa entera, pueden alcanzar un grado de influencia mayor de lo conveniente.
Enfrente, una Inglaterra convertida en el saco de los golpes. Aunque Gareth Southgate acapare las críticas más severas, tampoco los futbolistas salen ilesos. Más en concreto sus estrellas, numerosas y sin embargo intrascendentes. Solo un exacerbado instinto de supervivencia ha permitido que esté en la final. Ha resuelto demasiados partidos tirando de una genialidad o un arranque de furia. El poderío físico explica asimismo que siga en pie, pese al déficit de convicción y de plan para cargar con la iniciativa.
La especulación ha marcado el libreto inglés hasta causar perplejidad. Y enojo. Se entiende mal que un colectivo tan selecto se abone a la mediocridad y a la ley del mínimo esfuerzo, brindando en cada partido amplias fases enfocadas a dejar que el tiempo corra sin que se registren novedades. Desde luego, no es fácil hacerle gol a Inglaterra, pero ver a los Kane, Foden o Bellingham como almas en pena en el verde, sorprende. Bastante significativo en la labor de Southgate sería la discutible ubicación de las piezas y la falta de una media que dinamice y surta a tipos que se han hinchado a meter goles en sus clubes.
Llegados al día D, es inevitable afirmar que mucho tendrá que cambiar Inglaterra para impedir que España triunfe, pero hasta las 21.00 horas cuenta con idénticas opciones de ganar un título que, por cierto, ya acarició cuatro años atrás.