Japón, con 126 millones de habitantes, apenas supera los 14.800 contagiados y 500 fallecidos por covid-19 gracias a un arraigado sello como sociedad que pone en valor Miguel Ángel Lotina (Meñaka, 18-VI-1957), quien cumple su cuarto año en el país del sol naciente y a quien la eclosión de la pandemia atrapó en Osaka en pleno febrero. Allí, tranquilo, permanece el técnico vizcaino, sabedor de la importancia de disputar toda una final de Copa con las aficiones de Athletic y Real en el campo y deseoso de poder retomar los entrenamientos con sus jugadores con el objetivo de seguir disfrutando de un fútbol y de un tipo de vida bien distinta a la occidental.

Estalló la pandemia del coronavirus y se quedó en Japón. ¿Lo decidió así o no le quedó más remedio?

—Lo decidí y acerté, porque si hubiera vuelto a España, ahora no habría podido volver al no permitirse el acceso al país viniendo de allí, por lo que hubiese sido peor.

¿Cómo se ha gestionado la crisis sanitaria en el país y en concreto en Osaka, uno de los territorios japoneses más afectados después de la capital?

—Funciona por prefecturas. En Japón hay 47 y a primeros del mes de abril se declaró el estado de emergencia en algunas de ellas, empezando por Tokio y Osaka, pero durante la primera semana apenas se notaron los cambios. A partir de ahí, sin embargo, los gobernadores fueron pidiendo un poco más de cuidado a la gente, algunos centros comerciales empezaron a cerrar y se decretó la emergencia, sin sanciones, en más prefecturas hasta hacerla extensible a mediados de abril a todo el país. Aun así, sigue habiendo algunas cafeterías abiertas y la gente sale a la calle con cierta normalidad.

La cultura social hace mucho.

—Sí, es mi cuarto año en el país y he conocido una sociedad con muchísimo respeto en todo a fin de no molestar a los demás. Tanto es así que, en cuestión de salud, todas las personas tienen siempre mascarillas en casa, llevan durante todo el año bolsos con jabón, agua y desinfectante para limpiarse las manos, incluidos los hombres, y cuando te presentan a alguien, casi nadie te da la mano al limitarse a hacer una inclinación con la cabeza en señal de respeto. En caso de tener fiebre, también está mal visto ir a trabajar en cualquier situación al poder contagiar. Todos esos hábitos están ayudando a superar esta crisis sanitaria, como demuestra el dato de que apenas haya 500 muertos en un país de 126 millones de habitantes que, además, está al lado de China y es uno de los destinos preferidos de los chinos para el turismo o las compras.

El panorama aquí es bien distinto. ¿Cómo ha ido encajando las noticias que le llegaban desde Euskadi?

—Con mucha preocupación. Tengo dos hijos que viven solos y, aunque son jóvenes, preocupado por ellos, al igual que por el resto de la familia, los amigos€ Hablo todos los días con ellos para ver cómo están.

¿En qué ha cambiado su día a día tras la aparición del virus?

—Estamos en una isla artificial en la que viven muchos occidentales y todos los jugadores extranjeros al haber varios colegios extranjeros que están entre los mejores del país. Yo me quedo aquí todos los días. No voy a la ciudad ya y tampoco a cafeterías. Solo al supermercado cada cuatro días y paseo unas dos horas al día haciendo unos doce kilómetros por las mañanas sin relacionarme con nadie. El resto del día estoy en casa y me reúno con mis ayudantes y miembros del club a través de videoconferencias.

Han pasado más de dos meses desde que se detuvo el fútbol en Japón, justo después de la primera jornada de liga. ¿Lo echa de menos?

—Sí, al principio, cuando todavía no había ningún fallecido en el país, nos dijeron que se paraba la liga durante 15-20 días y seguimos entrenando y jugando amistosos a puerta cerrada durante un mes, aproximadamente. Para entonces, en España ya estaban mal las cosas y llegó un momento en el que, al no poder entrenar ya en grupo, empezamos a hacerlo a través de videollamadas, si bien individualmente los jugadores pueden salir a correr. Echo de menos esa normalidad que teníamos antes, pero estoy aprovechando el tiempo para actualizarme leyendo y viendo mucho fútbol. He visto también varias charlas de Marcelo Bielsa y partidos que tenía grabados del Leeds, al gustarme sus finalizaciones y manera de enfocar el ataque.

¿Sabe cuánto tiempo le queda para seguir actualizándose antes de volver a los entrenamientos?

—Estamos esperando a ver si el jueves podemos empezar a trabajar de nuevo en la ciudad deportiva con grupos de unos siete jugadores. Si todo va bien, en unos quince días a partir de ahí volveríamos a los entrenamientos normales con toda la plantilla.

¿Cuáles son sus aspiraciones en el Cerezo Osaka?

Me gustaría jugar la Champions asiática, al dar la opción de conocer otros países también. A ver si lo conseguimos este año después de quedar quintos la pasada temporada y tener opciones de acabar cuartos hasta la última jornada, lo cual nos hubiera permitido jugar la Champions. Aquí, de todos modos, no es como en España. Estamos diez o doce equipos muy igualados y cualquiera puede ganar la liga. La mejor plantilla, probablemente, la tiene el Vissel Kobe de Andrés Iniesta.

¿Cómo describiría a los equipos japoneses?

—En el aspecto técnico y táctico el nivel es muy alto al haber también una liga universitaria muy fuerte, pero el respeto que tienen como sociedad lo tienen también en el fútbol. Les falta en ese sentido un poco la competitividad que tiene el jugador europeo o sudamericano. El nivel de la selección japonesa sí ha subido mucho en los últimos años al tener a prácticamente todos sus futbolistas jugando en equipos de Europa.

Más allá del fútbol, ¿qué ha aprendido hasta la fecha en Japón?

—Muchas cosas. Sobre todo, esa importancia tan grande que dan como sociedad al respeto hacia los demás y al cual hacía referencia antes.

Sus dos destinos anteriores fueron Chipre y Catar. ¿Le nutrieron también ambas experiencias?

—Sí, aunque en Chipre estuve solo un mes y había muchos problemas económicos en aquellos momentos. En Catar me fue bien. Ascendimos a Primera, pero allí hay poca pasión por el fútbol y los estadios estaban vacíos, al contrario que aquí en Japón, donde la media de espectadores el año pasado en la Primera División fue de 20.000, mientras que en España es de 25.000. Hay una gran afición y pasión por el deporte, en general.

Hablando de aficionados, ¿qué opinión tiene acerca de la final de Copa entre el Athletic y la Real?

—Soy de la opinión de que se tiene que jugar con público. Si se celebra en 2021 sé que las plantillas no serán las mismas, pero prefiero eso y no que se tenga que disputar a puerta cerrada, porque ganar una Copa sin público sería solo una estadística. Lo más bonito es vivirlo todo con la afición. Además, hay mucho pique entre ambas aficiones, pero muy saludable, por lo que sería una fiesta muy bonita.

¿Se sigue al Athletic en Japón?

—Sí, al estar yo aquí hay incluso un par de restaurantes que tienen puesta la bandera del Athletic y algunos japoneses van al campo con la camiseta puesta. Son muy estudiosos, miraron de dónde soy y me relacionaron enseguida con el Athletic.

"Los japoneses son muy estudiosos del fútbol, miraron de dónde soy y me relacionaron enseguida con el Athletic"

"Aprovecho el tiempo para actualizarme leyendo y viendo mucho fútbol; he visto también charlas de Marcelo Bielsa"

"Solo voy al supermercado cada cuatro días y paseo unas dos horas al día haciendo unos doce kilómetros"