No es julio de 2023, pero desde Bilbao se ve París. Desde la basílica de Begoña se intuyen los Campos Elíseos de París. Desde la Itzulia se alcanza el Tour. Eslovenia hermana a las dos carreras. Tadej Pogacar y Primoz Roglic unen las dos carreras a través de su historia, su enfrentamiento y el sedimento de su recuerdo. En la Planche des Belles Filles, en una crono que cuelga de los incunables del Tour, de los hitos de la historia, Pogacar se subió a la gloria como un cohete. Su estela fulgurante abrasó a Roglic, convertido en cenizas de miseria. Meses después, con la pandemia aún vigente, los dos eslovenos, los máximos favoritos al título -"asustan un poco", desgrana Landa- pleitearán por la Itzulia, que comienza con el estímulo con el que finalizó el Tour, una cronoescalada de 13,9 kilómetros.

Vidas cruzadas entre Begoña y el Parque de Etxebarria, punto culminante de la etapa de inicio de la Itzulia, una carrera que recupera las constantes vitales tras el apagón de 2020. Aquella fue "la edición fantasma", le gusta recordar a Julián Eraso, director de la organización de la Itzulia, que cumplirá su 60 edición repleta de luminarias. "Es un cartel de auténtico lujo", subraya Eraso. No le falta razón. Después del paréntesis del pasado curso, esta Itzulia será la de la ausencia de público. La pandemia es el rayo que no cesa. En ese escenario comedido, con la gente en sus casas, lejos de la pasión de las cunetas, se disputará la gran carrera vasca.

A los fantásticos eslovenos, -Pogacar llega a la Itzulia tras conquistar el UAE Tour y exhibirse en la Tirreno-Adriátrico, mientras que Roglic se mostró insaciable en la París-Niza, que solo el infortunio de las caídas pudo arrebatarle- se opondrán un puñado de ciclistas de alta alcurnia, con ADN de estrellas. Mikel Landa, cuarto en la pasada edición de la Grande Boucle, encabeza la oposición. En ese mismo estante están dispuestos Ion Izagirre, vigente campeón con el flamígero Astana, Adam Yates y el acorazado Ineos donde también luce Richard Carapaz y Tao Geoghegan. Hugh Carthy, Sergio Higuita, Enric Mas, Alejandro Valverde, Emanuel Buchmann, Bauke Mollema o Michael Woods son otras de las alternativas al trono de la carrera. En esa galaxia orbitará el Euskaltel-Euskadi, la nave nodriza del ciclismo vasco. La escuadra naranja retorna ocho años después a la carrera de casa con la idea de pelear en cada pulgada de terreno. "La Itzulia es nuestro Tour", remarca Jesús Ezkurdia, mánager general del equipo, antes de que la Itzulia tome cuerpo.

La contrarreloj de Bilbao servirá para poner en hora el reloj de la Itzulia y ordenar las candidaturas al triunfo final en Arrate el próximo sábado. El crono dictaminará la corriente de la carrera. "No servirán los cálculos. Ya sabes dónde estás desde el comienzo", concede Landa. "Si ganas tiempo, te toca defender, si pierdes, tienes terreno y etapas para atacar y recuperarte", sopesa Ion Izagirre en la antesala de la Itzulia, que abriga un recorrido repleto de recovecos. La Itzulia es una trampa en sí misma. Roberto Laiseka, el zahorí del recorrido, ha diseñado una prueba que no admite relajo ni solaz. La crono es la jornada más académica, si bien el final, ascendiendo a la chimenea del Parque Etxebarria por una ladera revoltosa y revirada, con rampas al 19%, le conceden un estatus un tanto exótico.

El segundo día de competición asoma la inédita ascensión a la Asturiana en una jornada que invita a la emboscada entre Zalla y Sestao con San Cosme y Bezi como apuntes de la revuelta. Una jornada rompepiernas con 2.500 metros de desnivel. "Es un día peligroso", vaticina Ion Izagirre. La llegada a Ermualde, una subida sin pasado en la Itzulia, un muro de casi tres kilómetros con una pendiente media en el tramo central que supera el 15% y rampas que rozan el 23% en el tercer día, servirá para mantear la general y desprender algunos de los favoritos. Santa Lucía eliminará a algún nombre. "Será un día para los hombres de la general", diserta Laiseka. La Itzulia continuará en apnea entre Gasteiz y Hondarribia. Erlaitz y Jaizkibel se antojan dos altos ideales para afilar la carrera en la jornada más larga de la Itzulia.

Traca final

El respiro, lo concederá, al menos sobre el libro de ruta, el final en Ondarroa, que parece la etapa más serena de la Itzulia y que podría validar un esprint. El día definitivo, vinculará el pueblo marinero con la ciudad armera de Eibar. Allí se espera el último tiroteo. En su tejado, en Arrate, en el santuario, altar del ciclismo vasco, aguardará la gloria. El pelotón se enfrentará a un trazado nervioso, aserrado y cortante con siete ascensiones en apenas 112 kilómetros y 3.500 metros de desnivel. El entorno ideal para provocar un incendio descontrolado. "Es la etapa más difícil de la Itzulia, si se sale a tope, no hay equipo capaz de controlarla. Es muy complicado. Se puede ganarlo todo o perderlo en un momento", comparten Landa e Izagirre. El de Ormaiztegi volteó el destino de la Itzulia de 2019 en el acto final sobre un escenario similar al que se activará el próximo sábado. Entonces Buchmann gobernaba la carrera, pero el Astana convirtió el día en un infierno para el alemán, que no pudo soportar el calvario. Con ese espíritu de combate, arranca hoy desde Bilbao una Itzulia cincelada por el Tour