bilbao - 30 de septiembre de 2019. Aquí yace el Euskad-Murias. Así reza la lápida de la muerte del equipo vasco. Al mediodía de un día caluroso, bochornoso, con ese viento sur que enloquece, el Euskadi-Murias firmó su acta de defunción mediante un comunicado. “Hoy podemos confirmar oficialmente que el equipo Euskadi-Murias no continuará la próxima temporada. El resumen de estos años es de enorme satisfacción. Los resultados deportivos obtenidos y el espíritu creado dentro del equipo, tanto por los diferentes deportistas que han estado con nosotros durante estos años, como por el staff técnico han hecho que el resultado haya sido de matrícula de honor”, rezaba el escrito de la formación. Fue la crónica de una muerte anunciada. El maldito colofón a la noticia adelantada en exclusiva por DEIA y que daba por finiquitado el proyecto ciclista por falta de músculo financiero.

No hubo milagro y el Eukadi-Murias no seguirá en el pelotón. Su historia acaba de modo abrupto sin nadie capaz de insuflar vida a un proyecto estratégico. No hubo Lázaro. No hubo un “levántate y anda” en la última reunión, que sirvió como certificado de muerte para un equipo que merecía tener una larga vida, pero que no encontró el respaldo económico necesario. Ese fue siempre el caballo de batalla de la formación. A pesar del incuestionable éxito deportivo del Euskadi-Murias, la imposibilidad de cuadrar el presupuesto, agotada la vía del principal patrocinador, fue el tiro de gracia para una formación que rescató al ciclismo vasco de las catacumbas después de la desaparición del Euskaltel-Euskadi. “El éxito obtenido nos ha obligado permanentemente a crecer y ante la imposibilidad de seguir creciendo con nuestros propios medios, nos vemos abocados a hacernos a un lado en este momento”, decía el comunicado. Euskal Herria, una tierra que venera el ciclismo, ha asistido a dos sepelios de equipos ciclistas vascos en apenas seis años.

Desde su nacimiento en 2014, el Euskadi-Murias fue la vela encendida que dio luz al ciclismo vasco, que caminaba en la penumbra después del apagón naranja. El verde del Euskadi-Murias fue el verde esperanza que guio a muchos ciclistas a contar con la oportunidad que sin la formación vasca hubiera sido imposible para la clase media. El Euskadi-Murias ha sido una vía de acceso al escaparate y el trampolín con el que el ciclismo vasco pretendía recuperar el peso perdido. Por eso, después de tres años como Continental, el Euskadi-Murias pegó el estirón, aunque nunca dispuso del apoyo institucional en modo económico. “Hace 5 años el equipo Euskadi-Murias surgió con el objetivo de colaborar en el resurgimiento del ciclismo vasco, durante los 3 primeros años en categoría continental y los dos últimos en categoría continental profesional. Desde un primer momento este proyecto pretendió desarrollar un ciclismo de cantera con un modelo de excelencia deportiva y organizativa. Nuestro anhelo siempre fue dar oportunidad a los chicos y chicas vascos de participar en las cotas más altas posibles del ciclismo mundial”, resaltaba el comunicado. Desde la dirección, que situó el nombre de Euskadi por delante de su espónsor, a pesar de que el sostén económico era cuestión de la constructora Murias, se reclamó el empuje de lo público, pero la idea no llegó a convencer a las altas esferas.

En solitario, el Euskadi-Murias conectó con los sueños de muchos aficionados a través de un intachable rendimiento en la carretera. “Queremos agradecer sobremanera la ilusión con la que los aficionados al ciclismo vascos y mundiales nos han recibido en cada una de las carreras en las que hemos participado. Creemos que hemos conseguido llevar el nombre de Euskadi por todas las carreteras del mundo y estamos convencidos que ello habrá sido en beneficio de todos los vascos y vascas”, explicaba la formación a través de la nota difundida. Probablemente, el Euskadi-Murias ha sido el equipo que más réditos ha logrado con menos recursos. La ambición, el deseo, el trabajo bien hecho y la credibilidad fueron sus señas de identidad.

estévez, primera victoria La formación vasca inauguró su palmarés un año después de que echara a rodar en la Challenge de Mallorca de 2015, aunque el anunció oficial de su creación data de 2014. Imanol Estévez fue su primer ganador. Su victoria, histórica, se produjo en marzo de 2016. A partir de ahí, el Euskadi-Murias dio pasos firmes en la carretera y abrió la vitrina con asiduidad. Cuando no ganaba, el espíritu de una formación valiente, le concedía protagonismo. Esa era una de las máximas de Jon Odriozola, mánager del equipo. Con es concepto arraigado en el alma del equipo, el Euskadi-Murias escaló hasta la categoría Continental Profesional. Era otro paso para la cumbre siempre soñada de participar en el Tour, el gran deseo de la formación. Antes, sin embargo, la escala aguardaba en el andén de la Vuelta al País Vasco, su primer hito participativo al tratarse de una carrera del WorldTour. Con todo, la invitación de poder estar en la Vuelta disparó la proyección del equipo. El Euskadi-Murias rayó a la perfección y en su bautismo se coronó con el triunfo de Óscar Rodríguez en La Camperona. En Oiz, en una subida que fue una fiesta, los corredores del Euskadi-Murias fueron recibidos con honores. La campaña aún mejoraría con la victoria en el Tour de Turquía, del WorldTour.

Con ese impulso el Euskadi-Murias se reafirmó en el presente curso, donde brilló nuevamente. La Vuelta constató la energía del proyecto. Mikel Iturria puso nombre al triunfo en Urdax. Esa victoria subrayó la idea de que la formación continuaría. Las palabras de los mandatarios del equipo a la conclusión de la carrera en Madrid, cuando dijeron ante los miembros y staff del equipo que se verían allí el año que viene parecía despejar el futuro. En ese ambiente optimista, Odriozola aseguró que solo faltaba la firma. Pero la rúbrica que tenía que cerrar el acuerdo nunca llegó. Lo que se dio a conocer fue la pésima noticia de la desaparición del equipo, que disputará su última carrera en la París-Tours. Será el fin. Réquiem por el Euskadi-Murias.