Cinco, cuatro, tres, dos, uno? La cuenta atrás es casi de película, con las cámaras enfocando a Óscar Rodríguez, foco de atención del panorama ciclista mundial durante unos segundos, mientras se lanza rampa abajo para dar comienzo a su primera participación en la Itzulia, que es la segunda del Euskadi-Murias, el equipo al que colocó en el escaparate mundial tras su increíble victoria en La Camperona en la pasada edición de la Vuelta a España. El dicharachero speaker de la carrera se lo recuerda segundos antes de que lance su bicicleta, al ritmo de la pegadiza canción que el músico de Berriz Etxe ha compuesto para animar al conjunto vasco. Su cuerpo, magullado por las recientes caídas que dejaron su participación en la Vuelta al País Vasco en el aire hasta última hora, muestra aún las heridas de guerra de su último traspiés, el que sufrió el sábado en el Gran Premio Miguel Indurain, por el que acabó en el hospital. Apenas 48 horas después, con el reloj marcando las 16.37, volvió a subirse a la bicicleta para iniciar una especie de rally por las calles y carreteras adyacentes a Zumarraga.

Porque las pruebas contra el crono tienen mucho de las carreras de coches, con la única diferencia de que el copiloto circula un puñado de metros por detrás del corredor, que escucha por su pinganillo un sinfín de palabras de ánimo y órdenes que le ayudan en su particular infierno, en el que la cabeza tiene que funcionar en sintonía con las piernas. El motor necesita sustento. “He sufrido como un animal”, fue la primera comunicación de Rodríguez con el exterior tras poco más de 18 minutos de esfuerzo sobrehumano, contra la bicicleta, las exigentes rampas de la subida a La Antigua y el resto de rivales. “Como el resto”, sentencia entre bromas Jon Odriozola, mánager del equipo.

Antes, en el rápido circuito que condujo a los ciclistas hacia la salida de Zumarraga, todo son palabras de ánimo para el navarro. “Vamos Potro, como tú sabes”, repite, incansable, Rubén Pérez, manos en el volante. “Traza la rotonda recta”; “cuidado con la curva”; “sin miedo”. Las órdenes del director vizcaino a su pupilo son continuas. Cualquier ayuda, por mínima que sea, es bienvenida. Todo sea por rascar el máximo número de segundos posibles.

La lluvia, continua casi desde primera hora de la mañana, dio una tregua a los últimos participantes de la contrarreloj, lo que benefició indiscutiblemente a que los tiempos fueran mejores que aquellos que, como Mikel Landa, atendieron a las previsiones meteorológicas y arrancaron casi con el primer toque de corneta. Óscar Rodríguez salió beneficiado, aunque los recientes golpes, muchos y muy continuos, le impidieron lanzarse en la bajada sin miedo. Quizá frenó más de lo necesario, apuró menos de lo que le hubiera gustado, pero las molestias en la rodilla izquierda y las cervicales se lo impidieron. Cierto miedo es bueno, aún queda mucha carrera por delante.

quitar el miedo Con todo, aprovechó la primera bajada, antes de la subida a La Antigua, para ir quitando algo de miedo. Se lanzó cuesta abajo, junto a los conos con esa posición aerodinámica difícil de describir, como si de un funambulista se tratara. Las primeras referencias en el reloj le situaban a la par que alguno de sus compañeros, a quienes dejó atrás cuando la carretera se encaminó hacia el cielo. En medio de una marea de gente, mientras bailaba su bici para no perder velocidad ni cadencia en las duras rampas que por momentos superaron el 20% de desnivel, el terreno en el que mejor se desenvuelve, Óscar Rodríguez fue mejorando sus registros, superándose metro a metro, pedalada a pedalada. “Lo nuestro no son las cronos”, sostenían desde el coche, conscientes de que su carrera está en otras especialidades.

El navarro, trigésimo cuarto en meta con 56 segundos perdidos con respecto a Maximilian Schachmann, el vencedor de la crono, fue el mejor de su equipo, el Euskadi-Murias, tras una especie de rally por Zumarraga y alrededores. El líder del conjunto vasco cumplió con los pronósticos, perdió ese miedo propio de sus últimos contratiempos y ahora espera dar batalla en las etapas que restan.