URANTE el confinamiento, pocos materiales de entretenimiento han acaparado tantos titulares como The Last Dance, el documental que se centra en el último de los seis anillos de la NBA conquistados por el jugador de baloncesto más grande de todos los tiempos, Michael Jordan, mientras realiza un repaso exhaustivo a lo largo de toda su carrera. Sin embargo, en él no se menciona un hecho absolutamente desconocido hasta hace menos de un mes: semanas antes de regresar a la NBA en marzo de 1995, Air, sin estímulos después de que la huelga en la MLB cortara su aventura en el béisbol, quiso probar su estado físico. Para ello no eligió entrenar con sus Chicago Bulls, sino que levantó el teléfono y pidió participar en un puñado de sesiones con los Golden State Warriors. ¿La razón? Quería medirse a uno de los escoltas más explosivos de aquella época, Latrell Sprewell, y en la franquicia californiana ejercía como técnico asistente uno de sus mejores amigos y una persona de su absoluta confianza, Rod Higgins, padre de Cory Higgins, actual escolta del Barça del que el mítico número 23 es padrino.

Jordan y Higgins se conocieron en Chicago en la pretemporada de 1984. Rod llevaba ya dos años en la NBA y en los Bulls y ejerció de anfitrión del estelar novato. En menos de una semana de entrenamientos, Jordan disfrutaba ya de las cenas familiares en casa de los Higgins y hasta tal punto congeniaron que Air acabó comprando su residencia en el mismo barrio. Sus caminos se separaron un año después, pero la amistad siguió intacta. De hecho, cuando Jordan se convirtió en 2000 en presidente de los Washington Wizards fichó a Higgins como asistente del general manager y cuando en 2006 entró como propietario en los Charlotte Bobcats (ahora Hornets) volvió a contar con él para ascenderle en 2011 a presidente, puesto al que renunció en 2014. Con esta estrecha relación, no fue de extrañar que en 1989, cuando Rod tuvo a su segundo hijo, Cory, pidiera a Michael que fuera su padrino, algo que este aceptó.

Pese a que asegura que de niño se le daban mejor el béisbol y el fútbol, la genética y las conexiones familiares encaminaron a Cory Higgins hacia el baloncesto. Entre 2007 y 2011 completó un notable ciclo en la universidad de Colorado -en verano era uno más en las pachangas que Jordan organizaba junto a leyendas ya retiradas, estrellas de la NBA y promesas como Stephen Curry-, pero no fue elegido en el draft. En diciembre de 2011, los Bobcats, con su padre ya como presidente, le hicieron un hueco en la plantilla, pero fue cortado un año después tras jugar 44 partidos y promediar 3,7 puntos y 0,9 asistencias. Fue su padre el encargado de darle la noticia.

Tras un breve paso por le Liga de Desarrollo, en 2013 dio el salto a Europa con el Triumph Lyubertsy ruso y tras un curso en el Gaziantep turco fue fichado por el CSKA. En cuatro cursos con el gigante de Moscú ganó dos Euroligas y el pasado verano fue fichado por el Barcelona y se convirtió en uno de los jugadores mejor pagados de Europa. Asegura que en su carrera ha seguido a pies juntillas un consejo que en su día le dio su padrino: "Nunca pienses que ya lo has conseguido".

Gallia est omnis divisa in partes tres, quarum unam incolunt Belgae, aliam Aquitani, tertiam qui ipsorum lingua Celtae

En 2012 fue cortado por los Charlotte Bobcats, franquicia propiedad de su padrino y de la que su padre era presidente