Muchas lunas después, Peter Sagan reflotó. El eslovaco, tres veces campeón del mundo, en siete ocasiones el más regular en el Tour, se reconoció frente al espejo. Lo necesitaba Sagan después de perder foco. Se intuía que era un campeón del pasado, un ciclista de otro tiempo, dañado por el paso del tiempo y la irrupción de portentos como Van Aert, Van der Poel o Pogacar.

Sagan palidecía frente a ciclistas volcánicos, con más lava y fuego. Lejos de su mejor versión, incluso de una reconocible, el eslovaco, que hizo mudanza al TotalEnergies, perdió la energía, apagado. Su inicio de campaña le arrancó el aura. Se perdió en el anonimato el eslovaco, uno de los ciclistas más carismáticos del pelotón, una marca en sí mismo, una estrella en la última década.

Consciente de su curva descendente, de su declive, Sagan decidió refugiarse en Colorado (Estados Unidos) para mejorar y encontrar una solución a su menguante rendimiento. Después de su estancia en una concentración donde quería redescubrirse, el eslovaco posó la mirada sobre el Tour de Suiza, su carrera fetiche, algo así como el retorno al hogar. En Suiza, Sagan corre en zapatillas de casa, tantas veces agasajado en el podio, tantas veces celebrante.

18 VICTORIAS EN SUIZA

Volvió el eslovaco sobre sus pasos y anotó su 18ª victoria en la prueba helvética para totalizar 120 en su carrera. Una barbaridad. Resurgió Sagan en la antesala del Tour, donde se ha pintado siete veces de verde. Una gran noticia para el eslovaco tras su laberíntico curso. Sagan estrenó la campaña en un final burlón en el que demostró su dominio del escenario.

Sagan encontró la esperanza en un país verde, alpino. Su eclosión se produjo después de dos jornadas ahorrando energía, conservando fuerzas, controlando el gasto energético. Así gestionó el esprint que le validó el triunfo en una prueba de WorldTour. No recordaba esa sensación desde un año atrás.

ALEX ARANBURU, QUINTO

Sagan pudo con Coquard, Kristoff, Pidcock y Aranburu. El de Ezkio se manejó de maravilla en el esprint. Eligió la rueda de Sagan antes de que todo se alterara. Se aceleró el final, sin bridas y Aranburu tuvo que claudicar, aunque peleó cada pulgada. Sagan, efervescente, se activó y nadie pudo remontarle. El eslovaco, de vuelta a los días felices tras el apagón.

Anulado Bissegger, la coreografía del esprint tomó los hilos de la carrera. Se enredaron los nervios, la pelea por la posición, el relato de siempre. En ese baile de proximidad cayó Schachmann, que se lijó la espalda. Se quedó fuera del juego por la victoria y de la general, en la que manda Williams.

Se barajaron las cartas en el callejero de Grenchen. Sagan tiró de memoria. No ha olvidado cómo se gana. Vivir deprisa con los ojos cerrados. Conectó con los recuerdos de la victoria, que nunca olvidan los grandes campeones. Después de los tiempos oscuros, Sagan encontró la luz en Suiza.