"Sueño con ser profesional y ganar el Open Británico". En marzo de 2009, Jon Rahm era un chaval de 14 años que tenía ya las ideas muy claras y así las exponía en una entrevista en el suplemento Gazteleku de DEIA. Relataba que había comenzado a jugar al golf con seis años porque su padre practicaba ese deporte con un amigo, que al principio no le gustaba mucho pero que no tardó en enamorarse de los palos, de su admiración por Rory McIlroy... Su seguridad a la hora de expresarse y, sobre todo, su arrollador palmarés en las categorías infantil y cadete hablaban de un proyecto de futuro gran jugador, aunque es complicado asegurar algo así a edades tan tempranas.

Seis años después, el de Barrika era ya el mejor jugador amateur del planeta. Había cruzado el charco con una beca deportiva en Arizona State, ese mismo curso 2015 había llamado ya la atención en un torneo profesional ante el mismísimo Tiger Woods y sus credenciales como futura estrella mundial estaban claras. Su ambición y seguridad en sí mismo se mantenían intactas, pero sus metas eran ya mucho más altas: "Quiero ser el mejor jugador de la historia, no solo un profesional del golf. Sé que puede sonar arrogante pero es lo que tengo en la cabeza. Si Jack Nicklaus tiene 18 grandes, yo quiero tener 19. Es algo muy ambicioso, pero es lo que me da la determinación", aseguraba en julio de 2015 en una entrevista con este periódico. En la madrugada de este lunes, a sus 26 años, tatuó en su palmarés el primero de ellos: el US Open. El futuro no está escrito, pero son pocos los que dudan de que llegarán más.

TALENTO, AMBICIÓN Y MENTALIDAD

El éxito del golfista vizcaino es una mezcla de talento, trabajo, ambición sin límites, dedicación y una mentalidad a prueba de bombas. El apodo de 'Rahmbo' le va como anillo al dedo. Su carácter indomable e impetuoso -"soy muy competitivo, pero eso también tiene su lado malo ya que me enfado mucho cuando compito y me suelo desahogar pegando con el palo al suelo o a las bolsas", afirmaba a sus 14 años- ha sido pulido por sus preparadores para que mutara de posible defecto a virtud. Tras pasar parte de su periplo formativo en el Centro de Alto Rendimiento de la Residencia Blume, en Madrid, el siguiente paso para crecer apuntaba a Estados Unidos y la universidad de Arizona State, el alma mater del gran Phil Mickelson, le dio la oportunidad con una beca deportiva.

Rahm le sacó todo el jugo. Tras el lógico proceso de adaptación, su irrupción fue bestial. En 2015 y 2016 ganó el premio Ben Hogan, que distingue al mejor golfista amateur de Estados Unidos -nadie se lo había adjudicado en dos ocasiones-, estuvo sesenta semanas al frente del ranking mundial aficionado, cifra jamás alcanzada por ningún otro golfista, ganó once torneos universitarios, en 2015 participó como invitado en el Phoenix Open y, compitiendo contra jugadores profesionales, acabó quinto, a solo tres golpes del vencedor... Estaba naciendo una estrella. Tras jugar como invitado el US Open de 2016 (teminó 23º), dio el salto al profesionalismo. Solo una semana después, participó en el el Quicken Loans National y acabó tercero después de llegar a liderar la clasificación durante las dos primeras jornadas. Poco después, fue segundo en el Canadian Open y su año concluyó asegurándose los puntos necesarios para participar en el PGA Tour en 2017.

EL PRIMER TRIUNFO PROFESIONAL

No necesitó mucho tiempo para inaugurar su palmarés profesional, que cuenta ya con trece éxitos. El 17 de enero de aquel año se impuso en el Farmers Insurance Open con tres golpes de ventaja sobre el segundo clasificado. ¿Su guinda en el torneo antes de alzar los brazos al cielo? Un magistral putt de más de 18 metros para eagle en el hoyo final. Ese mismo año 2017 se adjudicó el Dubai Duty Free Irish Open y el DP World Tour Championship de Dubai; en 2018 el Career Builder Challenge del PGA Tour, el Open de España y el Hero World Challenge, además de debutar con victoria en la Ryder Cup; en 2019 repitió éxitos en Dubai, Madrid e Irlanda además de llevarse el Zurich Classic de New Orleans y en 2020, tras el parón provocado por la pandemia del covid-19, sumó otros dos eventos del PGA Tour en menos de 45 días: el Memorial Tournament y el BMW Championship. Tras ganar el primero de estos dos torneos, ascendió al número uno del ranking mundial, convirtiéndose en el jugador europeo que más rápido lo lograba -cuatro años y 27 días-, desbancando a Rory McIlroy, su ídolo de la infancia.

Durante estos últimos años, sus resultados en los majors, con siete top-10 en 19 participaciones, hacían presagiar que el éxito, que finalmente ha llegado en este US Open, era cuestión de tiempo. Tras ser cuarto, noveno, séptimo y quinto en el Masters, tercero en el US Open de 2019 y octavo en el PGA Championship de este mismo año -se le resiste un puesto de honor en el Open Británico en el que tanto ansiaba brillar de niño- sus dos birdies finales en Torrey Pines el pasado domingo abrieron de par en par a Rahm el Olimpo de los majors en una nueva demostración de su determinación y dureza mental.

Dos semanas atrás, el de Barrika tuvo que retirarse en elMemorial Tournament cuando dominaba la clasificación con seis golpes de ventaja y acababa de protagonizar una jornada sideral de golf -seis birdies y un solo bogey- al comunicarle en el hoyo 18 que había dado positivo por covid. Tras el lógico desplome moral, no tardó en rearmarse. Se aisló, maldiciendo no poder estar presente en el momento en el que sus padres, Ángela y Edorta, conocieron por primera vez a su hijo Kepa, volvió a competir y triunfó. A veces los sueños infantiles se quedan cortos.