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Madera de campeón

El piloto balmasedarra Joseba Iraola fue ciclista, es mueblero y campeón de España de Montaña; con su humildad de copiloto, ahora apunta a Europa y el Mundial

Madera de campeónFotos: F.V.A

Si tuviera un hijo y me dijera que quiere correr, le diría que no. Está claro. Y menos en barquetas, lo más peligroso; en Murcia alcanzamos los 250 kilómetros por hora entre montañas, árboles y guardarraíles”. Algo parecido le dijeron a Joseba Iraola (16-IX-1982, Balmaseda) sus padres alcanzada ya una edad. Porque Iraola llegó a correr con coches y motos, hasta que en casa, imberbe aún él, le dijeron basta. Crecía él; crecía la velocidad. “No tenía el respaldo familiar por miedo, pero es lo que siempre quise hacer”. La materialización del sueño debió esperar. Aunque el piloto estaba en su interior, paciente dio margen a la oportunidad.

Iraola refugió sus sueños de velocidad en otro mundo de ruedas, las ruedas que giran a pedal. “Fui ciclista hasta los 27 años. Corrí en categoría de aficionados, llegué a ganar carreras e incluso disputé alguna prueba profesional. Hice 30.000 kilómetros al año durante seis temporadas, ¡una barbaridad!, hasta que me cansé de ese mundo”, reverdece. Además, se dio un suceso determinante: “Un amigo se quedó paralítico delante de mí. Fue muy duro”. Fue la gota que colmó el vaso de la pasión. “Es hora de vender muebles”, sentenció entonces. Colgó la bici. Cambio de tercio.

Se encauzó en una de sus dos profesiones, en la que es desconocido para el público general, aunque es con la que lleva el pan a casa, el sector mobiliario. Pero a esos mismos 27, ya con poder de decisión, un sueldo y talento, como se podría ver más adelante, también rescató sus anhelos de infancia, esos sueños que permanecieron en el parking de las ilusiones, en un cajón de su mente. Y ahí sí, es reconocido, el público le vitorea. Tomó el camino de la competición, pero esta vez sobre cuatro ruedas a motor. Su mayor ilusión. ¡Brrumm! Eso sí, esta otra profesión, la de piloto -“entreno como el que más”, asegura-, no engorda su cuenta bancaria.

En la maleta de su nueva aventura viajaba el espíritu de sacrificio inherente del ciclismo, y la desgracia ajena, que concede valor a cada fragmento de la vida que está por llegar. Fortalecido por las vivencias, asió el volante y pisó el pedal. “Ese primer año me apunté al Campeonato de España y subí al podio de mi categoría en mi primera carrera”. Quizá, desde estas letras, suena arrogante, pero se trata de calidad, de una realidad. Iraola, como se descubre temprano, es diametral a la soberbia. La humildad es su parachoques en la vida. “Empecé con mi gente y acabaré con mi gente”, subraya.

Se refiere a que compite contra equipos conformados por multitud de personas y cuyo gremio es la competición; él viaja con dos amigos mecánicos, Asier Lasa y Endika Garai, altruistas, todo su soporte en las carreras. “Somos nosotros tres, compartimos furgoneta e incluso habitación, es un equipo sin ingenieros, casero, privado, pero no me quejo, me conformo. Tengo lo necesario para optar al título. En algunos proyectos ves derroche. Yo prefiero a dos buenos mecánicos de casa antes que a siete mercenarios”, presume, desde el prisma de la modestia que irradia. “Soy feliz con lo que tengo”, apostilla.

Con Lasa y Garai ganó en 2016 el Campeonato de España de Montaña, donde “el que menos tiene, cuenta con un tráiler”. El título fue el amanecer de la etapa más fructífera de Iraola, pero seguido llegó el ocaso de la desgracia. En 2017 no pudo defender su condición debido a un grave accidente. Su coche se incendió y sufrió quemaduras severas -“llevamos buenos trajes, son ignífugos”, matiza-. Fueron dos meses de atenciones y curas sanitarias. No obstante, “llegué a ganar nueve de las diez carreras que pude disputar, pero no puede defender el título”, lamenta.

“Tuve suerte porque en este mundo se piden resultados, como ganar el Campeonato de España, pero mi equipo siempre siguió conmigo. Al no poder correr incluso devolví dinero a algún patrocinador, que me lo devolvió de nuevo”. Y así, se vio en la máxima categoría del Campeonato de España de Montaña de 2018, donde ha vuelto a reinar al volante de una barqueta Norma M20. “Es mi mejor momento, sin duda. En 2016 gané, pero este año he ganado al mejor, en un mano a mano con Javier Villa, que estuvo en la Fórmula 1 (probó un Sauber y fue el gran proyecto español del automovilismo después de Fernando Alonso). Dicen que el valor de las victorias lo da el rival, mi rival es mejor piloto que yo; he ganado porque me ha hecho dar ese plus, esforzarme al límite”. Al superar esa frontera encontró tres milésimas que decidieron el campeonato en la última prueba, en la Subida a La Santa Totana, Murcia, adonde llegaban empatados Villa y él. tres milésimas que son el resultado de la suma de dos tiempos de las tres mangas disputadas. Un suspiro.

Ahora enfila el FIA Hill Climb Masters, el considerado Mundial de Montaña, que se celebra los próximos días 12 al 14 en Italia. “Voy con la tranquilidad de tener los deberes hechos. Lo que haga será un regalo extra”, apunta. Más lejos, para 2019, atisba otro sueño: “Quiero correr el Europeo de Montaña”. No se arruga porque “este año, en la Subida a Fito, puntuable para el Europeo, gané”, dice, y añade: “Creo que puedo ganar el Europeo; en el Mundial se va a ver si habría posibilidades”.

En cualquier caso, su padre seguirá cubriéndole las guardias en la tienda de muebles. Joseba Iraola es El Mueblero, que le dicen en las carreras. Se ríe al recordarlo. Es feliz. Destila plenitud. Le está agradecido a la vida. “Estoy donde nunca hubiera esperado. Es increíble. ¡3 milésimas!”. A veces, los sueños se cumplen. Sobre todo si hay madera de campeón. Es cuestión de perseguirlos paciente.