Bilbao - El Bilbao Basket sigue sin encontrar el freno a la caída libre que ya le ha dejado prácticamente fuera de la Eurocup y le ha situado cerca de los puestos de descenso en la Liga Endesa. Con la de ayer ya son ocho derrotas consecutivas, seis de ellas en los partidos continentales, y la cosecha es de un solo triunfo ante el Gipuzkoa Basket desde que el 15 de octubre logró su única victoria de la temporada en Miribilla ante el Tecnyconta Zaragoza. Veljko Mrsic ha llegado con el traje y la caja de herramientas del fontanero de emergencia, pero bastante tiene el técnico croata con detectar las numerosas fugas de agua y tratar de detener aquellas que puedan evitar que el barco se sigue hundiendo. Los frutos de su trabajo van a tardar en verse, pero el problema es saber si eso va a ocurrir a tiempo de que la temporada no corra más peligro.
Los hombres de negro mostraron una imagen esperanzadora en el primer cuarto, con buena actividad y un ritmo de juego que les permitió cerrar el parcial con una mínima desventaja. Pero ocurrió lo de tantos partidos. Cuando el Limoges elevó el nivel de contactos y aceleró la circulación de balón, el Bilbao Basket se cayó sin que nadie pudiera sujetarle. Un parcial de 16-5 de los galos en apenas tres minutos, con anotaciones demasiado sencillas tanto desde debajo del aro como en tiros librados desde el perímetro, rompió el partido y colocó la típica pared mental delante de los jugadores del Bilbao Basket. Mumbrú pretendía tirar de ellos, pero la respuesta general era de una tibieza y blandura desesperantes.
Con 38-25, Mrsic había abroncado a su gente en un tiempo muerto, pero a la salida del mismo estaba en cancha un quinteto con Fischer, Redivo, Hammink, Mendia y Thomas, que invitaba a olvidarse del marcador y lanzarse a las pruebas en busca de algunos signos de esperanza para el futuro. Así, llegó a rozar el Limoges, sin hacer nada especialmente brillante, los veinte puntos de ventaja. Generando desde el bloqueo directo y con tres o cuatro pases rápidos y precisos rompían en busca de Carter o Howard en las esquinas la defensa del Bilbao Basket, refugiado en ocasiones en unas zonas que tampoco sirvieron para mucho. Los franceses llegaron al descanso con quince asistencias para dieciocho canastas de campo, mientras que los vizcainos acumulaban ya doce pérdidas de balón que abrieron caminos en un balance defensivo desordenado y facilitaron aún más las cosas a su rival.
Los treinta puntos anotados en dos cuartos eran un bagaje muy pobre para pretender ganar fuera de casa, pero en el tercer cuarto, desde la máxima ventaja de los locales (48-30) y con Javi Salgado al mando se produjo un amago de reacción. El Bilbao Basket buscó ataques más elaborados y ocupó mejor los espacios. Salieron mejores tiros y acompañó un rato el acierto. Un parcial de 6-16 cerrado con un triple de Pere Tomàs puso a los de Mrsic por debajo de los diez puntos. Incluso, llegaron a colocarse a cinco puntos tras un 2+1 de Fischer con más de diez minutos por delante.
rápida sentencia No obstante, lo que tanto costó rehacer volvió a derrumbarse enseguida. El Limoges volvió a subir el listón de la mano de Gibson y en apenas dos minutos construyó un parcial de 13-0 que sentenció definitivamente el choque: 71-53 a 7.48 del final. A partir de ahí, el Bilbao Basket trató de manejar todo lo que quedaba con la mayor dignidad posible, sabedor de que todo el partido había estado en manos de lo que dispusiera el equipo galo que, aún sin Kenny Hayes, el que mató el duelo de Miribilla, logró llega a los 86 puntos. Cuando el Limoges pisó el acelerador, atropelló a los hombres de negro, que siguen sin encontrar el equilibrio en su juego. El balance reboteador de toda la batería interior resultó todo un síntoma, como el hecho de que el lituano Tautvydas Lydeka, un pívot de tercera o cuarta fila que debutaba ayer con el equipo de Kyle Milling, anotara nueve puntos sin apenas oposición y compensara la actitud del indolente Jaiteh.
El caso es que el Bilbao Basket apenas pudo maquillar la derrota y añadió otra piedra más a esa mochila que le impide avanzar hacia las victorias. Veljko Mrsic tendrá que encontrar las respuestas tácticas, pero sobre todo anímicas para levantar a una plantilla que está cogida con alfileres y con jugadores que han llegado de entornos ganadores y parecen sobrepasados por la situación. La Eurocup ha sido otra vez un infinito camino de frustración, una cosecha de continuas decepciones, pero aún quedan tres partidos a los que habrá que intentar sacar algún provecho.
Por la simple ley de probabilidades, la victoria está más cerca, aunque el juego del equipo siga careciendo del mordiente y la fuerza necesarias para sujetarse y, al menos, llegar a finales igualados. Solo con eso el Bilbao Basket podría recuperar la fe en sus posibilidades que le ha abandonado en este tramo de la temporada que ha debilitado todos sus cimientos. La próxima cita en el Buesa Arena tampoco parece propicia, pero a algo hay que agarrarse para no sucumbir definitivamente.