Bilbao - El golf es constancia pura. Picar y picar para llegar al objetivo. Sobrevivir a los momentos duros con sangre fría y no perdonar cuando el viento sopla de cara. Encontrar el equilibrio perfecto. Ayer, Jon Rahm comprendió los estados de su juego a su perfección en la final de la Race to Dubai. Demostró que salvando pares también se ganan los torneos. Saber sufrir y esperar a que la balanza cambie el peso. El vizcaino se agarró a la consigna de que los días perfectos no existen, que las vacas flacas llegan y aguardó a que Justin Rose, intratable hasta la mitad del recorrido, errara. Solo necesitaba una oportunidad y la aprovechó. El hoyo 14 fue el punto de inflexión. El lugar donde Rahmbo reventó el torneo. En los momentos calientes, cuando la presión empequeñece al débil, Rahm encontró su hábitat natural. Sonrisa de campeón, golpes de maestro. Acabó con toda ventaja, cogió el liderato e inició su defensa. Más hoyos inmaculados para firmar una tarjeta de cinco golpes por debajo del par del campo y sin ningún bogey como mancha. Rahm encontró el equilibrio.
La última jornada comenzó llena de malas noticias para Rahm. Su primer golpeo desde el hoyo 1, ese laberinto donde chocó durante todo el torneo, volvió a ir al peor lugar posible. De lleno en el búnker, al mismo donde la bola cayó el día anterior, y los siguientes golpes no ayudaron a arreglar la situación. Sin embargo, la magia del de Barrika apareció en el momento indicado. Una acción magistral para salvar el par y empezar a fundamentar la victoria desde la resistencia, aguantando de pie y con entereza ante el primer golpe recibido por parte del Jumeirah Golf Estates de Dubai.
Esa no fue la única mala noticia para Rahm en su primer contacto con el recorrido. La irrupción de Sergio García le golpeó de lleno. El golfista de Borriol consiguió cuatro birdies consecutivos y se erigió como otro rival más para la pelea. El ritmo de golpes bajo el par del campo no fue tan alto como en días anteriores, pero tampoco hubo grandes debacles y eso permitió que la lista de candidatos creciera. El vizcaino se encontró así rodeado de oponentes, sin poner el foco en nadie en especial. Aun así, entre tanto intercambio de golpes, empezó a hacerse grande la figura de Justin Rose. El inglés se puso en modo rodillo y comenzó a jugar como en los torneos anteriores, en la que nadie pudo hacer sombra a su regularidad.
Rahm da el paso El juego de Rahm creció sin parar. Fue a más sin freno. Empezaron a aparecer birdies en su tarjeta y los pares realizados ya no fueron por salvadas milagrosas. La sonrisa nerviosa tras los pares logrados in extremis, pasó a convertirse en risa de resignación después de las oportunidades perdidas. La bola coqueteó con los hoyos y la acarició en demasiadas ocasiones sin terminar de entrar. Aun así, Rahm había encontrado su esencia de juego, empezó a sentirse cómodo con cada golpeo y jugó con una seguridad abrumadora. Solo le faltó dar otra vuelta de tuerca y lanzar el ataque definitivo. Meter el morro de lleno en la pelea ante una gran baraja de candidatos que demostraron ser más que unos golfistas dispuestos a vivir unos minutos de gloria.
Los golfistas empezaron a llegar a casa club con tarjetas candidatas a la victoria. A destacar la actuación de Sergio García, al que un bogey final le alejó de la posibilidad de forzar el empate y aspirar a cotas mayores. En este escenario Rahm necesitó darle una vuelta de tuerca a su juego y acabar con las especulaciones. La presión fue máxima y el vizcaino no defraudó. Todo lo contrario que Justin Rose. Por una vez el inglés dejó de lado su condición de golfista que no conoce el error y se humanizó. Dos bogeys consecutivos le dejaron desnortado y entró en barrena. Hundido completamente.
Fue el chispazo definitivo. Los brazos de sus oponentes se atenazaron y Rahm fue un coloso en la situación más crítica. Otro birdie más, el quinto del día, y se afianzó en la cabeza. No se asustó cuando la suerte le dejó de sonreír y llegó al último hoyo con todo en su mano. No fue la mejor jugada del día, pero otra vez cambió su modo arrollador para convertirse en superviviente y encontrar el equilibrio del campeón.
Esta victoria es la segunda de Rahm dentro del Circuito Europeo, ambas conseguidas dentro de eventos de la Rolex Series, lo que le convierten en el primer jugador en cosechar este logro en la puesta en marcha de este tipo de certámenes. Una hazaña con más mérito teniendo en cuenta que no entraba en los planes iniciales del vizcaino afiliarse todavía al circuito del Viejo Continente. El único lunar es su actuación en Valderrama, donde no pasó el corte y fue víctima de unas excesivas ganas de agradar a su público. Un pequeño tropiezo, lógico dentro de un mundo del golf lleno de altibajos, que deja la duda de hasta dónde hubiera podido escalar Rahm en la clasificación final de la Race to Dubai.