Bilbao - Jon Santacana (Donostia, 1980) iba a los Mundiales de esquí paralímpico de Tarvisio sin mucha convicción, al igual que su guía, Miguel Galindo. El guipuzcoano, con menos de un 5% de visión, cuenta con un laureado y extenso palmarés y es capaz de ponerse a más de 100 kilómetros por hora sin pestañear, pero no llegaba a Italia con buenas sensaciones. Sin embargo, ya de vuelta en su casa de Barcelona, Santacana sonríe con tres medallas nuevas -una plata en la modalidad de eslalon y otra en descenso, y un bronce en gigante- que pudieron ser más si una caída no le hubiera privado del podio en la prueba supergigante y hubiera arañado unas décimas de la cuarta posición en Supercombinada.
Tres medallas en cinco pruebas es un buen balance, ¿no?
-Es muy buen balance porque no estaba nada fácil. Miguel y yo no estábamos consiguiendo los resultados deseados en pruebas anteriores, pero toda la pretemporada y la planificación de las competiciones previas estaban hechas para llegar al mundial en el mejor momento. Y al final hemos podido conseguir tres medallas.
¿Y cuál es a la que más importancia da?
-La del descenso porque es la prueba reina del esquí alpino. Es muy agresiva y tiene muchísimo riesgo, así que superar todos esos obstáculos con las limitaciones de un deporte paralímpico es todo un reto. Esta plata es el resultado más trabajado.
¿Es quizá también la medalla que menos esperaba conseguir?
-Según las carreras previas y las sensaciones, este año nos sentíamos más a gusto en gigante. Creíamos que teníamos más posibilidades en esa prueba, pero al final no fue así. En descenso pensábamos que iba a costarnos mucho estar en el podio; y nos costó, pero pudimos estar ahí. Y eslalon es la modalidad en la que más cojeábamos los últimos años, pero hicimos dos bajadas muy buenas y conseguimos la plata.
¿Qué pasó en las otras dos pruebas en las que no subieron al podio?
-Tuvimos muy mala suerte en supergigante porque me enganché con una puerta y me caí. Y en la supercombinada terminamos cuartos porque en la primera Miguel me echó un poco de nieve, que se me quedó enganchada en las gafas. No veía nada y bajé como pude. Realmente no sé cómo llegué abajo.
Pero finalmente tres medallas, aunque no fueran a Italia con las mejores sensaciones.
-Y si volvieran a repetir el campeonato, seguiríamos pensando que está muy difícil conseguir lo que hemos conseguido. Al final, el esquí es complicado de prever porque no tienes referencias, cada día es un trazado diferente con distintas condiciones de nieve, luz, viento... Nosotros nos agarramos a las sensaciones que nos dejan las anteriores carreras y las nuestras no eran del todo buenas.
¿Qué piensa antes de lanzarse a esos descensos extremos?
-Voy toda la bajada rozando los 100 por hora, sé que hay saltos, que hay zonas en las que me tengo que guiar por lo que dice Miguel... así que en la salida pienso lo menos posible y me centro en lo que he preparado porque si me parara a pensar mucho, no me lanzaría.
¿Cuál es su siguiente objetivo?
-La Copa del Mundo que se disputa en Corea del Sur en marzo, que supone un test para los Juegos de Invierno del año que viene ya que se disputa en las pistas olímpicas. Aunque no vaya a ser un torneo competitivo completamente, porque no vamos a disputar la Copa del Mundo este año, es importante poder estar allí y conocer las pistas y el entorno.
¿Piensa mucho en los Juegos?
Por los Mundiales tampoco he pensado mucho en ellos. Sin embargo, ahora que ya han pasado, empiezan a ser un objetivo a corto plazo. Ahora es el momento de pensar en ellos y empezar a entrenar.
Serán sus quintos Juegos.
-Sí. Y los últimos. Porque es difícil llegar a luchar por las medallas, pero más difícil es mantenerse arriba tantos años. Y yo ya tengo 36. No sé si 2018 será mi último año de competición, pero sí será el año de mis últimos Juegos.
Entonces querrá despedirse bien.
-Sí, pero sin volverme loco. Me planteo poder llegar a Corea bien, sin lesiones, y poder disfrutar de los Juegos, que es un momento muy importante.