ME gusta el baloncesto, me lo paso bien y cuando no me divierta compitiendo lo dejaré. Pero, de momento, me lo paso bien, así que voy a seguir así”, dice Álex Mumbrú cuando lo preguntan por el secreto de su longevidad sobre una cancha de baloncesto. El capitán del RETAbet Bilbao Basket fue la pasada temporada el segundo máximo anotador de la Liga Endesa y el segundo jugador que más minutos jugó y, cumplidos los 36 años, fue elegido en el mejor quinteto de la competición por primera vez en su carrera. En este mismo curso, en el que promedia 14,1 puntos y casi 28 minutos de juego, se ha convertido en el jugador más veterano de siempre en llevarse la distinción de mejor jugador de una jornada.

La cuenta de Mumbrú sigue corriendo, añadiendo kilómetros a sus piernas, partidos a su bagaje y marcas individuales a su historial en la liga y en el Bilbao Basket que “no sirven de nada si el equipo no gana”. Sigue siendo un jugador que marca diferencias en el equipo bilbaino en el que cumple su octava temporada porque su perfil, en tanto que puede generar peligro tanto en el poste como a siete metros del aro, tiende a desaparecer. Muchos balones siguen pasando por sus manos y así será hasta el último de sus partidos.

El catalán llegó a Bilbao con una buena colección de títulos a su espalda, pero lejos de acomodarse ha firmado como hombre de negro algunos de sus mejores campañas en la élite. Mumbrú considera ya Bilbao “mi segunda casa” y no contempla otra cosa que acabar su carrera en un club del que se ha convertido en referencia indiscutible, tanto dentro como fuera de la cancha. Su indomable espíritu competitivo, su carácter ganador y el oficio que dan los años le llevan a seguir tirando del carro para tratar de que “el equipo funcione como esperamos que funcione”. Porque desde hace ya un tiempo el Bilbao Basket lleva el sello de Mumbrú, el de no rendirse nunca y el de sentir el dolor de cada derrota para que no se vuelva a repetir.