ESO que dicen de las condiciones? A mí siempre ha sido un pelotari que me ha gustado y con el que me ha encantado jugar”. Lapidario. Incisivo. Lo decía Augusto Ibáñez, vestido de calle, sentado en las butacas de cancha del frontón que lleva la foto de su álter ego, Titín III, en el rebote y que mira los partidos desde las alturas. Hablaba el Emperador de Tricio, fuera ya de la Liga de Empresas, pero dentro de la operadora manista Garfe, de Miguel Merino. Hablaba de cómo aunque digan que no tiene el punch de otros o esas circunstancias que marcan la diferencia, el zaguero de Villar de Torre está considerado como un auténtico seguro de vida, un tipo trabajador, un diésel, tipo trotón, del corte de Abel Barriola o Mikel Beroiz, que quizás no domine, pero al que hay que tumbar en la cancha, porque nunca se rinde. Merino, el mayor de la saga riojana, es un gigante de 29 años, en los mejores guarismos de edad de los pelotaris, según dicen los expertos. Quizás coartado por no tener golpe explosivo o una zurda como la de David, de seda, Miguel tiene la virtud de la hormiguita y una palanca con la que le cuesta bien poco encontrar la última losa. Es un héroe, de los de la clase obrera. No necesita superpoderes.
En el frontón Adarraga de Logroño cumplió el pelotari de Villar de Torre el medio millar de encuentros como profesional. Queda ya lejos aquel 6 de julio de 2008, en el que empezó su camino con la camiseta de Aspe en Ezcaray, unido a Miguel Capellán, su entrenador en la escuela local, ante Alberto del Rey y Aitor Elkoro. El estelar lo disputaron Titín-Laskurain contra Xala-Pascual. En el descorche de la carrera deportiva de Miguel, tuvo que afanarse en una hora y 24 minutos, ante un guardaespaldas curtido. Perdieron 22-17.
“Es una cifra especial. Cuando empecé ni se me hubiera pasado por la cabeza alcanzar los 500 partidos. Me ha costado ocho años y medio”, concreta el manista riojano, quien apostilla que “me ha tocado en algunas fechas jugar muchos partidos. Algún agosto he alcanzado los quince choques. Estoy contento. Ha habido lesiones, pero no han sido largas”. Posiblemente, una de las mejoras que ha visto Merino con el tiempo ha sido respecto a sus manos. “Cuando empecé no las tenía como ahora, se me han ido endureciendo a medida que he ido jugando partidos”, agrega Miguel. Desde aquel inicio de julio hasta hoy, han pasado por su vida dos subcampeonatos del Parejas de Segunda (2011 y 2014), uno del Manomanista de Segunda (2011) y un Parejas de Primera de suplente (2015) en el que revolucionó el corral junto a Altuna III.
El domingo, Joaquín Plaza, como colofón al cumplepartido y en honor a todo su grupo de trabajo, le obsequió con una tarta con un quinientos en velas, pero el verdadero regalo fue antes, en la cancha, en el que completó un partido para enmarcar. La cita era inmejorable: contra su hermano David, en el Parejas de Primera y en Logroño. “Salieron las cosas bastante bien. Sabía que teníamos que sufrir mucho, que era una pareja dura y que había que empezar bien. En un Parejas, si dejas un poco el inicio, no te dejan recuperarte. Cogimos ventaja y nos favoreció. Creció la confianza. Nos igualaron después, sí que es cierto, pero esa distancia nos vino muy bien”, relata Merino, que escribió un guion de sudor y sangre. El cuentakilómetros casi le explota al zaguero, repartiéndose, omnipresente, en las diversas suertes del tanto. “Contra mi hermano, iba a estar muy atrás. Eso lo sabía, porque le da mucho. Tenía que estar defendiendo. Quizás no tuvieron el día. Hay que contar con ello”, admite Merino.
Buena dinámica “Cuando me dijeron que tenía que suplir a Aitor Zubieta, supe que tenía que salir a disfrutar, a cumplir, a hacerlo bien y a darlo todo. Llevamos tres partidos y hemos ganado dos, pero vamos poco a poco. Si al siguiente día, haces un desastre, se olvida todo lo anterior”, manifiesta Miguel. Su unión con Iker Irribarria, al que califica como un “zurdo especial”, dinamitero, ha mostrado buenas trazas. “El objetivo en este Parejas es jugar bien y tratar de darlo todo. Ojalá sumamos, pero hay que tener los pies en el suelo. Es un tópico, pero hay que ir partido a partido. No hay que pensar en ganar tres o cuatro. Haces cuentas y salen cuentos”, finaliza el de Villar de Torre. El viernes, en Zumarraga, tendrá a otro hueso duro de roer: Jon Ander Albisu. 501 para Miguel.