El adiós pendiente de Roger Grimau
EL CATALÁN VOLVERÁ A MIRIBILLA CON EL MANRESA, EL EQUIPO ANTE EL QUE JUGÓ SU ÚLTIMO PARTIDO CON EL BILBAO BASKET
ROGER Grimau lleva desde el comienzo de esta semana descontando los días que le quedan para volver a poner los pies en el Bilbao Arena, ese recinto de Miribilla donde en 2011 levantó un título de Liga con el Barcelona y donde después conoció lo mejor y lo peor del deporte profesional en sus tres temporadas con la camiseta del Bilbao Basket. El alero catalán, aún a sus casi 37 años, sabe que el regreso a Bilbao será emotivo, casi tanto como lo fue la primera vez que jugó en el Palau Blaugrana después de salir del Barcelona. En los tres años que pasó como hombre de negro, Grimau se empapó de Bilbao, de Bizkaia y de la manera de ser y sentir de una afición que siempre le tuvo en alta estima porque nunca escatimó el esfuerzo en la cancha.
Su llegada al Bilbao Basket, poco tiempo después de ganarle la Liga Endesa vestido de azulgrana, supuso un plus de experiencia para una plantilla que debía afrontar la participación en la Euroliga. Pero a Grimau le costó el cambio, quizás porque después de ocho temporadas como culé había muchas expectativas mutuas. En el Bilbao Basket el alero catalán se reencontró con Álex Mumbrú y Raúl López, con quienes compartió el paso al profesionalismo en las filas del Joventut y que en sus años en el Barcelona se habían convertido en rivales enconados. Vestidos de negro volvieron a tener objetivos comunes y todos hubieran querido cerrar sus carreras juntos, pero las circunstancias hicieron cambiar los planes bruscamente.
Grimau tuvo que despojarse de su pasado azulgrana para encajar en su nuevo rol y los seguidores del Bilbao Basket tuvieron que entender que el club no había fichado una estrella, por más que su currículo fuera bastante abultado. El jugador se convirtió en chico para todo en el perímetro de Fotis Katsikaris, en las dos primeras campañas, y de Rafa Pueyo, en la última. Lo mismo ejerció de relevo natural de Mumbrú en la posición de tres, que de Vasileiadis en la de dos, hasta acabar como base en el curso pasado complementando a Raúl. Las estadísticas quedaron a un lado y Roger Grimau siempre hacía lo que tocaba. En total, disputó 101 partidos de Liga con el Bilbao Basket, una quinta parte de los 507 que acumula en la competición y que le convierten en el quinto jugador en activo con más encuentros disputados. Sus promedios fueron de casi 18 minutos de juego, 6,7 puntos, 3 rebotes y 1,7 asistencias, muy similares a los que han adornado la totalidad de su carrera de quince temporadas en la Liga ACB.
arriba y abajo Al margen de los números, Grimau participó también en la temporada de la Euroliga que murió en aquellos recordados cuartos de final ante el CSKA Moscú, en la trayectoria en la Eurocup que llevó a la final de Charleroi, quizás la cima de la historia del Bilbao Basket, y también sufrió, como todos los demás, el progresivo descenso a los infiernos, la agonía de una temporada que nadie quiere dejar anotada en su trayectoria. El catalán fue uno de los jugadores que se puso en primera fila de las reivindicaciones y uno de los que más exteriorizó sus sentimientos cuando el club se encaminaba al precipicio.
Su último partido como hombre de negro, aunque él no lo podía intuir, en ese momento, fue el 11 de mayo del año pasado, precisamente ante La Bruixa d’Or Manresa. Después, hubo dos más que se perdió por una lesión en el codo del que se operó porque su deseo era seguir jugando y hacerlo en el Bilbao Basket. Lo que pasó después ya es conocido y este domingo Roger Grimau tendrá la oportunidad de jugar de nuevo en Miribilla, de quitarse la espina de no poder despedirse definitivamente vestido de corto de un público al que tanto quiso y al que siempre destacó como la razón de ser del Bilbao Basket.
El equipo manresano y Pedro Martínez confiaron en él y el veterano jugador está demostrando que sus ganas de mantenerse en activo estaban justificadas. Grimau vuelve a ser titular casi siempre, como en sus tiempos de Lleida cuando era quince años más joven, y responde con 9,5 puntos, 3 rebotes y 2 asistencias de media en 23 minutos de juego en una situación desconocida: la de tener que liderar y arrastrar a un equipo que lucha en las últimas plazas de la clasificación. Pero a estas alturas ya no hay nada que demostrar y solo queda seguir compitiendo, algo que Roger Grimau hará el domingo ante quienes fueron sus compañeros y ante un club que se le metió muy dentro, pero del que tuvo que salir antes de lo que le habría gustado.