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En un bolsillo de la camisa beige de Miguel Gallastegi reside un pedacito de historia. Con las manos, se desata un botón y saca una foto de la Virgen de Arrate, a la que muchas veces ha dado gracias por su fuerza en la cancha hace ya varias décadas, envuelta en dos folios. Uno de ellos, doblado en cuatro partes, es el tesoro del exprofesional, campeón del Manomanista en 1948, 50 y 52. "Korta-Gallastegi contra los hermanos Ubilla", pone. "Lee, lee", dice Don Miguel, el legendario zaguero eibarrés, nacido en Amaña, a metros de Bizkaia. "Es un partido de Segunda y teníamos que luchar para pasar aquí", admite. Señala al otro lado de la página, donde se anuncia el estelar.
"¡Eh! ¡Luciano!". Levanta la voz el campeón guipuzcoano y también la mirada hacia detrás. Da la vuelta al papel: Atano VII. Mientras, Luciano Juaristi, el décimo de la saga, se acerca a los dominios de Gallastegi, que llena con su presencia cada recodo del ambiente. "¡Ven aquí!", repite. Cuando se acerca, le dice en tono jocoso: "¡Que ni me has saludado!". "Claro que te he saludado, a ti y a tu nieto que anda allí atrás. Pero déjale el bastón al nieto", sonríe Atanillo. Desdobla el papel Miguel y se lo enseña de nuevo al azkoitiarra: "Mira, esto seguro que no lo tienes tú". "Pues no", dice Luciano, quien apostilla que "es mi tío, Atano VII -estrella en aquel cartel-, que le llamaba a este Iberduero. Jajaja". No para. "Siempre he oído eso, le llamaban así porque tenía electricidad". Y levanta el puño derecho Atano X, con la muñeca en movimiento; un gesto del poder que tenía Don Miguel. Un látigo. Pura potencia. "¿Esto lo has traído para mí?", pregunta a Gallastegi, quien le da una respuesta negativa. "¿Entonces no tienes fotocopiadora en casa?". Se ríen. Y Miguel continúa: "Esto vale dinero, el que lo quiera, que pague por él. Si no nada". "Pues como comprenderás, yo no voy a pagar por mi tío", finaliza el delantero azkoitiarra.
Son historia. Una historia en sus manos, que brillan encallecidas por los rigores del tiempo y la batalla. Miguel la alumbra desde hace 95 años. Es de hierro. Le acompaña su nieto, un junco de porte similar al del gran campeón, eterno en la sonrisa y el recuerdo. Don Miguel es pura dinamita. "Yo solo respondo a lo que me preguntan. Decía mi aita que uno no se tiene que avergonzar en responder lo que él cree a todos", confiesa el exmanista de Eibar. Y por sus venas corre cuero. No se corta un pelo a la hora de centrarse en la final. "Lo que quiero es que jueguen un gran partido y todos nos quedaremos a gusto. Las pelotas han cambiado y el que mejor saca tiene ventaja. Cualquiera puede ganar". Pero siempre se puede dar una vuelta por el pasado fructífero de Don Miguel, mientras es rodeado de campeones del Manomanista: desde Atano X a Yves Xala, pasando por Jesús García Ariño, Iñaki Gorostiza, Rubén Beloki, Fernando Arretxe, Ladis Galarza, Abel Barriola -que aterrizó en el Maipu de Sondika con un poco de retraso por haber estado entrenando para el Cuatro y Medio de San Fermín- y Oinatz Bengoetxea. "El espectáculo era un poco mejor antes, era otro estilo de jugar", desvela y agrega que "Mondragonés tuvo uno; Atano, otro; pero el de Mondragonés era formidable. ¿Quién fue mejor? En mi opinión, Mondragonés. Y de delanteros: Akarregi y este que está aquí -señala a García Ariño I que dice: "Ya está hablando de mí" y se ríe-. El que más guerra me daba era Atano III".
Explicaba Miguel Hernández en los dulces versos de su rayo que no cesa: "Mi sien, florido balcón/ de mis edades tempranas/negra está, y mi corazón/y mi corazón con canas". Son gritos al tiempo. El corazón de la pelota a mano reside en sus campeones, vital, puro, aunque empiecen a amarillear las fotografías colgadas del retrovisor de la vida. Como la de la Virgen de Arrate de Gallastegi. Recuerda Jesús García Ariño que "una de las finales más espectaculares del Manomanista puede ser la que jugué contra Hilario Azkarate, en la que quedamos 22-21 después de dos horas. Íbamos empate a 21 y me hizo tanto el maricón de él. Estábamos muertos". Lo evoca con cariño el exdelantero de Axpe. Y abre un hueco a Hilario, el gran campeón vizcaino con seis entorchados en sus anchas espaldas, un pelotari inteligente y que le soltaba mucho a la pelota. "Y uno se va en esos momentos se va con la cabeza baja. El otro se cree el mejor". Retales de los días de vino y rosas. Mientras, Rubén Beloki no se retrotrae tanto a la hora de mirar a la final más espectacular de cuantas han pasado por sus ojos: no hay duda. La de Yves Xala contra Aimar Olaizola. La de la justicia poética por la apendicitis del lekuindarra, su lucha a contrapelo frente a las empresas, el pulso en Irun y sus lágrimas enjugando el sabor de la derrota fuera de la cancha y el triunfo dentro. Y eso que Aimar jugó de diez. "Por la épica", dice el Látigo de Burlata y prosigue que "fíjese que no ganó un pelotari que es de nuestra empresa, pero yo creo que es la mejor de todas".
Cuestionado el último campeón vizcaino, Iñaki Gorostiza, sobre la mejor final del mano a mano que ha visto le vienen tres fotografías a su cabeza: "Una mía, alguna de Ladis -que le abraza en la foto de grupo- y Retegi II y últimamente la de Xala y Aimar". Pero cuenta el de Axpe que "lo que más poso deja en una de estas citas es que el resultado quede abultado y ajustado entre los pelotaris".
el material, una cizalla Entre tantos pelotaris campeones y tanta distancia entre ellos, un tema, básico, se eleva como capital. Sin duda alguna, el material. Los más experimentados hablan de que es demasiado. "Desde hace muchos años hay material excesivo. Nadie quiere poner las cosas en su sitio: quitar el saque, poner al seis la pasa, hacer tanto y que saque el otro... La verdadera medida es la pelota y no hace falta hacer más", opina Atano X, campeón en dos ocasiones de la txapela más importante del panorama manista, y relata que "igual hay gente más inteligente que nosotros y conviene que haya esas pelotas". Coinciden con él García Ariño I y Gorostiza. "Lo he hablado con Atanillo por el camino y la pelota hay que bajarla. Vamos a tener que quitar el rebote si no. Tendremos que bajarlo por narices, hay demasiado material. Con ese bote no es para jugar a mano, es para jugar a pala. Antes botaba la pelota y corría cuadro y medio y ahora corre tres. Para jugar a mano el pelotari tiene que dominar la pelota y no al revés", dice el mayor de la dinastía de Atxondo, mientras que confiesa Iñaki que "lo del material es crónico. Es excesivo. Hoy en día es impensable que un zaguero sea campeón manomanista, porque le hace falta el juego del trinketista".
Por su parte, Fernando Arretxe, el único zaguero que se ha impuesto en todas las modalidades manistas del curso oficial, apuesta por lo contrario: por la velocidad. "En todo deporte se marca la diferencia en la velocidad. El pelotari ha evolucionado y la pelota, también. En mis tiempos, con el atxiki, había pelota viva. En una final de San Fermín de Parejas, Martinikorena llegó a meter quince rebotes en un partido", afirma el de Luzaide. Ladis Galarza, con quien comparte generación, relata que "llevan años jugando con esas pelotas y están adaptados a ellas. El material es vivo y son pelotaris que tienen condiciones para hacer daño con cualquier material".
pronósticos y el 'ordenador' De todos modos, entre tanto campeón, pocos se mojan. "Es una final abierta. Son partidos diferentes y más si tenemos en cuenta a estos pelotaris. Si uno mete la directa, complicado contrarrestarla. Sí que Irujo anda muy bien desde el parejas y veo a un Juan en plena forma. Las finales son partidos distintos, son únicos durante todo el año y eso pesa para bien y para mal", manifiesta Barriola y Oinatz no pierde el paso: "A Juan le veo fuerte y le da mucho a la pelota. Ahí estará la clave, en que haga daño con esa potencia. Aimar sabemos qué pelotari es y que puede ganar cualquiera". Igual que Xala: "Será una final bonita a la que han llegado los mejores. Aimar está jugando mucho los últimos años y Juan está ahí. Desde el Parejas, está con confianza, con el nervio fresco y esperamos una final impresionante".
Entre todos, resuena el paso del tiempo, generaciones que bailan entre los caminos inescrutables de los años. Pero Luciano Juaristi se guarda una bala para romper la tranquilidad y abrir la ronda de risas fuera de la seriedad del evento. "Pienso que Juan Martínez de Irujo tiene un poder enorme y más cosas, pero en el mano a mano no hace falta solo poder. Todos tenemos un ordenador y Aimar lo pone en marcha en todos los partidos", analiza con sorna el azkoitiarra. Pero él, un delantero habilidoso y con grandes dosis de inteligencia, adornó sus años de pelota con su gracejo delante en grandiosas citas ante Azkarate. "El que tiene poco tiene que poner el ordenador en marcha, como yo".