Etxarren

Miércoles canicular en Etxarren. "Entre 130 y 150 habitantes", comenta una mujer del pueblo. La tarde está entrando, después de la comida, y la Sakana está castigada con un calor que sube por las piernas y calienta demasiado. Demasiado para ser abril. Demasiado para una primavera extraña. Desde el pueblo se puede ver Irur-tzun. Nadie anda por la calle. José Javier Zabaleta aparece en un coche, se baja, saluda amablemente. Ligeras vetas de viento recorren por la sombra, pero en el sol... Y desvela su secreto. "¿Ves?", dice. Mientras, en el cielo no hay ni una nube. Es de un azul cobalto inmisericorde. Da vértigo. Sin piedad. "¿Lo oyes?", repite enigmático. "Nada de ruido", espeta Zabaleta y prosigue "este es un pueblo tranquilo, los vecinos son todos muy simpáticos y me gusta por eso". Recorren sus palabras las aristas del silencio, que solo lo rompen varios coches apostados de periodistas esperando encontrarse con el zaguero navarro. Pero lo cierto es que Etxarren es así: solo perros juguetones cambian el paso, también vecinos que saludan al joven, pero poco más. "La verdad que para llevarme a Iruñea hasta una chavala lo tendría difícil", dice con una sonrisa. "En el pueblo se está más tranquilo y se está mejor, más a gusto".

Es el punto de partida del manista de Aspe, la gran revelación, el pegador, el bulldozer, la estrella emergente. El bullicio del frontón es el contrapunto a sus días en Etxarren. Allí es uno más. Es su comodidad. Cuando a José Javier se le pregunta por ser famoso incluso aún se le sonrojan las mejillas. "Los primeros días de este año, cuando me pusieron de titular, eso de andar con los periodistas me costaba un poco. Llegaba a casa y no me gustaba mucho. Pero luego te vas haciendo a ello", relata. Es un pequeño peaje. "Yo soy nuevo para estas cosas, pero como dice Juan -Martínez de Irujo- mejor que te llamen...", comenta. Colorado, para Zabaleta salir por ahí no es lo mismo que para otros, no hay tanto agobio, ni tantas miradas, pero este Parejas le está empezando a señalar: "Lo llevo bien, pero prefiero pasar desapercibido. Siempre hay alguno que te saluda o dice algo. Normalmente, de juerga siempre hay algún joven que te comenta. Pero cuando estás en el pueblo, o vas algún lado, la gente mayor sí que se fija más". Baños de multitud, a veces; como cuando dio el golpe encima de la mesa en el torneo con Juan Martínez de Irujo, con quien ha alcanzado un engranaje perfecto. Las miradas, por la novedad, están en sus gestos, sus palabras y su camino. Por supuesto, también, en sus brazos: dos palancas potentes y portentosas.

Criado entre las callejas de Etxarren, Zabaleta tenía que ser pelotari. Era algo que parecía que estaba en el ambiente. Aunque "en la familia nadie ha jugado a pelota". Él es el primero -"yo soy el primero"-. "Pero gustar sí que les gusta a todos. Los primeros pelotazos fueron en este frontón y en el de Goñi", remata. Señala a sus espaldas y la cancha de Etxarren, cerrada, se encuentra a cosa de dos minutos de su portal. A una mirada. Salir de casa, andar unos pocos metros, pedir las llaves y a jugar. "A los seis años empecé en el club de Irurtzun", cuenta. Pero lo primero es lo primero. Su inicio fue allí, aunque también apela a Goñi, el pueblo de su madre, donde también le dio lo suyo a la pelota. Calmo. Tranquilo. Como el ambiente.

Frente a la puerta del frontón, un portón beige. Dentro, una bicicleta negra. Su otra pasión. "La compré en una tienda de Iruñea. Quizás lo primero que me compré con el sueldo del precontrato fue una bici", recuerda Zabaleta. Si no hubiese sido pelotari, si no hubiera tenido ese látigo, si hubiera tenido que dedicarse a otro deporte, no duda: "el ciclismo".

"Para ver me gusta mucho. Aquellos sufren más que nosotros", desvela. Habla entonces José Javier de la heroicidad, de los mitos y de la verdad que se desprende en lo alto de las dos ruedas, encañonando montañas, encadenando caminos, corriendo sin parar. Sufriendo, en definitiva. Su paladar es fino. De hecho, justamente cuando recibe a este periódico, Dani Moreno, de Katusha, destacaba en la Flecha Valona con el muro de Huy como hito y Joaquim Rodríguez como profeta en Las Ardenas. "Algo he leído en Marca, no sé. Dicen que Purito y Valverde tiene sus opciones...", analiza. Él aún no conocía que el ciclista madrileño había batido a Henao y Betancur en la línea de meta y a un Philippe Gilbert que no supo reaccionar ante el ataque del español en la sala de máquinas. "El monte me encanta y la bici, también. Me gusta ir a dar paseos y algunos días darme un poco más de paliza". Su ídolo: un ángel caído. Un superhéroe al que el éxito, los maillots amarillos, se le acabaron de tanto usarlos. Los poderes desaparecieron. "Lance Armstrong". "De crío y siempre, al aita y a mí nos gustaba, pero con todo lo que ha salido últimamente ya menos", explica José Javier y apostilla que "pero bueno, a mí me sigue gustando porque ha dado mucho espectáculo". Ahora, si tiene que seguir a alguien tiene su póquer: "Contador y así. Y en las Clásicas están Peter Sagan y Fabian Cancellara, que son grandes ciclistas". Aquello, lo de Armstrong, fue un affaire que pasará a la historia. Para Zabaleta, también. "Primero intentas creerle, pero después te llevas un chasco", sostiene el zaguero navarro, quien agrega que "se cae un mito. Era una cosa muy bonita porque ha sido el mejor ciclista, pero con lo del dopaje parece que desaparece todo".

Electricidad en casa En silencio, como se debate el pueblo, José Javier acabó ya sus estudios. Fue un grado superior de electricidad y se siente realmente afortunado por ser pelotari profesional. "Me siento muy privilegiado, he tenido la suerte de ser pelotari y estoy muy contento y a ver si sigue", analiza el zaguero y explica que "he tenido la suerte de debutar y las cosas me han ido bien. La empresa me ha ayudado mucho, me ha cuidado bien con estelares y buenos partidos. En el segundo año, llegar a la final es bonito. Cuando debutas piensas en estar ahí y hasta que no sale, no se te pasa por la cabeza". Dice sentirse privilegiado por todo lo que le está pasando. Y más cuando en la Sakana las cosas no están para tirar cohetes. De hecho, los titulares de prensa dicen que en la zona se ha triplicado el paro desde 2008. No levantan cabeza. El tejido industrial está desapareciendo y se lleva por delante a mucha gente. Zabaleta lo conoce de primera mano. "Son mejores tiempos para ser pelotari", declara y prosigue: "La verdad que sí se ve que en el pueblo hay gente que está en el paro, pero siguen tirando para adelante con los hijos como se puede" Es lo que hay. Mientras, a José Javier le toca dedicarse poco a la electricidad. "Enchufes y cables ya me ha tocado cambiar en mi casa y en la de los abuelos. Cuando me retire ya me tocará hacer algo más", manifiesta. Pero guarda un as bajo la manga de todas maneras, quizás cuando quiera dejar la pelota tenga pensado otra cosa. "Estar en Goñi con los abuelos y con los tíos, para andar con las vacas. Me gustan los animales".

precocidad El éxito se le acercó muy rápido al zaguero. Con 16 años, Zabaleta ya tenía firmado un precontrato con Aspe de tres años. Cuando se le acabó, debutó. Mientras tanto, llegó a ganar tres txapelas en un solo día. Un hito. Su consejero es Fermín Eskudero, quien le acuna en la escuela de pelota de Irurtzun desde que tenía seis primaveras. "No sentí presión por eso. Seguí jugando a pelota, haciendo partidos buenos y partidos malos y la verdad que tienes ese precontrato y lo tienes de lado", dice José Javier. Asimismo, de su época de chaval se acuerda de Ansotegi y Alustiza, dos chavales que le volvieron un poco loco. "Uno es de Etxarri-Aranatz y otro de Altsasu. A esos no les quería ni ver. Eran de mi edad y me ganaban", afirma.

"Nunca me he creído que pudiera ser pelotari. Siempre he jugado en aficionados y tenía partidos buenos. Decían que tenía una derecha que le soltaba, pero hasta que firmé el precontrato no me lo fui creyendo", aclara. Debutó el 6 de enero de 2011, después, a los dos meses, jugó por Abel Barriola -"mi ídolo"- junto a Xala en el Parejas de Primera y ganó. Al año siguiente, volvió a actuar como suplente, esta vez en semifinales. Cogió galones. Hasta encontrarse con Martínez de Irujo, con quien se ha metido en la final del Parejas del domingo con brillantez. "Ahora aspiramos a lo máximo", finiquita. Se retira a pie, tranquilo. Etxarren vuelve a la normalidad y Zabaleta a ser José Javier, uno más. El pueblo vuelve a su arquitectura. La del silencio.